Mitterrand: "No estoy acabado, me batir¨¦ hasta el final"
El presidente franc¨¦s considera que el balance del Gobierno de la izquierda en Francia ha sido bueno
El solemne ujier del presidente Mitterrand me anuncia desde el umbral del despacho de ¨¦ste; son las cuatro de la tarde, exactamente la hora acordada para nuestra cita. El presidente abandona r¨¢pidamente el sill¨®n que ocupaba tras la impresionante mesa de trabajo que perteneci¨® a De Gaulle, me sale al encuentro extendiendo las manos y estrechando las m¨ªas con un gesto lleno de familiaridad, y me conduce a un silloncito Segundo Imperio situado a la derecha, frente al div¨¢n de seda color crema, en el que habitualmente se acomoda, siempre en una esquina, la que da a los jardines. Su "Cu¨¦nteme cosas de usted. ?Qu¨¦ tal le va?" crea el ambiente de una conversaci¨®n casi hogare?a, en lo que tiene aut¨¦ntica maestr¨ªa. As¨ª inicia siempre sus entrevistas, como si quisiera asegurar al visitante que la noticia m¨¢s importante para ¨¦l es la referente a ¨¦ste. Con esa nota de ansiedad en la voz, expresando el deseo de que todo vaya de la mejor manera posible. Para quienes le conocen no hay hipocres¨ªa alguna en este esfuerzo, casi maniaco, de no dejar al azar los detalles de los recuerdos que guarda de los hombres y mujeres, franceses o extranjeros, cuya vida cultural o pol¨ªtica est¨¢ entretejida o se entreteje con la de Francia, o con la suya personal. Nos encontramos a menos de mes y medio de las elecciones. Los sondeos sobre la estima en que le tienen los franceses, con quienes en una ¨¦poca de dificultades est¨¢ reanudando un complejo lazo de confianza, indican el ascenso de su popularidad. Fran?ois Mitterrand se encuentra en el centro del debate, entre otras razones, porque el presidente, en virtud de la Constituci¨®n, representa la clave de la c¨²pula del dispositivo que le confiere una legitimidad fuera de lo com¨²n para dar un curso gubernativo a las elecciones por sufragio universal. Pero el clima en Francia es de tensi¨®n.'Orfebre de hombres'
Todav¨ªa no salgo de mi asombro por el hecho de que haya encontrado tiempo para recibirme, para ofrecerme gentilmente tres fechas posibles para dialogar un rato. Es un hombre que hace culto de la amistad. Podr¨ªa repetir lo que escrib¨ª sobre ¨¦l tras el 10 de mayo de 1981: "Su perspicaz forma de cuidarse de los individuos no constituye una actividad subalterna, en relaci¨®n con el noble trabajo pol¨ªtico del l¨ªder, sino una disciplina cotidiana, una forma de cultivar las relaciones humanas con quien no le ha desilusionado, por modesto que sea".
"Orfebre de hombres", le define Serge July en su magn¨ªfico libro Los a?os de Mitterrand, que acaba de aparecer en Par¨ªs. Con un trabajo de cincelado ha ido creando un trenzado de amistades que se sale de lo com¨²n, cultivadas luego a lo largo del tiempo, con las felicitaciones del a?o nuevo que le llegan con puntualidad y con la respuesta a las cartas, en las que al final del texto mecanografiado por su secretario a?ade siempre con su armoniosa caligraf¨ªa una frase c¨®mplice: "Con mis mejores deseos", como si quisiera decir: "No le olvido", lo cual es cierto. .
Desde hace cinco a?os, sus colaboradores m¨¢s ¨ªntimos en el El¨ªseo son los mismos: Jacques Attali y Paulette Decraene. Esta ¨²ltima, atenta y discreta colaboradora, dirige la secretar¨ªa presidencial desde 1981, siempre alerta en tan temible frente con su dulce sonrisa y con s¨®lo unas cuantas hebras de plata m¨¢s en su negra cabellera. Simboliza la estima que Mitterrand siente por las mujeres. La vida de ¨¦ste, que cada vez se parece m¨¢s a la de un personaje de ficci¨®n, es fuente de inspiraci¨®n para las escritoras: la biograf¨ªa m¨¢s famosa, aunque cruel en ocasiones, El rojo y el negro, es obra de una mujer, Catherine Nay. En la larga vida de amores y conquistas que se le achacan, su encanto tiene algo de paternal, tranquilizante, arcaico (adjetivo que est¨¢ de moda en Par¨ªs); a la cabeza de los ministerios clave ha situado a mujeres pr¨¢cticamente desconocidas, que luego se convirtieron en buenas administradoras de los asuntos p¨²blicos, estableciendo un cambio de direcci¨®n sin precedentes en los Gobiernos europeos.
