El atletismo femenino y la aduana del sexo
A ra¨ªz del penoso episodio protagonizado por la Federaci¨®n Espa?ola de Atletismo al retirarle a una atleta la licencia para competir por poseer en su mapa gen¨¦tico cromosomas XY se ha desatado, a mi criterio, un proceso que va tomando un giro por un lado esperado y temido, pero tambi¨¦n sorpresivamente inesperado y mucho m¨¢s peligroso, no s¨®lo por el factor s¨²bito, sino por sus consecuencias negativas, sobre todo para la mujer y para el deporte.Me refiero en primer lugar al esfuerzo period¨ªstico en documentar desempolvando de los archivos caso tras caso -con sus consabidas fotos provocadoras de sospechas-, de supuestas mujeres atletas que hoy por hoy no pasar¨ªan un control de sexo. No existe la menor duda del resquicio ventajoso que una musculatura privilegiada provee al que la posee, de ¨¦xito asegurado en el dominio del deporte, para que alg¨²n porcentaje de transexuales y tramposos intuyeran aqu¨ª un buen negocio y la vocaci¨®n de atletas les resultara un imperativo categ¨®rico. Sus repetidas y sistem¨¢ticas desapariciones de los ex¨¢menes m¨¦dicos o el excesivo pudor en los vestuarios as¨ª lo hacen suponer.
EL SUSTRATO BIOL?GICO
Pero el avance de la ciencia se est¨¢ encargando de sembrar el esc¨¢ndalo, esc¨¢ndalo de autor desconocido, ya que no hay sujeto a quien condenar por ¨¦l, pero s¨ª un n¨²mero creciente de v¨ªctimas, que desafortunadamente son predominantemente mujeres. En este caso no se trata de ignominia patriarcal alguna, sino de un n¨²mero de hechos y leyes de la naturaleza y la cultura cuyo conocimiento no s¨®lo es pertinente y necesario para instancias sociales como la Federaci¨®n de Atletismo o la Prensa, sino absolutamente imprescindibles para evitar en el futuro consecuencias tan negativas como las que se desprenden del episodio de la atleta espa?ola.
Seguramente, si se solicitara un control de sexo a otros n¨²cleos de poblaci¨®n nos hallar¨ªamos ante el impacto -en primer lugar, de las propias encuestadas- de muchas mujeres con cromosomas XY. ?Es que Freud ten¨ªa raz¨®n al sostener que la mujer es m¨¢s bisexual que el hombre?
Los fisi¨®logos del cerebro est¨¢n comenzando a determinar los mecanismos neurohumorales que afectan el comportamiento sexual. El c¨®digo gen¨¦tico aportado por los cromosomas de la c¨¦lula inicial humana (XX o XY) desencadena la liberaci¨®n de sustancias bioqu¨ªmicas que desarrollar¨¢n el tejido embrionario en alguna de las dos direcciones: hombre o mujer. Uno de los hallazgos m¨¢s inquietantes es que s¨®lo si el cerebro fetal -el hipot¨¢lamo- es activado por andr¨®genos (hormonas masculinas), la conducta masculina se desplegar¨¢. El estado neutro, de reposo o inicial para los mecanismos centrales del sexo, as¨ª como los rudimentos de los ¨®rganos sexuales y sus aparatos anexos, son femeninos; si la corriente normal de hormonas masculinas (andr¨®genos) es bloqueada, retoma el comando el cerebro femenino.
.Aparentemente, el cerebro consistir¨ªa en un sistema anat¨®mico ¨²nico, y s¨®lo si es activado con andr¨®genos se pondr¨ªan en marcha los procesos embriol¨®gicos que dar¨¢n por resultado un var¨®n; si esto no ocurre, permanece femenino. Desde el punto de vista neurofisiol¨®gico, el cerebro del hombre resulta ser un cerebro hembra masculinizado. Existen per¨ªodos cr¨ªticos durante los cuales el cerebro fetal es m¨¢s susceptible a la influencia hormonal, de tal modo que basta una simple inyecci¨®n de hormonas en el laboratorio para establecer por vida la conducta sexual, ya sea masculina o femenina.
