Perseguido en Espa?a, olvidado en Cuba
Bajo el t¨ªtulo La escuela moderna. ?Reacci¨®n o progreso? se acaba de publicar en La Habana (Editorial Ciencias Sociales) un libro terminado en 1963. Su autor, Herminio Almendros, mi padre, fue un pedagogo espa?ol antifranquista que se hab¨ªa refugiado en Cuba en 1939. Dedicado de nuevo a la ense?anza en su pa¨ªs de adopci¨®n -primero en la escuela privada, luego en la universidad de Oriente (1951)-, pas¨® a ocupar despu¨¦s del triunfo de Castro, en 1959, varios puestos importantes en el sistema educativo creado por el Gobierno revolucionario.Cabe hacerse una primera pregunta: ?por qu¨¦ ha tenido que esperar este libro 23 a?os para su publicaci¨®n? Mi padre le dio punto final en enero de 1963; as¨ª figura al cabo del manuscrito original en mi poder. Adem¨¢s su verdadero titulo, tal como aparece en la primera p¨¢gina de esta versi¨®n dactilografiada y corregida de su propia mano, dice Campa?a sectaria contra la escuela moderna, pero la editorial Ciencias Sociales, de La Habana, prefiri¨® un t¨ªtulo m¨¢s neutro, menos conflictivo, escogi¨¦ndolo entre otros dos propuestos en segundo lugar.
En 1973 mi padre obtuvo un ¨²ltimo permiso de viaje fuera de Cuba. Fue en Par¨ªs donde me entreg¨® el manuscrito original, dici¨¦ndome: "L¨¦elo y gu¨¢rdalo de momento; alg¨²n d¨ªa se podr¨¢ publicar. Ahora ser¨ªa peligroso". As¨ª ha estado entre mis papeles y a buen recaudo durante estos a?os. Pero las circunstancias han cambiado desde entonces: mi padre falleci¨®, casi toda nuestra familia se encuentra ahora fuera de Cuba. Nos parec¨ªa llegado el momento propicio para difundir la que consider¨¢bamos una de sus obras m¨¢s importantes. Dos editoriales espa?olas se hab¨ªan interesado, y su publicaci¨®n parec¨ªa inminente. Algunas primicias del texto se hab¨ªan dado ya a conocer a trav¨¦s de la tesis de licenciatura de Amparo Blat Gimeno en la universidad de Barcelona (Herminio Almendros, ¨¦poca, vida y obra, 1985).
Yo veo una explicaci¨®n a la tard¨ªa y sorprendente publicaci¨®n actual en Cuba: el conocimiento de que exist¨ªa el proyecto de una edici¨®n extranjera de car¨¢cter disidente. Es claro que para las autoridades de la isla esto pod¨ªa asestar un duro golpe al ya tambaleante prestigio de su pol¨ªtica cultural. Despu¨¦s de todo, aun los enemigos m¨¢s encarnizados de Castro siempre conced¨ªan al r¨¦gimen al menos un ¨¦xito: el de la educaci¨®n. Un libro que se atreviese a adentrarse con argumentos cr¨ªticos en este terreno sacrosanto resultar¨ªa por lo menos impertinente, y con toda probabilidad habr¨ªa constituido un esc¨¢ndalo, sobre todo proveniendo del texto de un hombre como Herminio Almendros, que hab¨ªa muerto oficialmente en olor de santidad revolucionaria y hab¨ªa sido incluso enterrado en el pante¨®n de los m¨¢rtires de la campa?a de alfabetizaci¨®n. Sali¨¦ndole al paso a la edici¨®n de fuera con una nacional, pero de pocos ejemplares, apenas distribuida en las librer¨ªas, el Gobierno de Castro pod¨ªa as¨ª, al mismo tiempo, jactarse de liberalidad y apertura intelectual de cara al extranjero. En cualquier caso, se trataba, obviamente, de un mal menor. No les debi¨® ser dif¨ªcil encontrar una copia del manuscrito en la casa de mi padre en La Habana, perdida entre sus numerosos libros y papeles.
