Las exigencias en la formaci¨®n de jefes y oficiales
En los ej¨¦rcitos siempre han abundado los reformadores, dice el autor de este trabajo; pero, en la historia, los buenos organizadores militares son tan escasos como los genios de la guerra. Espec¨ªficamente sobre el tema de la reforma de la ense?anza militar, opina que es preciso aunar los diferentes modelos, pero sin extrapolar valores a otros terrenos, pues se caer¨ªa f¨¢cilmente en las nubes de la utop¨ªa.
Un buen organizador militar ha de reunir cualidades diversas (preparaci¨®n, visi¨®n, car¨¢cter, etc¨¦tera). A prop¨®sito de la visi¨®n, hay que se?alar que, cuando se habla de mejorar lo existente en t¨¦rminos profesionales, se suele pensar en algo muy distinto a cuanto se hace desde el punto de vista de la sociedad en general. La visi¨®n profesional peca casi siempre de corporativista. La otra, de desconocimiento t¨¦cnico. De aqu¨ª que, cuando se adopta una en exclusiva, ambas tienden a chocar. Como ejemplos t¨ªpicos de choques de visiones se pueden citar los que condujeron en Espa?a a la dictadura de Primo de Rivera (ley de Jurisdicciones, descargo mutuo de responsabilidades por los desastres coloniales y africanos, etc¨¦tera). Otro caso digno de menci¨®n a nivel universal es el de Alemania despu¨¦s de la guerra de 1914-1918. Entre militares y militaristas cundi¨® la especie de que la guerra la hab¨ªan perdido los pol¨ªticos, ya que "los ej¨¦rcitos alemanes no hab¨ªan sido vencidos" (confund¨ªan ser vencidos con ser aniquilados). Esta forma de pensar influy¨® en la causaci¨®n de la II Guerra Mundial y a¨²n m¨¢s en la decisi¨®n hitleriana de continuarla in¨²tilmente cuando Alemania estaba indefectiblemente derrotada.El ejemplo expuesto es muy instructivo: al actuar el revanchismo como acicate profesional, Alemania empez¨® la II Guerra Mundial con un ej¨¦rcito militarmente admirable. Pero eso no debe ocultar que el gran y trascendental error de la reorganizaci¨®n que precedi¨® a la guerra era la visi¨®n unilateral (militarista) de la que nac¨ªa ese ej¨¦rcito.
La verdad es que en los ej¨¦rcitos, y en relaci¨®n con ellos, los reformadores han abundado siempre. Ser¨ªa interesante un estudio psicol¨®gico del fen¨®meno. Hoy quiero se?alar que los buenos organizadores militares son tan escasos en la historia como los genios de la guerra. Una de sus virtudes suele ser la de comprender que las dos visiones que comentamos no deben considerarse mutuamente excluyentes, sino complementarias. Esto, aplicable gen¨¦ricamente a toda reforma militar, es especialmente v¨¢lido en lo que se refiere a la ense?anza, respecto a la que voy a mostrar dos de las m¨¢s importantes diferencias entre la visi¨®n social y profesional de los problemas. La primera de esas diferencias se da en los criterios generales de reclutamiento, selecci¨®n y formaci¨®n de mandos (no tratar¨¦ en este art¨ªculo del profesorado). La segunda se refiere al contenido de los programas formativos.
La visi¨®n corporativista tiende a aislar en lo posible al futuro profesional de la sociedad. Es la que, llevada al extremo, condujo a la creaci¨®n de los jen¨ªzaros turcos, educados desde su m¨¢s tierna infancia (generalmente raptados de sus hogares) en los h¨¢bitos castrenses. Como he expuesto en algunas ocasiones, el sistema fracas¨® como consecuencia de las corrupciones que tiende a generar (incompetencia t¨¦cnica e intervencionismo pol¨ªtico). En nuestra pen¨ªnsula Ib¨¦rica siempre ha habido profesionales que consideran insuficiente el aislamiento respecto a la sociedad a que se ven sometidos cuatro o cinco a?os los cadetes, y preconizan la creaci¨®n de colegios preparatorios (en Portugal existen) en los que se pueda empezar a modelar a los futuros profesionales desde una edad m¨¢s temprana.