A veces, la naturaleza se equivoca. El avance de los estudios gen¨¦ticos ha demostrado que muchos individuos presentan un mapa gen¨¦tico at¨ªpico, no todos los mortales somos XX o XY. Algunos son XO (s¨ªndrome de Turner); no tienen ¨®rganos internos sexuales y, sin embargo, el desarrollo anat¨®mico es de mujer; generalmente, presentan comportamiento femenino y son heterosexuales. Otros casos denominados s¨ªndrome de insensibilidad andr¨®gena o feminizaci¨®n testicular, aunque presentan un perfil cromos¨®mico XY, sin embargo se desarrollan como mujeres heterosexuales.
Se supone que el defecto hormonal es del ¨®rgano perif¨¦rico que no responde a los andr¨®genos en circulacion. Estos casos s¨®lo son detectados y puestos en evidencia en alg¨²n peregrino control de sexo. Generalmente, esta situaci¨®n se impone a los deportistas y en las meticulosas investigaciones por infertilidad. Cuando el hallazgo es positivo se desata tanto el torbellino del esc¨¢ndalo como el cataclismo de la identidad: ?soy hombre o mujer?
ERRORES DE LA NATURALEZA
La naturaleza no s¨®lo se equivoca, sino que incluso una vez dada es posible desviarla, torcerla, forzarla, subvertirla, acallarla. Los descubrimientos de las ¨²ltimas d¨¦cadas, al decir de Money (Desarrollo de la sexualidad humana, Morata, 1982), est¨¢n produciendo un verdadero terremoto de las creencias y certezas m¨¢s hondamente enraizadas en el ser humano. "Lo que natura no da Salamanca no presta" tendr¨¢ que ser revisado y puesto al d¨ªa, ya que parece que no s¨®lo presta, sino que puede reconvertir. Hasta hace una d¨¦cada, a ning¨²n hombre -lego o cient¨ªfico- se le ocurr¨ªa concebir que el sentimiento de ser hombre o mujer y los deseos sexuales correspondientes, es decir, lo que se conoce como la identidad sexual de un sujeto, no tuviera que ver con el cuerpo que posee, con su anatom¨ªa.
Hace algunos a?os, endocrin¨®logos infantiles constataron que algunas ni?as que sufren una afecci¨®n cong¨¦nita de las gl¨¢ndulas suprarrenales presentan al nacer una virilizaci¨®n de sus ¨®rgangs genitales externos que conduce a que algunos m¨¦dicos se equivoquen en la rotulaci¨®n inicial del sexo y manden encender la luz celeste. Al cabo de algunos a?os se desvela que no eran varones, sino ni?as. Pero como tanto los m¨¦dicos como los padres estaban convencidos de la naturaleza masculina de ese cuerpo, lo han llamado Juan o Pedro, lo han vestido, tratado, concebido como var¨®n, le han comprado pelotas, trenes, ametralladoras y esperan que se convierta en un gran m¨¦dico en el futuro. Cuando a la edad de cuatro o cinco a?os, ante la evidencia del error cometido, se ha intentado la reasignaci¨®n de sexo -con la consternaci¨®n y resignaci¨®n d padres y familiares- no se ha podido, la nena se resiste, ella es var¨®n.
Estas repetidas experiencias han conducido a que los bi¨®logos del comportamiento depusieran la primac¨ªa de su dominio y consideraran a la biolog¨ªa derrotada. Ella no tiene nada que hacer ante el poder de la creencia humana. Aquello que parec¨ªa la roca basal, la fuente, la naturaleza primera, el cuerpo y todo su bagaje, quedaba en segundo t¨¦rmino, por lo que concluyeron que deb¨ªa modificarse el diccionario acu?¨¢ndose el concepto de identidad de g¨¦nero, tambi¨¦n para el ser humano.
