Ante el refer¨¦ndum
COINCIDE LA celebraci¨®n del refer¨¦ndum sobre la permanencia de Espa?a en la OTAN con una de las campa?as m¨¢s pasionales y menos esclarecedoras de las vividas por la sociedad espa?ola en los ¨²ltimos 10 a?os. Seguramente, lo que cualquier elector com¨²n pedir¨ªa a estas alturas de la cita ante las urnas es poder ejercer su derecho al voto liberado de tant¨ªsima y promiscua confusi¨®n propagand¨ªstica. Pocas convocatorias han acumulado sobre s¨ª un mayor surtido de adherencias ajenas al contenido de la consulta. Partiendo de los enredos y contingencias partidistas quese han sobrea?adido, se puede dar el caso incluso de que sea iniposible hacer coincidir la directa intenci¨®n del votante con la cadena de efectos que se deduzcan de su elecci¨®n. En estas condiciones, el refer¨¦ndum est¨¢ exigiendo ante todo un esfuerzo que contribuya, a devolverle nitidez. Y, sea del todo o no posible, no queda otro remedio que intentarlo.La decisi¨®n de convocar este refer¨¦ndum nace con un vicio imborrable. Se celebra con la desapasionada inercia de cumplir una palabra empe?ada. Pero empe?ada sobre un instrumento que conducir¨ªa gracias al voto popular, ampliamente anclado en el no, a la salida de la OTAN. Los socialistas hacen descansar su cambio de posici¨®n en las ense?anzas que la acci¨®n de gobierno les han procurado desde 1982, y se defienden de su incoherencia exterior enfatizando la coherencia interna que mantienen, antes y ahora, al proponer lo que en cada momento consideran m¨¢s conveniente para Espa?a.
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Siendo as¨ª, y puesto que en el tiempo en que los socialistas alcanzan esta nueva convicci¨®n, Espa?a era miembro de la Alianza Atl¨¢ntica, nada m¨¢s f¨¢cil que dar la cuesti¨®n por zanjada. La previa aprobaci¨®n de ese estatuto por un Parlamento soberano le podr¨ªa haber ahorrado los muchos trastornos, gastos y zozobra pol¨ªtica que se derivar¨ªan de un refer¨¦ndum proyectado para otro fin. ?sta habr¨ªa sido una ecuaci¨®n de sentido com¨²n. No atenderla se debe a una ponderaci¨®n de car¨¢cter pol¨ªtico en la que se calibran ventajas y desventajas. En la estimaci¨®n de las ganancias y riesgos, el Gobierno concluy¨®, sin perder de vista la proximidad de las elecciones generales, que ser¨ªa menos perjudicial para su partido lanzarse a modificar la actitud de sus electores que incumplir una promesa electoral m¨¢s, demasiado emblem¨¢tica y controlable. El efecto de esta decisi¨®n, de clara estrategia partidista, desencaden¨® a su vez la estrategia partidista de los otros.
Pero los elementos dom¨¦sticos de la consulta han perjudicado en primer lugar su alcance internacional. Desbrozada de las cuestiones espurias, oportunistas y electoralistas, la elecci¨®n de pertenecer o no a la Alianza Atl¨¢ntica ser¨ªa una decisi¨®n en la que deber¨ªan entrar en liza los argumentos que, en las presentes condiciones mundiales, consideran a la OTAN y su pol¨ªtica disuasiva un instrumento todav¨ªa ¨²til para asegurar la paz mundial, y los que, por el contrario, encuentran estas ventajas en la desarticulaci¨®n unilateral de bloques. En ninguno de ambos casos se plantea la oposici¨®n entre la paz y la guerra. Ambas posturas buscan un mismo objetivo de pacificaci¨®n mundial y evitaci¨®n de una gran guerra. Alistarse en uno u otro lado de esta pol¨¦mica significa participar en el gran debate sobre la amenaza de una conflagraci¨®n nuclear y en cu¨¢l ser¨ªa la mejor manera de impedirlo (no la manera ideal, sino la manera posible). Y ¨¦ste es de por s¨ª el terreno donde, con la divulgaci¨®n de informaci¨®n, tendr¨ªa que haberse centrado el refer¨¦ndum espa?ol sobre la OTAN.
