Nos quedamos sin violines
El protagonista de Latino es un soldado profesional, un chicano que ha luchado en Vietnam y ahora, aunque sea extraoficialmente, es enviado a combatir en Nicaragua, engrosando y dirigiendo las filas de los contra. Luego, una vez en ese frente oculto que atraviesa las fronteras de Honduras y Nicaragua, el h¨¦roe del filme -que se apellida Guerrero- no s¨®lo se enamorar¨¢ de una mujer que simpatiza con los sandinistas, sino que empezar¨¢ a interrogarse sobre su papel de gendarme de los intereses de Estados Unidos, sobre cu¨¢les son esos intereses y cu¨¢l es la raz¨®n por la que no son compartidos por otros pa¨ªses.Estamos, pues, ante una ficci¨®n destinada a mostrarnos un proceso de toma de conciencia, algo cl¨¢sico en el cine de Hollywood, que en muchas ocasiones, part¨ªa de borrachines o miedosos a quienes los hechos apartaban del alcohol y el terror para devenir aut¨¦nticos guerreros, empecinados defensores de los ideales de Lincoln pasados por el tamiz de la censura -el senador McCarthy o algunos de sus al¨¢teres llegaron a confundir las proclamas de Lincoln con el Manifiesto comunista.
Latino
Director y guionista: Haskell Wexler. Int¨¦rpretes: Robert Beltr¨¢n, Michael Goodwin y Annete Cardon. Estadounidense, 1985. Locales en Madrid: Luna 2, Aluche, Infante, Vaguada M-2.
En Latino, la novedad estriba en que esa concienciaci¨®n se hace en contra del propio pa¨ªs, que, de verse como patria de la libertad pasa a aparecer como poder favorable a dictadores y perseguidor de humildes campesinos.
El ¨¦xito reciente de Bajo el fuego, otra cinta norteamericana abiertamente prosandinista, limita quiz¨¢ el impacto de Latino, que, sin embargo, no ha conocido la misma tolerancia para su difusi¨®n comercial. Las razones de tan distinto trato -Latino no ha podido estrenarse en EE UU- puede que haya que buscarlas tanto en circunstancias de pol¨ªtica interna -mayor o menor proximidad de elecciones, momento de la lucha ideol¨®gica, etc¨¦tera- como en las distintas caracter¨ªsticas de los filmes.
Fuera de los moldes
Bajo el fuego era un producto convencional en el que estaban invertidos los papeles de buenos y malos, pero todo quedaba envuelto en una estructura de relato de aventuras, con su intriga, persecuciones, amor¨ªos y tambi¨¦n con sus actores conocidos, sus m¨²sicas dispuestas tal como mandan los c¨¢nones y, en definitiva, su capacidad para reducir la realidad a los moldes del g¨¦nero. Latino se separa de esos moldes en muchos de sus recursos. Aqu¨ª no hay estrellas, aunque s¨ª hay papeles para ellas; no hay m¨²sica de violines, aunque no faltan escenas de amor; no hay una progresi¨®n dram¨¢tica reforzada por efectos de montaje, pero s¨ª existe un gui¨®n estructurado de acuerdo con las normas.Lo que Haskell WexIer ha hecho en Latino es vaciar el filme de los subrayados que hacen que el g¨¦nero nos parezca m¨¢s intenso que la realidad, de manera que entre sus manos ha quedado un esqueleto excelentemente fotografiado -saca el mejor provecho de un formato cl¨¢sico, casi cuadrado-, en el que la pretendida objetividad se confunde con una aparente negativa a tomar partido, desmentido el conjunto por la transparente estructuraci¨®n argumental.
En definitiva, escapar del fort¨ªsimo abrazo del cine de Hollywood ni es f¨¢cil ni siempre conviene, sobre todo cuando lo ¨²nico que se tiene para ofrecer en sustituci¨®n es un cargamento de buenas intenciones pol¨ªticas y una sabidur¨ªa de filmaci¨®n que se vuelve en tu contra, pues si la m¨²sica de violines es contraproducente cuando se habla de Nicaragua, tambi¨¦n lo es que las batallas se noten puestas en escena, en un contraste insoportable con esas c¨¢maras vacilantes y sin foco a las que nos ha habituado la televisi¨®n.
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