Esta edici¨®n cubana contiene un prefacio no firmado que refleja a todas luces la opini¨®n oficial del Ministerio de Educaci¨®n. Como en aquella otra ocasi¨®n en la que las autoridades culturales cubanas se sintieron forzadas a publicar el libro premiado de Heberto Padilla Fuera de juego, ahora tambi¨¦n, como a rega?adientes, editan el de Herminio Almendros precedido de unas palabras contrarias al autor y al libro.
Para empezar se acusa a mi padre -hombre ponderado como pocos- de haber escrito el texto "bajo el influjo de la pasi¨®n" (p¨¢gina 9). A manera de hip¨®crita excusa tard¨ªa a la supresi¨®n de La escuela moderna en Cuba aducen estas razones: "No cabe duda que la t¨¦cnica entusiasm¨®, pero las complejidades propias de la misma y la caracter¨ªstica, tanto de ese magisterio como de tal alumnado, hizo que los resultados no fueran los mejores, sobre todo si se comparan con los obtenidos en el resto del pa¨ªs con t¨¦cnicas m¨¢s simples, menos costosas y de m¨¢s f¨¢cil asimilaci¨®n por parte de los maestros, y desde luego m¨¢s ajustadas a la edad y al tipo de alumno" (p¨¢gina 12), cuando, en realidad, las causas del anatema fueron bien otras. Las t¨¦cnicas del pedagogo franc¨¦s Celestin Freinet, de quien mi padre era disc¨ªpulo, se distinguen precisamente por su simplicidad y bajo coste; raz¨®n por la que, sea dicho de paso, han sido recientemente adoptadas en las escuelas japonesas.
En una sociedad pluralista como la nuestra resulta desde luego chocante que el prefacio de un libro denuncie al autor y desaliente al lector. Sin embargo, sin detenerse ante nada, los editores no cesan de atacar la obra que divulgan: "Es oportuno se?alar todo esto porque, a pesar de los sanos prop¨®sitos que inspiraron al autor, no cabe duda de que su deseo de ver progresar m¨¢s r¨¢pidamente la educaci¨®n en nuestro pa¨ªs le llev¨® a no comprender en todas sus implicaciones algunos aspectos de su movimiento educativo, lo cual es f¨¢cil deducir de su exposici¨®n. Es por ello que insistimos en reiterar que no cabe duda de que los maestros ten¨ªan deficiencias t¨¦cnicas, y que el m¨¦todo que propugnaba el autor, adem¨¢s de costoso, como se ha expuesto, resultaba complejo, y su ajuste a las posibilidades reales y a una educaci¨®n masiva no era f¨¢cil, pues no se aven¨ªa con nuestras condiciones sociales. Otro aspecto que debemos se?alar en la aplicaci¨®n de las aludidas t¨¦cnicas, y que se evidenci¨® en la experiencia, fue la falta de su concatenaci¨®n con todo el desarrollo nacional, particularmente el desarrollo educativo. No ofrec¨ªa posibilidad para un criterio racional de una educaci¨®n integral, arm¨®nica y unitaria en relaci¨®n con las caracter¨ªsticas y condiciones del pa¨ªs. Era incuestionable que el proceso revolucionario cubano en el campo de la educaci¨®n requer¨ªa de soluciones para masas, de m¨¦todos de masa" (p¨¢gina 13).
Queda bien claro, aun antes de adentrarnos en la lectura del libro, de qu¨¦ se trata: se requer¨ªan soluciones "para masas", "m¨¦todos de masa". Un argumento de peso, sin duda.
La lucha que Herminio Almendros sostuvo en este libro, como a lo largo de su vida, en favor de una educaci¨®n libre, sin dogmatismos, y en la que se hac¨ªa hincapi¨¦ en la formaci¨®n del individuo, ten¨ªa por fuerza que irritar a los dirigentes del sistema impuesto en Cuba.
