La supresi¨®n de la CMB
Como ciudadano que vivo en la Corporaci¨®n Metropolitana de Barcelona, no me considero en situaci¨®n beligerante con el Gobierno catal¨¢n por su propuesta de ley de ordenaci¨®n territorial y, en concreto, por la proyectada supresi¨®n de la entidad, que, guste o no, tiene su origen en la legislaci¨®n franquista y ahora encuentra dificil encaje con la estructuraci¨®n administrativa que establece el Estado de las Autonom¨ªas fruto de la Constituci¨®n democr¨¢tica de 1978. Lo digo al hilo de las afirmaciones de Obiols, secretario del PSC-PSOE, que parecen indicar que con esta propuesta el Consell Executiu ha declarado la guerra a m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n de Ca talu?a. El Consell Executiu no hace m¨¢s que ejercitar unas competencias que le atribuye la Constituci¨®n y el Estatut, cosa que el Tribunal Constitucional se ha en cargado recientemente de recordar. No creo que la CMB sea precisamente un modelo de participaci¨®n democr¨¢tica. Antes bien, es un organismo que no cesa de absorber competencias en detrimento sobre todo de los municipios de la zona, pero tambi¨¦n de la Generalitat.
Su presidente, el alcalde de Barcelona, parece por su actuaci¨®n que haya sido elegido democr¨¢ticamente por la mayor¨ªa de los catalanes para encabezar, se diga o no se diga, una instituci¨®n tecnocr¨¢tica que ejerza un poder que las urnas no le han dado.
Todo esto no significa que el proyecto del Consell Executiu sea un dechado de virtudes: ah¨ª est¨¢ su vergonzante mantenimiento de las diputaciones provinciales, a las que se limita a cambiar de nombre, o la falta real de descentralizaci¨®n de la propia Generalitat -la triste experiencia vivida de los Consells de Muntanya es un notable ejemplo-, todo lo cual no augura una Administraci¨®n p¨²blica en Catalu?a m¨¢s racional, m¨¢s barata, m¨¢s cercana al ciudadano y, por lo tanto, m¨¢s democr¨¢tica-
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