Los 'derechos ' de los escritores
Los escritores espa?oles viven, seg¨²n el autor de este art¨ªculo, en una indefensi¨®n que es similar a la que padecen otros artistas. La diferencia est¨¢ en que los escritores parecen contar con menos oportunidades para explicar hasta qu¨¦ punto es injusto el tratamiento que reciben por parte del poder, que se da cuenta de la precariedad de su existencia cuando llega la hora de decirles el ¨²ltimo adi¨®s.
El escritor suele gustar de la soledad. Su mundo es interior. Rompe su silencio al exteriorizarlo en la literatura. D¨ªas pasados, los actores, m¨¢s dados a sacar sus problemas a la plaza p¨²blica, han planteado su contencioso con la Seguridad Social en la calle. Y sin embargo, desde hace dos a?os, el escritor viene sufriendo a veces con violencia, este problema.Encuadrado desde que en 1971 se creara la Mutualidad Laboral de Escritores de Libros en un r¨¦gimen especial con car¨¢cter voluntario, el escritor pagaba unas aproximadamente 5.000 pesetas por su afiliaci¨®n a la misma.
Los administradores pol¨ªticos del "atado y bien atado" decidieron, sin embargo, aplicar el cambio a este peque?o colectivo mediante el Real Decreto 45/46 de 1984: adscripci¨®n forzosa, no optativa, al r¨¦gimen general de la Seguridad Social dentro de la categor¨ªa de trabajadores aut¨®nomos, con necesidad de poseer patente fiscal y elevando la cotizaci¨®n de un 3% a un 23,1%. Es decir, se consideraba al escritor no como trabajador por cuenta ajena -?d¨®nde queda la figura del editor?-, sino como empresario. Se inici¨® una grotesca batalla. A quienes se negaban a pagar se les amenaza con el embargo. ?Cu¨¢ntos dramaturgos, poetas, novelistas, se han visto de pronto enfrentados a esta historia ilustrada en el siglo XIX por Gabriel y Gal¨¢n? Algunos testimonios tengo de la misma. Y quienes quer¨ªan darse de baja de la Seguridad Social, por no poder afrontar mensualmente su coste, topaban con un reglamento kafkiano: imposible, nadie, puede hacerlo. Me contaba un conocido poeta y ensayista c¨®mo su batalla con el funcionario de turno al que hubo de amenazar con dar la Esta de todos los ministros, ex ministros, hombres en activo de la actual Administraci¨®n que pululan o han pululado por los interiores o aleda?os de la casa de los enchufes y las chimeneas, y que, publicando uno o m¨¢s libros, no cotizan ni figuran en este r¨¦gimen de los escritores de libros- termin¨® cuando estamp¨® su firma en una declaraci¨®n jurada en la que por su honor declaraba que no hab¨ªa publicado un solo libro en los ¨²ltimos cinco a?os y no pensaba publicar o escribir m¨¢s libros de por vida. Le dieron la baja, sali¨® del antro y march¨® a corregir pruebas de su inmediata obra, que bien pod¨ªa tratar de esta nueva corte de los milagros.
Y de la seguridad social pasamos, brevemente, al anteproyecto de ley de Propiedad Intelectual, aprobado en reciente Consejo de Ministros, que se debatir¨¢ pr¨®ximamente en el Parlamento, anteproyecto que no contempla ning¨²n art¨ªculo referente a este tema de la Seguridad Social.
Poco queda en ¨¦l de nuestras exigencias. En el art¨ªculo 26 se explicita: "Los derechos de explotaci¨®n de la obra durar¨¢n toda la vida del autor y 60 a?os despu¨¦s de su muerte" (antes eran 80).
Referencia ¨¦tica
No se contempla el pago de un ea non por los editores, o de una pro moci¨®n de esos libros que reducen su coste al no pagar derechos de autor, en beneficio de la sociedad. A su vez, el art¨ªculo 41 en vuelve en una vaga referencia ¨¦tica esta utilizaci¨®n de los escritores post m¨®rtem: "Las obras de dominio p¨²blico podr¨¢n ser utiliza das por cualquiera, respetando siempre el derecho moral del autor". Dif¨ªcilmente van a luchar los herederos de William Shakespeare o Miguel de Cervantes contra ese cualquiera a la hora de verificar el tipo de edici¨®n realizado. L¨¢stima que quienes tanto defienden estas leyes no hagan lo mismo, por ejemplo, con aquellas que desde hace siglos siguen manteniendo en el paro y el hambre a los jornaleros de Marinaleda, por poner un caso, a mayor gloria de los hacendados que en sus palacios tanto se preocupan por conservar el arte. Siempre hay dos tipos de demagogia.
A este respecto, bueno es anunciar que el pr¨®ximo congreso de escritores de Europa se celebrar¨¢ en nuestro pa¨ªs en 1987, y que ser¨¢ precisamente el dominio p¨²blico uno de sus puntos centrales.
A tal efecto, se ha constituido ya una comisi¨®n en Londres -yo mismo formo parte de ella- que estudiar¨¢ el tema a la vista de los informes recibidos de todos los pa¨ªses europeos.
Contrato
En el art¨ªculo 68 de la presente ley se pretende elevar a 20 a?os la extinci¨®n del contrato de edici¨®n, salvo venta total de ejemplares, contrato exclusivo a tanto alzado (que puede pactarse expresamente entre autor y editor para una primera o ¨²nica edici¨®n -?cu¨¢ntos poetas habr¨¢n de continuar pagando sus ediciones si quieren ver impresos sus libros!-) o terminaci¨®n del plazo pactado. Y en el art¨ªculo 71, el tema del control de tirada, determinante para los escritores, se deja una vez m¨¢s sujeto a la ambig¨¹edad: "El n¨²mero de ejemplares de cada edici¨®n estar¨¢ sujeto a control de tirada, a trav¨¦s del procedimiento que reglamentariamente se establezca, o¨ªdos los sectores profesionales afectados".La anterior ley data del 10 de enero de 1879. ?Hasta cu¨¢ndo habremos de esperar a que se reconozca este derecho?
Ante esta situaci¨®n, s¨®lo nos resta pedir que al menos el ministro de Cultura o sus asesores respeten la ¨²ltima soledad de los escritores, que no presidan funerales, busquen viejas cenizas, se fotografien con quienes ya sienten no en v¨ªvida angustia, sino en certera realidad, la presencia de la muerte. Que tengan presentes los versos de Cernuda:
"?Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos? / Ojal¨¢ nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable. / Para aquellos que vivieron por la palabra y murieron por ella, / como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio all¨¢ no evita / ac¨¢ la farsa elogiosa repugnante. Alguna vez dese¨® uno / que la humanidad tuviera una sola cabeza, para as¨ª cort¨¢rsela. / Tal vez exageraba: si fuese s¨®lo una cucaracha, y aplastarla...".
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