La explicaci¨®n de que no haya sido as¨ª se encuentra en el peculiar proceso por el que se llega a esta consulta, pero tambi¨¦n por otras razones complementarias. La sociedad espa?ola, que apenas desde el primero de enero de este a?o se encuentra implicada en los problemas de Europa, ha sido poco sensible a los temas de defensa y seguridad europea y ha asumido muy d¨¦bilmente su realidad. La conciencia de formar parte de un continente dividido tras la II Guerra Mundial no ha tenido aqu¨ª ning¨²n arraigo. Las amenazas que han pesado sobre la paz espa?ola son secular y primordialmente internas. Falta de ese pathos que dej¨® en Europa el fin de la segunda guerra, Espa?a tampoco ha experimentado la necesidad de aliarse con sus vecinos. Ser o sentirse Europa es ante todo compartir la misma historia, y no en vano la entidad europea ha sido mucho tiempo, para los espa?oles, una categor¨ªa equivalente a lo extranjero.
Nuestro pa¨ªs no ha asumido, por tanto, los conceptos de defensa de las democracias occidentales, frente al riesgo sovi¨¦tico, que ha desempe?ado la OTAN en los tiempos de la guerra fr¨ªa. Mientras este argumento era compartido en el continente, Espa?a sobreviv¨ªa duramente a los estragos de su guerra civil y se conceb¨ªa al margen de ese mundo. Ahora, cuando el debate sobre la defensa occidental ha tenido ocasi¨®n de producirse entre los espa?oles, es tarde y est¨¢ matizado por dos fen¨®menos nuevos y capitales. De una parte, la iniciaci¨®n de una v¨ªa hacia la distensi¨®n, a partir sobre todo de las renovadas posiciones de la URSS, inducen a replantear las t¨¢cticas de contrapesos. De otra, el desarrollo de la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI) por Estados Unidos altera los principios de aquella Alianza Atl¨¢ntica. En Europa, adem¨¢s, y no al margen de estos datos, ha ido creciendo gradualmente la idea de una mayor independencia respecto a Estados Unidos y un acercamiento entre el Este y el Oeste, con sus inevitables e intrincados contenidos de confianza y de recelo.
De todo este dinamismo en el escenario europeo, clave para el porvenir de Europa y decisivo para la paz mundial, los espa?oles se encuentran en ayunas. Como consecuencia, la OTAN y su papel en el juego pol¨ªtico de la carrera de armamentos y las conversaciones sobre el desarme son un fantasma o una abstracci¨®n. En ambos supuestos, pues, un elemento f¨¢cil para los tratamientos ideol¨®gicos y propicio para ser maquillado, seg¨²n los gustos, como un ¨¢ngel exterminador o como un ¨¢ngel de la guarda.
Contra la abstenci¨®n
La discusi¨®n sobre la paz es, en s¨ªntesis, el tema crucial sobre el que lamentablemente n¨® se ha fijado la pol¨¦mica. Parad¨®jicamente, sin embargo, y sea cual sea la consciencia que tras la confusi¨®n acumulada en torno al refer¨¦ndum le quede al electorado, es s¨®lo la paz, la manera de contribuir a ella, lo que se dirime en la votaci¨®n del pr¨®ximo d¨ªa 12. No hay una postura inequ¨ªvoca en ello: se puede buscar la paz votando el s¨ª o votando el no. La abstenci¨®n es, en cambio, la fuga. Aun siendo leg¨ªtima, nadie encontrar¨ªa buenos motivos para soslayar su pronunciamiento. En una democracia, abstenerse es un derecho pero votar es el deber de todo buen ciudadano: el voto en blanco queda para los que no quieran decidirse. La abstenci¨®n es de quienes no creen en las urnas. En ese sentido, es preciso se?alar algunas virtudes reales del refer¨¦ndum: los espa?oles disponen gracias a su voto en esta consulta de un privilegio que ser¨ªa inconsecuente despilfarrar en atenci¨®n a cualquier oportunismo de partido. Se trata de pronunciarse sobre cuestiones de pol¨ªtica internacional y defensa, muy pocas veces sometidas a la consideraci¨®n de los ciudadanos. Eso constituye un paso adelante y es bien lamentable que su valor haya sido ofuscado por la torpeza de los planteamientos.Nunca este peri¨®dico, salvo en los casos inequ¨ªvocos de defensa de la democracia -aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, resistencia contra el 23-F-, ha recomendado un voto concreto a sus lectores, que son plurales, y no lo va a hacer en esta ocasi¨®n. Recomendamos que se vaya a votar, libre y responsablemente. Pretendemos, desde hace d¨ªas, ofrecer la mayor informaci¨®n posible para que la reflexi¨®n del ciudadano pueda ser efectiva.
