Un p¨¦simo filme de Liliana Cavani cierra una jornada de tri¨¢ngulos amorosos
La estad¨ªstica no ment¨ªa ayer cuando se?alaba que una constante argumental de los filmes de la secci¨®n competitiva de Berl¨ªn es el tri¨¢ngulo amoroso. Por lo visto, este viejo asunto est¨¢ hoy de moda. Como buena mujer de circo, que no de cine, la italiana Liliana Cavani ha ofrecido un "m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa" convirtiendo, en su eminente bodrio Interno berlinese, el tri¨¢ngulo en cuadr¨¢ngulo. La pel¨ªcula, que se present¨® como uno de los platos fuertes de la muestra berlinesa, provoc¨® mortales carcajadas en sus momentos m¨¢s dram¨¢ticos.
A Liliana Cavani, aunque se dice izquierdista, le gustan a rabiar los nazis. Ya pretendi¨® hacer con ellos y sus depravaciones una especie de sinfon¨ªa pastoral y le sali¨® aquella mentirosa charanga de prost¨ªbulo titulada Portero de noche. Si aquella mala imitaci¨®n de pel¨ªcula era algo infecto, este Interno berlinese reci¨¦n salido del horno lo es mucho m¨¢s, porque no cuenta con la ennoblecedora presencia de Dirk Bogarde y Charlotte Rampling, sino que est¨¢ degradado por un tr¨ªo protagonista de rostros tan guapos como malos comediantes: la alemana Gudrun Landgrebe, el brit¨¢nico Kevin McNally y la japonesa Mio Takaki.Entre los tres, con ayuda de un largo reparto y un m¨¢s largo presupuesto de producci¨®n, componen una pretenciosa historia de desatadas, perversas y enrarecidas pasiones sin salida, convirtiendo la prestigiosa estratagema argumental del c¨ªrculo vicioso en un penoso acto de fingimiento.
La historia, basada en la novela La cruz budista, del japon¨¦s Junichiro Tanizaki, transcurre -es un decir, pues en realidad es un cuento de ninguna parte, de ninguna gente y de ning¨²n tiempo- en el Berl¨ªn del apogeo de Hitler, hacia 1938, entre miembros de la alta sociedad y de los enrevesados c¨ªrculos de la diplomacia del III Reich. Este brillante escenario es, para Liliana Cavani, la parte perfumada del maloliente mundo que quiso reflejar, sin conseguirlo, en Portero de noche. Pretendi¨® transitar de las cloacas a las fachadas del nazismo y se qued¨® a medio camino, en los escaparates de un sex shop trivial y sofisticado.
Desde estas fachadas, Cavani cuenta -por cierto, muy mal- el despertar y el crecimiento de un furor amoroso y sexual entre una madura burguesa alemana y una joven arist¨®crata japonesa, hasta que el marido de la primera, un alto funcionario del Ministerio del Exterior del Reich, se percata de la tortilla y ejerce el derecho de pernada sobre las dos mujeres, lo que, en vez de arreglar las cosas, las desarregla del todo, debido a que un joven profesor de dibujo descubre tambi¨¦n el berenjenal, decide divertirse con la bonita japonesa, embaucar a la alemana para repartirse con ella sus favores, chantajear al marido diplom¨¢tico y contar tan tremendo tomate a la Gestapo para que ¨¦sta ponga el orden moral en su sitio y la pel¨ªcula pueda acabarse ante la rechifla de los berlineses de hoy.
Este lujoso laberinto de encamamientos -por cierto, sin un solo desnudo en dos horas de metraje y una treintena de fornicaciones ortodoxas y heterodoxas, para mayor morbo- enfri¨® del todo al Berl¨ªn de anoche, que durante la ma?ana y la tarde se hab¨ªa calentado un poco, s¨®lo un poco, con dos medianas pero con algo de c¨¢lida veracidad dentro- pel¨ªculas, tambi¨¦n de tri¨¢ngulo amoroso: la brasile?a A hora da estrela y la b¨²lgara Skupa moja, skupi moj, t¨ªtulo que, dicho sea de paso, suena a salivazo de arriero, pero que traducido significa un cursil¨®n Querida m¨ªa, querido m¨ªo.
Consumo dom¨¦stico
El filme brasile?o es un relato amable, bastante trist¨®n y al final s¨²bitamente dram¨¢tico entre dos mujeres, una avispada comehombres de Sao Paulo y una campesina de pocas luces, que luchan pl¨¢cidamente y sin estridencia por el amor de un achulado mec¨¢nico, que al final se queda sin ninguna de las dos. La directora del filme es Suzana Amaral, que es joven, tiene buenas maneras para el realismo sentimental, sabe poner en movimiento personajes y realiza con Marcelia Cartaxo una convincente composici¨®n de la campesina analfabeta, so?adora y boba.La pel¨ªcula b¨²lgara est¨¢ correctamente realizada por Eduard Zachariev, un cineasta de 48 a?os con ocho largometrajes a sus espaldas, realizado el primero de ellos hace casi 20 a?os. Su Querida m¨ªa, querido m¨ªo es, como la pel¨ªcula brasile?a, una obra de estricto consumo dom¨¦stico, que no romper¨¢ fronteras y que carece de lugar en un festival internacional. No obstante, contiene unas pocas gotas de buen cine, casi todas derramadas por la excelente actriz Mariana Dimitrova. Es un cast¨ªsimo filme de celos y honras conyugales desatadas, en las ant¨ªpodas argumentales del bodrio de la Cavani, y que a estas alturas deja a Calder¨®n de la Barca como un libertino.
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