El vac¨ªo que deja Tierno
Nada configura mejor la importancia de un ser como el espacio que deja vacante su tr¨¢nsito a la otra cara de la vida. Entonces nos percatamos de cu¨¢nto llenaba su sola existencia. Del ¨¢mbito que ocupaba su personalidad. Y de lo mucho que le deb¨ªan los amigos, interlocutores dialogantes que disfrutaban del, hoy en decadencia, arte de la conversaci¨®n.El profesor Tierno era algo m¨¢s que un pol¨ªtico determinado y que un hombre p¨²blico con arraigadas convicciones. Era, en realidad, una instituci¨®n. Estaba plantado ah¨ª, en medio de la comunidad de nuestra capital, como un ¨¢rbol frondoso, poblado de innumerables ramas del saber, imperecedero en su verdor y lozan¨ªa y convertido muchas veces en eje de referencia para iniciativas, proyectos y sugestiones colectivas.
Yo me benefici¨¦ de su amistad desde hace muchos a?os. Quiero decir que goc¨¦ de su di¨¢logo chispeante y provocativo, lleno de erudiciones antiguas, nacionales y europeas y de una socarroner¨ªa de la mejor ley, que encubr¨ªa un cautivador eclecticismo, fruto de su rica experiencia humana. En m¨¢s de una ocasi¨®n almorz¨¢bamos en un mano a mano que empezaba en los pron¨®sticos pol¨ªticos y acababa en la cr¨ªtica hist¨®rica. Era una delicia escuchar sus an¨¢lisis retrospectivos de ¨¦pocas y personajes. Tierno era un espa?ol visceral como originario del alto llano soriano, pero ten¨ªa al mismo tiempo vocaci¨®n y curiosidad universales.
Su papel en los ¨²ltimos a?os del r¨¦gimen anterior previos a la transici¨®n a la democracia fue anticipador y relevante. Era hombre de coraz¨®n republicano y convicciones marxistas. Y sin mengua de su arraigado sentido ¨¦tico, adivin¨® muy pronto el decisivo papel que correspond¨ªa jugar a la Monarqu¨ªa en ese trance hist¨®rico que se iba acercando r¨¢pidamente a medida que la vida de Franco se extingu¨ªa. Su clarividencia fue contagiosa por lo que ten¨ªa de honesta y ejemplar. Y los historiadores del ma?ana habr¨¢n de apreciar en su verdadera dimensi¨®n esa actitud. Tierno Galv¨¢n fue quien facilit¨® la alternancia de la izquierda en la Monarqu¨ªa constitucional y democr¨¢tica.
Fue empujado a una posici¨®n perif¨¦rica que luego desemboc¨®, por fortuna, en la alcald¨ªa de Madrid. All¨ª decidi¨® consagrarse vocacionalmente a la tarea de regir el municipio de la capital con una entrega total al ejercicio de su vara edilicia. Tuvo la rara condici¨®n de contactar con las capas populares sin necesidad de utilizar demagogia chabacana. Ten¨ªa abierto su despacho al ¨²ltimo vecino o residente que le deseara comunicar una queja. Y alcanz¨® a extender el radio de acci¨®n municipal a grandes sectores del Madrid suburbano a trav¨¦s del deporte, las fiestas, los escenarios, los carnavales y las movidas juveniles. Era un alcalde jovial y bienquisto. Sus bandos fueron mod¨¦licos de estilo y desbordantes de humor, a mitad de camino entre Quevedo y Ram¨®n.
Universaliz¨® Madrid con sus viajes incesantes a los colegas de medio mundo. Y se hizo c¨¦lebre por su bienvenida en lat¨ªn al Sumo Pont¨ªfice polaco que llegaba de Roma.
So?aba con un Madrid renovado, frenado en su gigantismo demogr¨¢fico, pero puesto al d¨ªa en la revalorizaci¨®n de su patrimonio urbano. La recuperaci¨®n del Manzanares, ascendido de vertedero a r¨ªo y ganadas sus riberas acogedoras para el paseante madrile?o, es una de esas tareas memorables que ennoblecen a una alcald¨ªa capaz de modificar el perfil interior de la vida de su ciudad.
Tierno Galv¨¢n quedar¨¢ en la memoria de los espa?oles de nuestro tiempo como un hombre de bien, moderadamente esc¨¦ptico sobre la condici¨®n humana y ardientemente combativo por la libertad y el progreso, que ¨¦l consideraba como cimientos indispensables de la justicia y de la paz.
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