Un lento e inexorable declive
"Si alguien viene al museo y no pierde su afici¨®n a las ciencias naturales, la suya es una gran afici¨®n". As¨ª se expresa un investigador del Museo de Ciencias Naturales. "El centro no es sino el reflejo de Espa?a entre los a?os cuarenta y setenta", a?ade un compa?ero.El museo fue creado en 1771 por Carlos III y lleg¨® a ser uno de los m¨¢s importantes de Europa. La idea inicial era instalarlo en el edificio que hoy ocupa el Museo del Prado, pero finalmente acab¨® junto a la Castellana, en un cas¨®n neomud¨¦jar que comparte con la Escuela de Ingenieros Industriales. "Por si tuviera poco con su artrosis interna, el museo mantiene una batalla sorda con la escuela por ver qui¨¦n se adue?a del edificio", manifiesta un investigador.
Los principales fondos de la instituci¨®n provienen de expediciones cient¨ªficas realizadas en el siglo XIX. Sus colecciones de entomolog¨ªa -con dos millones de ejemplares de insectos- y de moluscos -medio mill¨®n-, as¨ª como la gran calidad de sus naturalizaciones de vertebrados, son algunos de sus principales activos. El museo cuenta tambi¨¦n con el primer gran f¨®sil americano llevado a Europa, un megaterio que lleg¨® a Espa?a en 1789.
A comienzos de siglo, bajo la direcci¨®n de Ignacio Bol¨ªvar, el museo conoci¨® su ¨¦poca m¨¢s brillante. A partir de 1932, sin embargo, y sin que nadie acabe de se?alar las causas, comienza un lento e inexorable declive en que se generalizan el abandono y el expolio.
Tras la guerra civil, el centro pas¨¦ a depender del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC). "Desde el consejo, dominado por el Opus De?, hubo un maltrato continuo al museo porque se consideraba que era uno de los ¨²ltimos nidos de rojos y liberales que quedaban en Espa?a", declara un investigador. En los a?os del franquismo, y siempre seg¨²n testimonios de personal cient¨ªfico del museo que prefiere guardar el anonimato, las calderas de la calefacci¨®n se llegaron a encender con p¨¢jaros disecados, los baches del camino que rodea el edificio fueron tapados con piedras de las colecciones ("¨¦se es uno de los yacimientos geol¨®gicos m¨¢s importantes del pa¨ªs", aseguran) y las colecciones de peces del Pac¨ªfico fueron deshaci¨¦ndose por motivos como que se derrumbaran las estanter¨ªas, comidas por la carcoma, y quedaran desparejados etiquetas y peces.
Un diplodocus sin cola
El anecdotario de este deterioro, entre chusco y dram¨¢tico, es copioso: Maximino San Miguel, que fue director en los a?os cuarenta, utilizaba la estaci¨®n alpina de Cercedilla, que depende del museo, para sus vacaciones, en las que en ocasiones era acompa?ado por el ministro Jos¨¦ Ib¨¢?ez Mart¨ªn; en los a?os setenta, una obsidiana conocida como el espejo de los incas desapareci¨® de las vitrinas y reapareci¨® d¨ªas despu¨¦s, tras ser denunciado el hecho en la prensa, sobre el despacho del entonces director, Eugenio Ortiz de la Vega; un investigador ha llegado a la conclusi¨®n de que su despacho no se ha pintado una sola vez en lo que va de siglo; en 1973, el pr¨ªncipe heredero de Jap¨®n, que era icti¨®logo, se empe?¨® en visitar el centro durante una estancia oficial en Madrid y provoc¨® graves sobresaltos entre los altos responsables del CSIC; el diplodocus, pese a ser una copia en escayola regalada en 1899 por el Carnegie Museum, ha perdido varios metros de su cola.
Hay hechos, sin embargo, que van m¨¢s all¨¢ de la simple an¨¦cdota. La sala de la ballena, obra de un disc¨ªpulo de Eiffel, est¨¢ en la m¨¢s completa ruina, con la techumbre abierta y los huesos de ballenas y tortugas cubiertos por un dedo de polvo. La sala de ecolog¨ªa debiera haberse montado hace cuatro a?os; la secci¨®n de paleontolog¨ªa lleva meses cerrada; la de zoolog¨ªa ha cerrado hace unos d¨ªas; en la biblioteca -en una nave con humedades en las paredes- se ha observado la falta de docenas de valiosos vol¨²menes, entre ellos un manuscrito de Paracelso de 1740 y un comentario sobre el Fray Gerundio de Campazas de 1758. En la propia biblioteca hay fichas de pr¨¦stamos hechos hace a?os y que a¨²n no se han devuelto. Entre ellos figuran dos de 1962 a nombre de Emiliano Aguirre, actual director del museo.
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