Funeral vikingo para el actor Ray Milland
Ray Milland, un actor brit¨¢nico de pura cepa, cuyo verdadero nombre era Reginald Truscott-Jones, muri¨® ayer en un hospital de Los ?ngeles, a los 79 -o tal vez 81- a?os de edad y enfermo de c¨¢ncer. Hab¨ªa nacido, unos aseguran que en 1906, y otros, que en 1908, en la localidad galesa de Neath.Estudi¨® en el King's College de Londres y, como actor, se form¨® libremente, en la tradici¨®n del teatro arrabalero y del musichall londinense de los ¨²ltimos a?os veinte.
En 1930 comenz¨® a hacer pel¨ªculas -generalente comedias, en las que sol¨ªan meterle en personajes de gal¨¢n estirado- y en 1933 se incorpor¨® a las n¨®minas de Hollywood, donde, despu¨¦s de ir escalando alturas y respeto universales, alcanz¨® en 1945 su cumbre profesional con D¨ªas sin huella, una compleja y dram¨¢tica pel¨ªcula de Billy Wilder, donde interpret¨® con apabullante intensidad el infierno ¨ªntimo de un alcoh¨®lico.
Esta pel¨ªcula, por la que le concedieron un oscar, le llev¨® a Milland al caj¨®n de los elegidos al estrellato. Luego se eclips¨® su estrella, -se le contrat¨® inicialmente como una t¨ªmida r¨¦plica de otro brit¨¢nico, Cary Grant, pero Milland, ten¨ªa acusada personalidad y se desvi¨® pronto de ese superficial encasillamiento- y qued¨® a su merced el actor innato, extremadamente sobrio y pertrechado con una exquisita t¨¦cnica que le permit¨ªa superar con elegancia y sin aparente esfuerzo -pero en realidad con alardes de elaboraci¨®n tan minuciosa como transparente- sus limitaciones.
Hizo m¨¢s de 100 pel¨ªculas, algunas memorables.
Instantes del recuerdo
Se puede reconstruir el arte de Milland, su registro incre¨ªblemente amplio, que le permit¨ªa saltar de la truculencia de El hombre con rayos X en los ojos, de Roger Corman, a la contenida mesura de Crimen perfecto, de Alfred Hitchcock; del exceso absoluto de Enterramiento prematuro, tambi¨¦n de Corman, al registro sentimental de Beau geste; de la seca violencia de Ministerio del miedo, de Fritz Lang, al derroche de matices de El mayor y la menor y D¨ªas sin huella, de Billy Wilder.
Los a?os sesenta fueron los de su lenta desaparici¨®n de los titulos de cr¨¦dito de las pel¨ªculas. Envejeci¨® mal. Perdi¨® su apostura sin adquirir el magn¨¦tico desgarbo de algunos actores viejos.
El afilado rostro se le redonde¨® y adquiri¨® un anodino aspecto funcionarial, que, una vez m¨¢s, y cuando le dieron oportunidad, supo dar la vuelta en su tard¨ªo retorno a la popularidad en los a?os setenta con La historia de Oliver y Love story.
Eran rescoldos que merecen el olvido. Reconstruyamos su talento en estado de pureza, en dos secuencias de sus filmes-cumbre. En D¨ªas sin huella, Milland, angustiado por la abstinencia, se enfrenta ante la barra solitaria de un bar a un vasito de bourbon. Lo que dice su rostro s¨®lo puede decirlo el rostro de un actor genial.
Y vayamos m¨¢s atr¨¢s, a 1939, al legendario Funeral vikingo que los hermanos Geste -Robert Preston y Ray Milland- dedican al primog¨¦nito -Gary Cooper- muerto, en la hermosa Beau Geste de William Wellman.
Ahora, 47 a?os despu¨¦s, vale la pena que nuestra memoria honre a este actor con el ensue?o de otro r¨¦quiem as¨ª.
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