Control de la opini¨®n

En el n¨²mero 140 de la edici¨®n internacional de EL PA?S aparece por primera vez el requisito de acompa?ar las cartas al director con informaci¨®n detallada respecto a los remitentes, incluyendo identificaci¨®n de tipo policial, como el n¨²mero del documento nacional de identidad o del pasaporte. Le confieso que, sin explicaci¨®n, este requisito sugiere un control de la opini¨®n poco halag¨²e?o para ciudadanos que han vivido largamente en un Estado contrario a la libertad de expresi¨®n, Estado cuya sombra se proyecta todav¨ªa en la forma de delitos de apolog¨ªa del terrorismo y en las disposiciones que obstaculizan y pueden llegar a penalizar la labor period¨ªstica (recu¨¦rdese a Xavier Vinader).Como toda censura, tales disposiciones alcanzan su efecto no tanto en el n¨²mero mayor o menor de represiones cuanto en la extensi¨®n e intensidad de la supresi¨®n quela disposici¨®n como tal impone a la opini¨®n. Tampoco puede tranquilizar, tras la exigencia de proporcionar los datos personales y civiles del autor, la de que las cartas destinadas a esta secci¨®n vayan firmadas (se entiende de pu?o y letra). ?Acaso pueden ser utilizadas para incriminar al remitente en su debido momento?

Es posible que nada de esto encierren las nuevas y sorprendentes exigencias de EL PA?S a sus corresponsales. Sin embargo, la creciente tendencia a utilizar los recursos de la inform¨¢tica para controlar a los ciudadanos (l¨¦asela noticia sobre los proyectos de ley del Gobierno de la RFA en el mismo n¨²mero de EL PA?S) hace harto inc¨®moda la reciente normativa del diario, en tanto se mantiene a los lectores ignorantes del porqu¨¦ de tal disposici¨®n, perfectamente gratuita por lo que se refiere a la simple expresi¨®n de opiniones m¨¢s o menos concisas.-