Obvio es, y con ello volvemos al principio, que el voto del electorado est¨¢ en las concretas circunstancias espa?olas, cargado de efectos pol¨ªticos sobre la situaci¨®n interior. En relaci¨®n con el concierto internacional, donde Espa?a debe contribuir de un modo u otro a la distensi¨®n, un Gobierno estable permite un margen de operatividad y eficacia m¨¢s alto. ?sta podr¨ªa ser una ventaja de la victoria del s¨ª. Otra es la que se derivar¨ªa de poder seguir disfrutando de una tecnolog¨ªa punta que, por su car¨¢cter de doble uso, civil y militar, nos ser¨ªa vetada por los aliados caso de abandonar la OTAN. Y, otra m¨¢s, tambi¨¦n econ¨®mica, es la misma estabilidad pol¨ªtica que proceder¨ªa m¨¢s fluidamente del triunfo del s¨ª y que reforzar¨ªa, las presentes expectativas empresariales en un momento favorable a la reactivaci¨®n. Independientemente de la pol¨ªtica econ¨®mica que se siguiera m¨¢s tarde, una derrota del s¨ª y la probable divisi¨®n que se produjera en el PSOE abrir¨ªan un per¨ªodo de interinidad y la consecuente espera en las inversiones.
M¨¢s all¨¢ de esto, sin embargo, parece catastrofismo inducir que de un triunfo del no pueda emerger una din¨¢mica que comprometer¨ªa al mismo sistema. Los costes de este resultado, previsiblemente m¨¢s altos para la normalidad interior que los de la victoria del Gobierno, pueden ser tambi¨¦n una prueba para la resistencia democr¨¢tica y servir dp lecci¨®n para un Ejecutivo que no ha escat¨ªmado su prepotencia. Dicho esto, no es posible, sin embargo, ocultar la preocupaci¨®n que produce que un voto negativo altere la estabilidad pol¨ªtica y nos traslade a una etapa similar a la del principio de la transici¨®n. Otra desventaja de un resultado negativo ser¨ªa, adem¨¢s, el sentimiento de frustraci¨®n que puede recaer sobre la poblaci¨®n en un futuro no lejano. A este efecto, basta considerar que, aun no siendo jur¨ªdicamente imposible abandonar la Alianza Atl¨¢ntica, la salida se encontrar¨¢ siempre en la propuesta de un Gobierno y en la votaci¨®n de un ulterior Parlamento donde dif¨ªcilmente encontrar¨¢ apoyo. Y nada hace pensar que los principales males que los detractores oponen a la OTAN vayan a quedar subsanados con la continuaci¨®n de la integraci¨®n militar con Estados Unidos. Pueden estos grupos, como en el caso del partido comunista, preconizar la denuncia del tratado hispano-norteamericano, pero, igualmente, es improbable que prosperara esta moci¨®n que, por cierto, nunca hasta ahora presentaron los comunistas en el Congreso. Pero nada cabe oponer, desde luego, a estos tan leg¨ªtimos como dif¨ªciles planteamientos.
Finalmente, si fuera posible despejar una parte de la confusi¨®n acumulada y se destacara con ello la voluntad de paz que debe animar el sentido del voto, todav¨ªa se lograr¨ªa devolver su real significado a este refer¨¦ndum. Si, adem¨¢s, en los d¨ªas que quedan hasta la consulta, se adelantara en desdramat¨ªzar actitudes y los efectos del resultado, se contribuir¨ªa tambi¨¦n a la pacificaci¨®n interior y a la solidez de la democracia espa?ola.
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