El congreso de Alianza Popular
EL VII Congreso de Alianza Popular ha modificado sus estatutos a fin de que 30 de los 47 vocales de su Comit¨¦ Ejecutivo Nacional puedan ser elegidos mediante un sistema de listas abiertas. El presidente de Alianza Popular -elegido de forma independiente- tendr¨¢ que designar a los cuatro vicepresidentes y al secretario general de la organizaci¨®n entre esos vocales electos. Sin embargo, el l¨ªder del partido conservador mantendr¨¢ la potestad para nombrar libremente a otros 17 miembros de la Comisi¨®n Ejecutiva, que ocupar¨¢n posiciones importantes, como las secretar¨ªas generales adjuntas, las presidencias del consejo pol¨ªtico nacional, del comit¨¦ de conflictos y disciplina y del comit¨¦ electoral nacional, la tesorer¨ªa y las secretar¨ªas de ¨¢rea. Alianza Popular mantiene la prohibici¨®n de las corrientes de opini¨®n organizadas y afirma el principio del liderazgo en el partido.La innovaci¨®n estatutaria de Alianza Popular merece el aplauso de todos quienes recelan -con raz¨®n- del proceso de burocratizaci¨®n de los partidos pol¨ªticos espa?oles, tendencia que no hace sino confirmar el diagn¨®stico formulado a comienzos de siglo con car¨¢cter general por el soci¨®logo alem¨¢n Robert Michels. Esa esclerotizaci¨®n de las formaciones pol¨ªticas, que conduce a la eternizaci¨®n de los l¨ªderes y al ahogamiento de las discrepancias, es el resultado de las estructuras organizativas, que consagran la dominaci¨®n de los elegidos sobre los electores y de los mandatarios sobre los mandantes. La experiencia ense?a, sin embargo, que la rigidez disciplinaria de los estatutos y las pautas autoritarias de los grupos dirigentes tambi¨¦n pueden tropezar con fronteras insalvables, mas all¨¢ de las cuales los partidos estallan y se descomponen en mil pedazos.
La transici¨®n espa?ola -con la disoluci¨®n de UCD y el fraccionamiento del PCE- aporta significativos ejemplos de esos frenos destructivos a la burocratizaci¨®n de los partidos. Alianza Popular ha sabido leer esos precedentes y ha buscado una v¨¢lvula de escape para las tensiones internas que las aspiraciones de sus l¨ªderes subalternos o el conflicto entre distintas alternativas necesariamente crean. De esta forma, los votos de los compromisarios de su VII Congreso permitir¨¢n cuantificar los apoyos y los rechazos de aquellos dirigentes que representan idearios, sensibilidades o actitudes diferentes. Miguel Herrero, Alfonso Osorio, Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Gallard¨®n o Fernando Su¨¢rez tendr¨¢n oportunidad de conocer el respaldo que conceden las bases conservadoras a sus personalidades o a sus tesis.
Manuel Fraga -por ahora el indiscutido l¨ªder de Alianza Popular- no se ver¨¢ obligado, sin embargo, a aceptar el equipo dirigente que los compromisarios designen. Como se?alamos, no s¨®lo se reserva el derecho a designar a los cuatro vicepresidentes y al secretario general del partido que han de secundarle en su trabajo cotidiano sino que retiene la facultad de nombrar a personas de su confianza para ocupar otros cargos. Con todo, se trata de un paso hacia adelante en la tarea de ajustar la vida interna de los partidos a las pautas democr¨¢ticas, de acuerdo con el mandato de la Constituci¨®n, un mandato demasiadas veces despreciado por las planas mayores de las burocracias partidistas, con riesgo para su propia estabilidad interna (como demuestran las crisis de los centristas y de los comunistas) y para la estabilidad del sistema en su conjunto.
Alianza Popular discutir¨¢ tambi¨¦n, en su congreso, las estrategias alternativas para disputar a los socialistas la hegemon¨ªa electoral. Frente al obsesivo dogma tradicional de la mayor¨ªa natural y del bipartidismo, va ganando terreno la l¨ªnea de un fuerte partido conservador, orientado populistamente hacia el centro, capaz de mantener su coherencia interna y resuelto a prescindir en los carteles de la abigarrada y variopinta yuxtaposici¨®n de siglas que evocan vagamente im¨¢genes liberales o democristianas pero que carecen del suficiente arraigo social. La clave de esa estrategia bien pudiera ser el temor de Alianza Popular a un futuro desenganche de los diputados y los senadores de otros partidos, elegidos en las urnas bajo la sombra protectora de Manuel Fraga pero dispuestos a actuar por su cuenta si la coyuntura facilita operaciones bisagras. No parece, en cualquier caso, que esa l¨ªnea innovadora pudiera imponerse antes de que las elecciones generales de 1986 permitan conocer las posibilidades de la actual Coalici¨®n Popular, pacto que vincula a Alianza Popular -abrumadoramente hegem¨®nica dento de la f¨®rmula- con los democristianos del PDP y los llamados liberales de Jos¨¦ Antonio Segurado.
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