En su forma de ser funciona una especie de ordenador personal cuyo software es su memoria de elefante y que le permite valorar un libro, o tal vez alguna desgracia imprevista que se ha abatido sobre nosotros: "?Qu¨¦ tal le va por la universidad?" no es una pregunta hecha al azar, sino que pretende sintetizar una larga vicisitud referida a mi reintegraci¨®n a las universidades francesas, despu¨¦s de que en 1979 el ministro de Universidades del entonces Gobierno de Giscard d'Estaing me privara de la ense?anza con el pretexto de que mi actividad era incompatible con mi cargo en el Parlamento Europeo.
En respuesta a su pregunta, le digo: "Estoy haciendo un curso, antes de pasar a analizar algunos partidos pol¨ªticos italianos, sobre el origen de la Comunidad Europea, su evoluci¨®n, sus cambios m¨¢s importantes a partir de 1965, el a?o de la gran ruptura de De Gaulle... Redacto mis textos. Trato de ser una profesora seria...". Me sonr¨ªe divertido, con esa alegr¨ªa que vimos invadir la televisi¨®n durante su debate con Mourosi, el presentador del pueblo.
Patriotismo europeo
Entonces me interrumpe, como impulsado por una preocupaci¨®n: "Pero usted debe, adem¨¢s, escribir un libro. ?Est¨¢ trabajando en un libro?". Pierdo el hilo de lo que estaba diciendo y le hablo del libro sobre Europa y la cultura: El genio de Europa llevar¨¢ por t¨ªtulo, y me gustar¨ªa incluir una entrevista con ¨¦l sobre el espacio cultural europeo; est¨¢ adem¨¢s la frase que pronunci¨® en Estrasburgo, que todav¨ªa me resuena en los o¨ªdos y que desear¨ªa que me explicara mejor: "Yo, europeo de Francia". Asiente. No se olvida. "Francia, si me lo permite, ha sido siempre el motor y el freno de la Europa unida...". No me responde. Europa ejerce una profunda atracci¨®n sobre Mitterrand para superar un pasado lacerante, hasta el extremo de hablar de patriotismo europeo, pero no desear¨ªa que su preocupaci¨®n por la independencia nacional pareciese, en este contexto, una paradoja. Piensa que Europa tiene su propia vitalidad por el hecho mismo de que, por extra?o que parezca, la suma de sus derrotas, la adici¨®n de sus cumbres fallidas, de sus maratones in¨²tiles, de los consejos a voz en cuello, en vez de destruirla parecen haberla fortalecido.
"La Europa de hoy es s¨®lo un poquit¨ªn m¨¢s floja, m¨¢s fiable". Con ello mantiene lo que afirma en sus Reflexiones sobre pol¨ªtica internacional, que acaba de salir: 125 p¨¢ginas de balance de la pol¨ªtica internacional sobre el que, grosso modo, cuenta incluso con el consenso de la oposici¨®n. Vuelve a brillar su alegre sonrisa que no se le conoc¨ªa desde hac¨ªa tiempo. Y la risa disuelve el impacto orgulloso de un rostro que, a lo largo de estos a?os, ha estado excesivamente inmovilizado en la funci¨®n presidencial.