Opuesta a esa visi¨®n corporativista es la latente en las nuevas tendencias formativas que se aprecian en algunos pa¨ªses occidentales (Estados Unidos, el Reino Unido; en una modalidad peculiar, la Rep¨²blica Federal de Alemania). El reclutamiento de una buena parte de los mandos se hace a una edad m¨¢s madura, con lo que su formaci¨®n cultural, cient¨ªfica y c¨ªvica es de origen civil. Los oficiales con formaci¨®n universitaria o similar constituyen hoy mayor¨ªa en algunos de los ej¨¦rcitos m¨¢s avanzados del mundo. Su adaptaci¨®n a la profesi¨®n militar se realiza en cursos cortos, y dejo al lector la consideraci¨®n de detalle sobre las ventajas e inconvenientes de un sistema que probablemente constituye un primer paso hist¨®rico en la evoluci¨®n de los sistemas educativos castrenses.
Inconvenientes del sistema
S¨ª quiero hacer llamar la atenci¨®n sobre un par de cuestiones:
1. El sistema, como a veces se aplica hoy (en Estados Unidos, por ejemplo), tiene sus inconvenientes. La doble v¨ªa de entrada a la carrera militar puede resultar discriminatoria, y el origen de unos, pesar m¨¢s que el m¨¦rito de otros a la hora de obtener ascensos y puestos de responsabilidad.
2. El sistema no es absolutamente nuevo. En Espa?a tenemos cierta experiencia en la formaci¨®n r¨¢pida de oficiales (sietemesinos de Cuba, cursos cortos de Marruecos, transformados de la posguerra civil). La novedad de los nuevos sistemas para acortar la estancia en las academias es que sus exigencias formativas y culturales previas suelen ser m¨¢s racionales.
La segunda cuesti¨®n, la de los programas formativos en las academias, constituye un viejo motivo de discusi¨®n. Su complejidad objetiva es muy grande, y en ella abundan los equ¨ªvocos y convergen los naturales complejos e intereses de grupos, subgrupos e individuos. Es una cuesti¨®n de la que en un art¨ªculo s¨®lo se pueden ofrecer retazos indicativos que permitan comprender su complejidad. Una de las dificultades con que los reformadores de la ense?anza militar tropiezan tradicionalmente en nuestro pa¨ªs es la de poner de acuerdo las visiones uniformistas de oficiales modelo puramente te¨®ricos con la realidad incontestable de la cada d¨ªa mayor diferenciaci¨®n de ramas especializadas en los ej¨¦rcitos modernos. Se pueden encontrar denominadores (y subdenominadores) comunes en el car¨¢cter militar, especialmente en el terreno moral, pero el equilibrio adecuado entre las exigencias uniformistas y las de especializaci¨®n (armas, cuerpos, especialidades) no ha sido logrado nunca plenamente (en el aspecto educativo) en Espa?a.
Saber de todo
En los pa¨ªses en los que se practica parcialmente el sistema formativo mixto (la cultura y educaci¨®n cient¨ªfica se pueden adquirir en las universidades y centros civiles), la formaci¨®n militar de los acogidos a ese sistema se reduce a lo caracter¨ªsticamente profesional (t¨¦cnico y moral). Esto tiende a chocar con la visi¨®n corporativista de las ense?anzas, dando lugar a dilemas entre las necesidades formativas reales y las aspiraciones socioculturales de los diferentes grupos profesionales (en este sentido, no hay unanimidad, y las aspiraciones de determinados grupos no deben confundirse con las del conjunto).
Para dar una idea del origen, antig¨¹edad y arraigo de ciertos sentimientos de grupo se puede recurrir a figuras militares tan idealizadas como el famoso Villamart¨ªn (1833-1872). ?ste, en tantos sentidos admirable como personalidad humana, afirmaba que un oficial debe saber de todo: psicolog¨ªa, porque en la guerra intervienen factores ps¨ªquicos, como el entusiasmo y el valor; fisiolog¨ªa, porque en ella se pasan fatigas, fr¨ªo y hambre, y as¨ª sucesivamente, moral, pol¨ªtica, filosof¨ªa, qu¨ªmica, econom¨ªa, derecho, etc¨¦tera. Muchas afirmaciones de Villamart¨ªn son transferibles a otras profesiones (y algunas, a todo ser humano que pretenda no vivir una vida vegetativa), y aunque hay que reconocer que su prop¨®sito era hacer una apolog¨ªa de su profesi¨®n, y no reformar la ense?anza, su forma de razonar contribuy¨® a crear equ¨ªvocos que laten hace tiempo y que no tienen paralelo en otras profesiones. En las facultades universitarias (al menos en las consolidadas por la tradici¨®n) no existen las dudas esenciales sobre la propia ¨¢rea de competencia did¨¢ctica que a veces se observan en centros de ense?anza militar, y si bien es cierto que la profesi¨®n militar tiene exigencias morales espec¨ªficas que la diferencian, no conviene olvidar que las tambi¨¦n exigencias morales de otras profesiones (jueces, m¨¦dicos, etc¨¦tera) no llegan a enturbiar la definici¨®n de programas de ense?anza.
