El silencio de los l¨ªderes
AYER SE cerr¨® el tiempo autorizado para la publicaci¨®n de sondeos de opini¨®n sobre el refer¨¦ndum, y con ello, el electorado vivir¨¢ hasta el 12 unos d¨ªas de sombra en el conocimiento de lo que sus vecinos proyectan votar. No le faltar¨¢n, sin embargo, nuevos alegatos e informaci¨®n en los medios de comunicaci¨®n ni tampoco el fuego cruzado de proclamas en los espacios institucionales de la campa?a. Lo que s¨ª ha de echar de menos el ciudadano, como una ausencia injustificable a menos que se corrija, es la actitud de algunos significativos l¨ªderes pol¨ªticos que contin¨²an escondiendo su decisi¨®n de voto.Pocas convocatorias electorales han reunido m¨¢s elementos de inoportunidad y oportunismo pol¨ªtico. Inoportunidad del grupo gobernante, a causa de la misma convocatoria, y oportunismo especialmente a cargo de los grupos que han pretendido obtener beneficios de lo que, seg¨²n los ¨²ltimos datos, se revela como una arriesgada operaci¨®n de gobierno. Con estas circunstancias, que han deteriorado fragmentos de la convivencia pol¨ªtica y han empezado incluso a enrarecer las expectativas econ¨®micas, con ca¨ªdas fulminante de las bolsas, avisos de los banqueros y cosas as¨ª, la inhibici¨®n que han elegido algunos l¨ªderes es o una fuga de sus responsabilidades o un oportunismo demasiado burdo.
Resulta que los fil¨®sofos, los cient¨ªficos e incluso los dramaturgos y poetas, intelectuales a granel, se han comprometido en manifiestos a favor del s¨ª y del no, en una actitud que moralmente puede y debe ser la suya, pero que no responde a una responsabilidad pol¨ªtica objetiva. Pero, en cambio, calificados hombres pol¨ªticos sortean el momento de una manifestaci¨®n clara sobre su intenci¨®n personal de voto. Eso desdice de su capacidad de liderazgo y pone de relieve su disposici¨®n a ganar en cualquier pa?o. El silencio sobre la cualidad del voto, que en cualquier ciudadano particular es coherente con su derecho al secreto del sufragio, es incoherente en una personalidad que se declara con voluntad de intervenir en la vida p¨²blica. La contradicci¨®n que se establece entre expresar una vocaci¨®n de dirigente y ocultar pudorosamente su criterio, justo cuando m¨¢s evidente es la demanda, ser¨ªa bastante para cuestionar la capacidad de direcci¨®n que se le atribuye.
Pero si esto se puede decir de algunos pol¨ªticos a t¨ªtulo individual, la misma consideraci¨®n es v¨¢lida para las c¨²pulas de determinados partidos pol¨ªticos. La Constituci¨®n reconoce, como una de las funciones propias de ¨¦stos, la de fomentar y animar la participaci¨®n en la vida pol¨ªtica, y para ello, entre otras prerrogativas, reciben ayudas econ¨®micas del Estado. Muy dif¨ªcilmente, por tanto, podr¨¢ decirse que los grupos que proclaman la abstenci¨®n o aquellos otros que presumen de dejar libertad de voto a sus militantes contribuyan a estimular la acci¨®n pol¨ªtica. Soslayar el ejercicio del voto es un derecho de los ciudadanos, pero inducir a soslayarlo desde quienes aspiran a recibir el apoyo electoral se asemeja mucho al oportunismo m¨¢s vergonzante, incluso a costa de desacreditar el uso de las urnas. La cuesti¨®n que se debate en este refer¨¦ndum es de tan incuestionable trascendencia para el futuro de la pol¨ªtica espa?ola y del panorama internacional, que no existe f¨¢cil justificaci¨®n para el abandonismo activo -recomendando la abstenci¨®n- o para el abandonismo pasivo -dejando el asunto al desgaire-, seg¨²n han escogido algunas agrupaciones de ¨¢mbito estatal y auton¨®mico.
Frente a este comportamiento destaca, precisamente, la posici¨®n de algunos destacados miembros de esos partidos, como el presidente del Gobierno Vasco, Jos¨¦ Antonio Ardanza, y el ex lendakari Carlos Garaicoetxea, que han opuesto a la equivocidad del PNV sus netas declaraciones a favor del s¨ª y del no, respectivamente. Manifestar, como ha hecho este partido nacionalista, el Centro Democr¨¢tico y Social, el Partido Reformista Democr¨¢tico y Converg¨¦ncia i Uni¨®, que conceden libertad de voto a sus militantes es, en el m¨¢s leve de los casos, un gesto huero, y se asemeja casi a una tonter¨ªa. La libertad de voto les pertenece a todos los ciudadanos, es un derecho constitucional, y ninguna agrupaci¨®n social puede arrogarse la facultad de administrarlo.
Los ciudadanos tienen derechoa conocer el pronunciamiento personal de sus l¨ªderes sobre el refer¨¦ndum. Otra actitud es claramente obstruccionista del funcionamiento del sufragio. Y en este funcionamiento -sea en el sentido que sea- descansa precisamente la estabilidad de todo sistema democr¨¢tico. Por lo dem¨¢s, solo en el ejercicio de ese deber que se?alamos se puede fundamentar la importancia de los partidos como clave de la arquitectura del r¨¦gimen parlamentario.
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