La explosi¨®n del 'Challenger'
EN LA empresa de la conquista del cosmos, la explosi¨®n del Challenger representa la cat¨¢strofe m¨¢s grave sufrida por EE UU. En esa larga carrera hacia espacios ayer desconocidos, que empez¨® hace casi 30 a?os, la humanidad ha vivido momentos de entusiasmo. Hoy, en cambio, son momentos de desgracia. Siete personas que entraron con sonrisas optimistas en la nave espacial han perecido en la cat¨¢strofe. Para EE UU, las consecuencias de esta explosi¨®n son muy serias en diversos terrenos. Baste considerar que, desde sus inicios, la llamada conquista espacial se ha presentado como la manifestaci¨®n m¨¢s emblem¨¢tica del nivel cient¨ªfico y tecnol¨®gico norteamericano. Y sobre ella se ha basado tanto la propaganda pol¨ªtica como una publicidad industrial, ahora da?adas.Ser¨ªa irreal separar este accidente de la serie de circunstancias negativas que se han producido, sobre todo en los ¨²ltimos tiempos, en muchos de los lanzamientos espaciales. El caso del Columbia, que tuvo que ser aplazado hace un mes, cre¨® un retraso inicial en el plan de 1986; y exist¨ªa una fuerte presi¨®n de la Casa Blanca sobre la Administraci¨®n Nacional para la Aeron¨¢utica y el Espacio (NASA) para que ese plan se lleve a cabo superando todos los obst¨¢culos. A la vez, la NASA ha formulado diversas quejas sobre la insuficiencia de los fondos de que dispone y las dificultades que eso le acarrea en sus proyectos. El Challenger que acaba de hacer explosi¨®n hab¨ªa sufrido ya varios aplazamientos.
Hay razones sobradas para decir que, a medida que se han intensificado las expediciones al cosmos, el aspecto propiamente cient¨ªfico (que deber¨ªa permitir una cooperaci¨®n internacional amplia, y en particular entre norteamericanos y sovi¨¦ticos) ha sido supeditado a factores de orden econ¨®mico y de prestigio pol¨ªtico. Adem¨¢s, claro est¨¢, de sus contenidos directamente militares. Con estos ingredientes no es extra?o que hayan predominado, en ocasiones, menos los criterios de racionalidad cient¨ªfica que los ritmos impuestos por la competencia. En el caso del Challenger siniestrado, su lanzamiento era esencial en la carrera de los sat¨¦lites de comunicaciones.
Del fracaso de esta nave, y de otros menores que han venido salpicando las misiones espaciales, se desprende una reflexi¨®n general sobre los porcentajes de inseguridad que siguen rodeando a las operaciones en el espacio. Cualquier retraso en el calendario de nuevos vuelos espaciales norteamericanos, aunque se exprese la determinaci¨®n comprensible de llevar adelante el programa no har¨¢ sino reforzar, tras la tragedia del Challenger, los argumentos de los c¨ªrculos cient¨ªficos que aluden a los grandes peligros de la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI), as¨ª como intensificar¨¢ las reticencias de los medios pol¨ªticos y gubernamentales, particularmente de Europa occidental, a un proyecto cargado de riesgos y rodeado de interrogantes.
Pero, por otra parte, la investigaci¨®n del espacio con fines civiles y no militares es un proyecto que no se podr¨ªa abandonar sin culpa. En una gran medida el futuro de la humanidad, su econom¨ªa, su progreso, su bienestar, depende de ¨¦l. Los programas espaciales aplicados a la convivencia y no a la construcci¨®n de gigantescas m¨¢quinas ofensivas merecen el apoyo y el entusiasmo de los ciudadanos de este mundo.
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