All¨¢ por la d¨¦cada de los a?os veinte, un famoso cr¨ªtico militar, el capit¨¢n Liddell Hart (el m¨¢s agudo cr¨ªtico militar de la primera mitad de nuestro siglo, que, contra lo que ha dado a entender alguno, no era un desviacionista corporativo, sino un mutilado de guerra, frecuentemente consultado por el mando militar brit¨¢nico), escrib¨ªa sobre el reto formativo que se presentaba al militar del siglo XX. Ese reto, visto por un capit¨¢n de Infanter¨ªa, no era moral (la moral, en la ense?anza militar como en otras, no es tanto fin como presupuesto did¨¢ctico), sino intelectual. Dec¨ªa ¨¦l que en el pasado los militares hab¨ªan tendido a hacer gala de tosquedad y rudeza, y que el profesional que demostraba inquietudes culturales o intelectuales era mirado por sus compa?eros como un ser extra?o; incluso, a veces, como presunto falto de hombr¨ªa. Sin duda, Liddell Hart generalizaba excesivamente, pues en los ej¨¦rcitos del siglo pasado se pueden encontrar militares cultos y estudiosos. Lo que ¨¦l trataba de mostrar es que comenzaba una nueva era en la que las cualidades que se hab¨ªan considerado t¨ªpicas del militar hab¨ªa que ampliarlas al terreno cient¨ªfico y t¨¦cnico.
Hoy est¨¢ claro que Liddell Hart ten¨ªa raz¨®n: las exigencias de la formaci¨®n militar han cambiado notablemente y siguen cambiando, pero no es en el terreno de la moral profesional (los valores morales permanecen, m¨¢s o menos, invariables) ni en el cultural (en sentido lato de la palabra) donde se producen los cambios, sino en lo que se refiere a la preparaci¨®n t¨¦cnica y cient¨ªfica. Se ha deshecho el mito de que para mandar no hace falta saber. Como dice otra frase de un conocido cr¨ªtico extranjero: "Las tradiciones proporcionan a los oficiales la creencia de que son depositarios de una moral especial que les capacita para dirigir a sus hombres en el combate, pero es la cuesti¨®n que la guerra moderna requiere tanta competencia y capacitaci¨®n t¨¦cnica como moral".
Para terminar con este art¨ªculo (no con el tema), me parece oportuno reproducir unas palabras del teniente general Hackett, representante caracter¨ªstico de los oficiales brillantes de formaci¨®n moderna. Este general, gran aficionado a los caballos e impulsor del deporte h¨ªpico, ingres¨® en el ej¨¦rcito desde la Universidad y ascendi¨® r¨¢pidamente por su preparaci¨®n e inteligencia, respaldadas por su valor militar. Hacia 1960, siendo segundo jefe del Estado Mayor brit¨¢nico, dec¨ªa lo siguiente: "Mejor que tratar de justificar una situaci¨®n de superioridad en el oficial debemos esforzarnos en hacer de ¨¦l una persona superior. ?Hemos de dejar el ej¨¦rcito en manos de hombres que la industria rechazar¨ªa, de j¨®venes demasiado perezosos para poder colocarse en la Shell o ICI? El ej¨¦rcito no puede ser un enclave de privilegiados que no tendr¨ªan lugar fuera de ¨¦l".
El m¨¢s grave defecto intelectual que se puede encontrar en las frases que acabo de citar es su idealismo profesional. El mismo tipo de idealismo que hac¨ªa que a un gran vasco, Unamuno, le doliera la Espa?a que tanto amaba. A Hackett le dol¨ªan las imperfecciones de su ej¨¦rcito. El que escribe este art¨ªculo (y seguir¨¢ escribiendo sobre el tema) no ve s¨®lo defectos en los sistemas formativos de los Ej¨¦rcitos espa?oles, pero cree que el verdadero amor a una instituci¨®n no se demuestra halagando vanidades colectivas, sino incit¨¢ndola a procurar ser a¨²n mejor de lo que es.
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