Hasta ahora, g¨¦nero como categor¨ªa dicot¨®mica s¨®lo hallaba su aplicaci¨®n para el orden de las palabras; ¨¦stas pueden ser masculinas, femeninas o neutras. Pues bien, si aquello que va a organizar la identidad del hombre y la mujer es del orden de las palabras, las proferidas por el m¨¦dico, "?su mujer ha tenido un var¨®n!", las que conforman los infinitos susurros de la madre con su beb¨¦, las ¨®rdenes de compra de vestuario celeste, el nombre asignado, las que organizan las expectativas sobre el futuro hombrecito y el universo de significaciones estereotipadamente pautadas en las que ese cuerpo ser¨¢ incluido, ?por qu¨¦ entonces no utilizar la misma clasificaci¨®n diferenciadora de las palabras para los hombres y las mujeres y comenzar a hablar de g¨¦nero femenino y masculino?
SEXO Y G?NERO
Entonces,?deberemos modificar todos los documentos de identidad, y donde dice sexo, tacharlo y poner g¨¦nero? ?Es posible imaginar a la burocracia estatal ante el di lema de decidir si lo que le interesa de una persona para su documento de identidad son sus cromosomas (sexo gen¨¦tico), sus hormonas (sexo hormonal), sus ¨®rganos genitales internos (sexo gonadal), sus ¨®rganos genitales externos (sexo anat¨®mico), lo que le dijeron que era al nacer (sexo asignado), o su sentimiento o idea sobre su ser sexuado lo que cree y desea ser (g¨¦nero o identidad psicol¨®gica)? Quiz¨¢ sea prematuro enfrentar al se?or de la taquilla con estas elucubraciones sofisticadas, pero un conocimiento de estos temas ser¨ªa no s¨®lo pertinente, sino imprescindible en ciertas instituciones sociales como la Federaci¨®n Internacional de Atletismo y su filial espa?ola, ya que en su seno se practica y eval¨²a una cuesti¨®n tan delicada como el control de sexo. Una persona cuyos ¨®rganos sexuales internos y externos y, por tanto, sus hormonas -o sea, su sexo gonadal, hormonal y anat¨®mico- y como consecuencia l¨®gica y natural su identidad de g¨¦nero, ya que siempre fue considerada y se consider¨® una mujer, pero que un d¨ªa se descubre que tiene cromosomas XY. ?Es var¨®n? ?Qui¨¦n o qu¨¦ instancia lo decide y se erige en ¨¢rbitro cuando ya no podemos apelar a la madre naturaleza, y los mismos bi¨®logos y m¨¦dicos piden ayuda a otros campos del saber humano para el estudio y dictamen en estas cuestiones? ?Qu¨¦ es lo decisivo entonces para discernir la feminidad de una mujer?
Y es en torno a este punto que el giro tomado por los comentarios sobre el reciente incidente me parece m¨¢s peligroso. Se apela a la complejidad del proceso para determinar el sexo y el g¨¦nero de una persona como raz¨®n y motivo suficiente para que la ley se mantenga al margen de las particularidades individuales y dictamine en general. ?Qu¨¦ quiere decir esto? En general es que al ser el tejido embrionario neutro de naturaleza femenina, cada vez que se presente una anomal¨ªa a la debida masculinizaci¨®n, es decir, la regida por los cromosomas, se desarrollar¨¢ una mujer que al ser examinada se la dictaminar¨¢ hombre. ?Es que debemos arrodillarnos ante nuestros genes como los nuevos dioses que rigen nuestros destinos o la ley deber¨¢ humanizarse de una vez por todas y deponer su lineal rigor (o simplemente pereza) a favor del mosaico, de la complejidad inherente hasta en lo m¨¢s natural del ser humano?
CURIOSIDAD Y TRUCULENCIA
Tambi¨¦n pensamos que la Prensa y brazos ejecutores son parte interesada en este tema, pero quiz¨¢ llamados a representar otro papel. El de comprender el descomunal, aterrador y conmovedor drama humano que se desata el d¨ªa en que uno se despierta con la novedad de que no era el que cre¨ªa ser.
El borde entre simple curiosidad y truculencia, o entre genuino inter¨¦s y perversi¨®n, es dif¨ªcil de trazar en cuestiones de sexo y g¨¦nero, y si para algunos puede ser un espl¨¦ndido motivo para figurar en letras de molde y conseguir alg¨²n contratillo, para otros puede constituir el derrumbe de una vida honestamente vivida en todos los planos: legal, moral, ps¨ªquico y sobre todo biol¨®gico.
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