Ahora la impenetrabilidad de mascara en yeso de su rostro se disipa entre la humanidad de las arrugas de un hombre que cumplir¨¢ 70 a?os en 1986, y ello le da un aspecto optimista. Le pregunto c¨®mo resultar¨¢n las elecciones. Con serenidad y seguridad responde: "Ganaremos... un poco". En su voz hay una especie de suspenso misterioso. En los c¨ªrculos m¨¢s restringidos se habla de que los sondeos conceden al PS el 32%, y que los comunistas descender¨¢n al 7%. Si se dan estos resultados, ello supondr¨¢ la obra maestra de su vida pol¨ªtica, y en el Parlamento se crear¨¢ la base de apoyo para llevar a su t¨¦rmino lo que ahora se denomina cohabitaci¨®n, pero que podr¨ªa desembocar en un centro izquierda. Habr¨¢ eliminado la utop¨ªa de la gauche arcaica y habr¨¢ creado no ya un socialismo imposible, sino una democracia corriente, como las restantes de Europa.
Conciencia tranquila
"En estas v¨ªsperas electorales, usted ofrece la imagen de un hombre con la conciencia tranquila, un hombre que ha hecho, siquiera sea entre fatalidad y errores, todo lo que pod¨ªa".
"As¨ª la tengo, el balance de la gauche en el Gobierno de Francia es bueno. Lo defiendo con todo vigor. Jam¨¢s hab¨ªa conocido Francia a lo largo de su historia un per¨ªodo de paz social tan profundo y prolongado. Las conquistas sociales se han precisado a pesar de los problemas o del desempleo. La libertad ha sido total. Libertad de creaci¨®n, de circulaci¨®n, de respeto de los derechos humanos, de protecci¨®n de todas las minor¨ªas. No se ha incoado ni un solo proceso (ni uno solo, ?entiende?) contra la legitimidad de lo realizado por el Estado en franc¨¦s, poursuite judiciaire d'Etat). Si un balance c¨®mo ¨¦ste fuese obra de la derecha, no habr¨ªa problemas para seguir gobernando. Pero lo ha hecho la izquierda, y entonces ya basta con ello. Se nos encasilla...". Por de- bajo de la sonrisa reaparece la voluntad de acero, un haz de fibras nerviosas, una dureza sin vanidad y el sentido de la justicia y la injusticia.
Justicia es la palabra que con mayor frecuencia acude a sus labios; una de las que han sido m¨¢s queridas en estos a?os. Guardi¨¢n de la legitimidad del Estado, al que nadie ha podido reprochar golpes de mano o violaciones de la legalidad constitucional. Como ha sucedido no pocas veces en la historia de Francia, incluso en la reciente con el general De Gaulle.
"Presidente, esto no es una entrevista. S¨¦ bien que se niega a concederlas, y por tanto es s¨®lo un encuentro entre viejos conocidos.
Sin embargo, si desea decirme algo preciso que, dentro del marco de esta reuni¨®n, pueda escribir para EL PA?S (sonr¨ªe con simpat¨ªa) y para Il Messaggero, ?qu¨¦ subrayar¨ªa usted en particular?".
Se pone en pie y, con un impulso, me indica los paneles que est¨¢n apoyados contra la pared del fondo de su amplio despacho. Hasta ahora no me hab¨ªa dado cuenta de su presencia: se trata de una vista del patio del Louvre, la maqueta con la famosa pir¨¢mide en el centro.... una vista del nuevo Museo de Arte Moderno y un panel sobre el Museo de la Moda, reci¨¦n inaugurado.
"Quisiera que dijera que ¨¦sta es mi perspectiva, un panorama cambiante, en el sentido de que de vez en cuando acojo en ¨¦l todo lo que ha ido enriqueciendo culturalmente a Francia, su patrimonio art¨ªstico...".
Gloria a los artistas
Lo que quiere decirme, en definitiva, es que para ¨¦l, que ha sido acusado de ser mutable, la parte irreversible del Gobierno de la gauche y de sus siete a?os en ¨¦l no est¨¢ s¨®lo en las conquistas sociales o pol¨ªticas, sino en las del arte, en la creaci¨®n de nuevos espacios culturales.
En esta movilidad de los paneles (y en la intemporal inmovilidad del arte) hace pensar en un pr¨ªncipe o un monarca del Renacimiento, y creo que como tal quisiera que quedara su papel en la historia.
.?Ha visitado el Museo de la Moda?".
