'Pol¨ªtica de Dios y gobierno de Cristo'
?ste es el t¨ªtulo de un sustancioso y todav¨ªa actual libro de nuestro don Francisco de Quevedo y Villegas, dirigido al rey Felipe IV. Y me he acordado de ¨¦l porque lo encuentro en contradicci¨®n con lo que he descubierto en el reciente viaje a Roma, donde emerge, pujante, y vigorosa y yo dir¨ªa peligrosa una supuesta "pol¨ªtica de Dios" que a mi leal entender encubre en su seno una sutil tentaci¨®n sat¨¢nica. Quevedo, en el cap¨ªtulo XXII ("Al rey que se retira de todos, el mal ministro le tienta, no le consulta"), dice estas palabras: "Y no deben fiarse los reyes de todos; los que llevaren a la santa ciudad y al templo; que ya vemos que a Cristo el demonio le trajo al templo. ?Qu¨¦ cosa m¨¢s religiosa y m¨¢s digna de la piedad de un rey, que ir al templo y no salir de los templos, y andar de un templo en otro? Pero advierta vuestra majestad que el ministro tentador halla en los templos despe?aderos para los reyes, divirti¨¦ndolos de su oficio; y hubo ocasi¨®n en que llev¨® al templo, para que se despa?ase, a Cristo".En Italia crece el movimiento cat¨®lico llamado Comuni¨®n y Liberaci¨®n, que tiene un brazo secular denominado Movimiento Popular. La teolog¨ªa subyacente de este grupo es la misma que estaba bajo los presupuestos de la Democracia Cristiana. El Concilio Vaticano II dio un duro golpe a esa teolog¨ªa, que podr¨ªamos calificar, con Maritaln, de nueva cristiandad. Es decir, convencida de que es imposible una marcha atr¨¢s hacia al medievo, la Iglesia se contentar¨ªa con una presencia alternativa en el mundo moderno, dispuesta siempre a tomar las riendas de todos los instrumentos pol¨ªticos que por procedimientos limpiamente democr¨¢ticos les cayeran en sus manos. El fundador de Comuni¨®n y Liberaci¨®n, el padre Giussani, no vio con buenos ojos que a finales de los a?os sesenta un buen grupo de sus leales leyera con gusto mi libro El cristianismo no es un buen humanismo, donde yo recog¨ªa mis trabajos utilizados por algunos padres conciliares y que iban en la direcci¨®n de lo que despu¨¦s result¨® el documento m¨¢s caracter¨ªstico del Concilio, la Gaudium et spes, donde la Iglesia renunciaba a su pretendida condici¨®n de sociedad perfecta y se contentaba, ateni¨¦ndose al Evangelio, con ser pueblo de Dios en una sociedad secular. All¨ª se afirm¨® rotundamente la autonom¨ªa de lo temporal y se reconiend¨® el desmontaje de todos los posibles confesionalismos.
L¨®gicamente esto no pod¨ªa agradar a la mentalidad de la Democracia Cristiana. Y aunque el movimiento Comuni¨®n y Liberaci¨®n aparentemente se presenta como cr¨ªtico de aqu¨¦lla, a la hora de la verdad no es m¨¢s que una renovaci¨®n del viejo partito popolare de Dom Sturzo. La prueba est¨¢ en que los miembros de Comuni¨®n y Liberaci¨®n que triunfan en pol¨ªtica lo hacen siempre aterrizando en plataformas de la Democracia Cristiana.
Recientemente, Guido Gerosa, un periodista adicto a la causa de Comuni¨®n y Liberaci¨®n, en un libro paneg¨ªrico sobre su l¨ªder, Roberto Formigoni, afirma rotundamente que "hay una pol¨¦mica subterr¨¢nea, pero insistente, de Comuni¨®n y Liberaci¨®n con la Iglesia del posconcilio". Esto bastar¨ªa para que las cosas quedaran claras. Todo ello coincide con las opiniones vertidas por el cardenal Ratzinger y otros "profetas de calamidades" (expresi¨®n de Juan XXIII) que en el posconcilio no ven m¨¢s que un proceso de decadencia de la Iglesia. Por el contrario, estos ¨²ltimos d¨ªas, estando yo en Roma, tuve el placer de presentar ante los periodistas vaticanistas (expertos en temas religiosos) el reciente libro-entrevista del Concilio, donde afirma rotundamente que, de no haber mediado ese acontecimiento ecum¨¦nico, la Iglesia cat¨®lica "ser¨ªa una cat¨¢strofe".
Como vemos, nos encontramos con dos mentalidades opuestas: una, que se atiene al Concilio y que opta por la confesionalidad y por la secularidad, y otra que no quiere renunciar a los viejos tiempos de la cristiandad. Es curioso que Comuni¨®n y Liberaci¨®n est¨¢ constantemente buceando en la Edad Media e intentando extraer de ella los mejores alimentos para su ideolog¨ªa.
Y en Espa?a, ?qu¨¦? Afortunadamente, los obispos acaban de declarar p¨²blicamente que no est¨¢n dispuestos a dar el nihil obstat a ning¨²n partido que se apellide cristiano. Eso s¨ª, la presencia de la Iglesia en la sociedad no queda por ello descartada. Bien lo ha dicho el presidente de la conferencia episcopal. Pero esta relaci¨®n de la Iglesia no ser¨¢ nunca alternativa t¨¦cnica, como pretenden claramente los muchachos de Comuni¨®n y Liberaci¨®n, sino exclusivamente ¨¦tica y moral, y proclamada no desde plataformas de poder, sino desde el suelo lleno de la comunidad humana.
Esto, y nada m¨¢s que esto, es lo que hizo nuestro don Francisco de Quevedo en su Pol¨ªtica de Dios y gobierno de Cristo, como antes lo hab¨ªa hecho fray Bartolom¨¦ de las Casas, fray Domingo de Soto, el padre Vitoria y tantos pr¨®ceres que tuvo la Iglesia cat¨®lica en aquella ¨¦poca constitutiva de eso que llamamos Espa?a y que todav¨ªa no acabamos de saber qu¨¦ cosa sea.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.