Leon Brittan, segundo ministro de Thatcher que dimite por el 'caso Westland'
El caso Westland se cobró ayer su segunda víctima, cuando el ministro británico de Industria y Comercio, Leon Brittan, presentó su dimisión a la primera ministra, Margaret Thatcher, renuncia que, de acuerdo con un portavoz del número 10 de Downing Street, le fue "aceptada con pesar". Brittan ofreció su renuncia a la primera ministra en la Cámara de los Comunes poco después de las tres de la tarde tras una entrevista con la líder conservadora de cerca de una hora de duración.
El ministro y la jefa del Gobierno abandonaron la Cámara por separado y ambos se negaron a hacer ningún tipo de declaraciones a la multitud de periodistas parlamentarios que les asediaban después de un día de rumores en torno a la dimisión del responsable de Comercio e Industria.La primera dimisión se produjo el pasado día 9 y tuvo como protagonista al ministro de Defensa, Michael Heseltine, que dio la campanada al abandonar el Consejo de Ministros antes de que terminara y anunció su salida del Gabinete en desacuerdo con la política seguida por Thatcher y Brittan en relación a la compa?ía de helicópteros Westland.
La posición de Brittan se hizo insostenible tras la revelación hecha por la se?ora Thatcher el jueves en la Cámara de que Brittan, con el conocimiento y autorización de dos de los colaboradores más cercanos de la jefe de Gobierno, había sido el responsable de una filtración periodística de una carta confidencial del vicefiscal general, que hacía una puntualización embarazosa a Heseltine.
En un tormentoso debate, que terminó con más interrogantes en el aire de los que había con anterioridad, Thatcher pretendió que sus colaboradores no le habían consultado para tomar la decisión de la filtración periodística y que ella no había conocido todos los detalles hasta la concIusión de una encuesta oficial, el pasado miércoles.
Los diputados conservadores reclamaron la dimisión del ministro responsable en una reunión del poderoso comité 1922, que agrupa a los backbenchers (diputados que no tienen cargo gubernamental o parlamentario) en un intento de apartar la atención de la líder conservadora. Uno de los diputados manifestó que las reglas del Gobierno no se habían respetado y varios de ellos anunciaron que no podrían votar con su propio partido si Brittan continuaba en el banco azul al inicio del debate del lunes.
La líder conservadora, que cumplirá siete a?os al frente del Gobierno el próximo 3 de mayo, tiene que intervenir el lunes en un crucial debate sobre el asunto Westland. Este nuevo debate fue provocado por el máximo dirigente de la oposición laborista, Neil Kinnock, tras el reconocimiento por Thatcher, el pasado jueves, de la responsabilidad de Brittan en la filtración.
La dimisión de Brittan estaba cantada. Al menos esa era la creencia más extendida ayer entre los periódicos de tendencia conservadora. Lo único que se discutía en el seno del partido del Gobierno era el cuándo.
Función de paraguas
Parece que Thatcher no era partidaria de aceptar la dimisión de su ministro hasta después del debate sobre la Westland el próximo lunes, pero no tuvo más remedio que hacerlo ante la decisión irrevocable de Brittan. El ahora ex ministro, capaz según un comentarista de "apu?alar a un colega por la espalda al tiempo que se pega un tiro en un pie", hubiera servido en el debate del lunes para hacer de paraguas con su intervención para que no toda la artillería de la oposición se descargara contra Thatcher.La primera ministra, enfrentada a la crisis política más grave de su mandato gubernamental, dedicará este fin de semana a preparar su estrategia para hacer frente al debate del próximo lunes.
Thatcher, que según sus más cercanos colaboradores atraviesa en estos momentos las horas más negras de su carrera política, renunció ayer a trasladarse durante el fin de semana a la residencia campestre de los primeros ministros, en Chequers, con el fin de poder trabajar el sábado y el domingo en el número 10 de Downing Street, en compa?ía de sus más cercanos colaboradores y asesores.
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