"S¨ª; estuve en la inauguraci¨®n, con Ripa di Meana, comisario de Cultura en la Comunidad de Bruselas". Se muestra entusiasmado: "?Ah, bien! ?No es magn¨ªfico? Jam¨¢s hubiera cre¨ªdo ver tanta belleza. Me dej¨® estupefacto el hecho de que a trav¨¦s de la historia de la moda se llegase a crear un museo de arte tan nuevo, tan notable".
Da muestras de aut¨¦ntico orgullo. Como si el museo en cuesti¨®n fuese la s¨ªntesis de algo m¨¢s ambicioso, m¨¢s vasto. A lo largo de sus a?os en el poder no ha destruido, sino construido, glorificado, a los artistas, acogido a los creadores extranjeros; ha financiado, ayudado y recibido a todos, incluso a sus detractores. Yo misma puedo reconocerlo con absoluta objetividad (tambi¨¦n por lo que respecta a los italianos: arquitectos, directores, escritores), no s¨®lo porque no me encuentro entre los beneficiados, sino porque s¨¦ con toda certeza, desde hace 25 a?os que frecuento Francia, que jam¨¢s ha conocido la cultura, en todas sus expresiones, una ¨¦poca de libertades m¨¢s absolutas, de ausencia tan completa de censura, o incluso s¨®lo de control. En la medida de lo posible, Par¨ªs se ha abierto a Europa, tambi¨¦n a trav¨¦s del Canal 5, contra el viejo proteccionismo cultural.
Fuerte gracias a su coartada socialista, Mitterrand, entre vacilaciones, cambios de velocidad y de direcci¨®n, ha logrado cortar el nudo gordiano de la incandescente pol¨ªtica escol¨¢stica, ha procedido de alg¨²n modo a la reestructuraci¨®n industrial y ha afirmado una l¨ªnea de pol¨ªtica exterior aut¨®noma y, al mismo tiempo, como asegura, m¨¢s europea. Defender¨¢ ardorosamente el balance de estos a?os y el de su equipo, incluyendo a todos los hombres del presidente en una gesti¨®n positiva. Como un cabeza de familia, y tanto la turbaci¨®n de Fabius, en diciembre de 1985, como la perplejidad de Lang en el Canal 5, forman parte de una dial¨¦ctica interna donde incluso Rocard, el hijo d¨ªscolo, ocupar¨¢ mucho m¨¢s espacio del que se cree en la futura estrategia del presidente. Se ha equivocado, pero lo ha hecho con talento, y ha arreglado las consecuencias de sus errores con un talento todav¨ªa m¨¢s grande. Entre lances de juego de azar y maquiav¨¦lica astucia. En su vida, a partir del viejo esc¨¢ndalo del Observatoire, ha regresado tantas veces del infierno como ha dicho Serge July en televisi¨®n...
Nos acercamos al alto ventanal que se abre al prado c¨®ncavo del El¨ªseo, un parque a la francesa, despiadadamente racional, matem¨¢tico, implacable y fr¨¢gil... ante lo imprevisto.
"El tiempo est¨¢ un poco gris", me dice, se?alando al cielo parisiense, bajo a causa de los nubarrones. ?Se refiere al tiempo climatol¨®gico o al pol¨ªtico?
"Pero el verde del prado brilla", respondo, "con su color esmeralda, festivo. El verde sienta bien...".
"Tendremos ocasi¨®n de vemos de nuevo antes de marzo, ya ver¨¢", me despide, divertido. Con ello cierra el encuentro en aquella geometr¨ªa exacta de las relaciones humanas, como un c¨ªrculo perfecto descrito en torno a la palabra amistad.
Estoy a punto de abandonar el silencio protector del despacho cuando me detiene un momento, un instante tan s¨®lo, con el rostro recompuesto en una especie de severidad y emoci¨®n, para hacerme obsequio de esta frase: "No estoy acabado... -es lo que dice Barre, lo que han repetido de ¨¦l cien veces a lo largo de su historia-, me batir¨¦ hasta el final".
?Cohabitaci¨®n posible o impracticable, intento supremo de orfebre por ultimar su osado dise?o, d¨¢ndole la forma de un entendimiento constitucional duradero o hundimiento de una pol¨ªtica? La clave secreta de la semana y de los meses venideros est¨¢ en la frase, que ya pronunciaron Churchill y Allende: "Me batir¨¦ hasta el final".
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