Su ca¨ªda en desgracia fue disfrazada con un ascenso. Es un procedimiento conocido. Tuvo que abandonar la provincia de Oriente y regresar a La Habana. Se le nombr¨® director de Editorial Juvenil en 1962. All¨ª divulg¨® los cl¨¢sicos de la literatura del g¨¦nero: Andersen, Verne, London..., una tarea menos comprometida.
En Espa?a, mientras tanto, Franco segu¨ªa en el poder: un
regreso a la patria en aquellos momentos resultaba imposible. As¨ª, decidi¨® guardar amargamente silencio y quedarse en Cuba. Sin duda para desahogarse escribi¨® el libro que nos ocupa.
Sin embargo, cualquiera que recorra sus p¨¢ginas se dar¨¢ cuenta de curiosas contradicciones. Por una parte, una insistente e implacable cr¨ªtica a la incultura y estrechez mental que frustraron un bello proyecto pedag¨®gico, la campa?a sectaria del t¨ªtulo; por otra, en contrapunto, un elogio prudente al esfuerzo del Gobierno de Castro en el campo educativo.
No habr¨¢ que ser muy sagaz para comprender las razones que le obligaron a rendir homenaje al poder: por miedo a un posible registro y descubrimiento del manuscrito hab¨ªa que arropar bien cada p¨¢rrafo cr¨ªtico y compensarlo con vehementes elogios al r¨¦gimen, a sus l¨ªderes y a los otros pa¨ªses comunistas. As¨ª, tal vez, en el peor de los casos, se pod¨ªa aspirar a cierta clemencia. Algunos escritores que no hab¨ªan vivido una guerra civil como ¨¦l, y que no tomaron estas precauciones, ser¨ªan condenados m¨¢s tarde, a causa de sus manuscritos, a ocho a?os de c¨¢rcel por "diversionismo ideol¨®gico". Amaro G¨®mez y Ren¨¦ Ariza, se?alados por Amnist¨ªa Internacional, son s¨®lo dos casos conocidos entre otros muchos.
La experiencia pedag¨®gica innovadora en la ciudad escolar Camilo Cienfuegos, en las estribaciones de sierra Maestra, tuvo corta vida: "poco m¨¢s de un curso", afirma, no sin tristeza, mi padre (p¨¢gina 153). La revoluci¨®n cubana en sus primeros tiempos fue antidogm¨¢tica, pero a partir del momento en que la isla entr¨® en el campo de influencia sovi¨¦tica (1961) empezaron a llegar consejeros del exterior, no s¨®lo de la URSS y los pa¨ªses hermanos, sino de los partidos comunistas de los pa¨ªses occidentales. Se necesitaba asesoramiento en las cosas militares y de la polic¨ªa pol¨ªtica, pero tambi¨¦n, no hay que subestimarlo, en el campo de la educaci¨®n que habr¨ªa de crear el hombre nuevo.
Las ideas en favor de una escuela libre de Celestin Freinet -junto a Mar¨ªa Montessori y John Dewey, uno de los grandes innovadores pedag¨®gicos de nuestro siglo- no pod¨ªan convenir al Gobierno revolucionario. Claro que, cautelosamente, mi padre hace recaer en su libro la culpa del anatema de que fue v¨ªctima a los intelectuales comunistas franceses que visitaban la isla en aquellos momentos: Fournial, Cogniot, Garaudy (entonces todav¨ªa un estalinista ac¨¦rrimo). S¨®lo en un breve pasaje (p¨¢ginas 43 y 44) se atreve a emplazar a los "pa¨ªses socialistas" (Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana), aunque nunca menciona a la URSS directamente, con lo que, claro, se hubiese expuesto demasiado. Sin embargo, los comunistas franceses, desde su punto de vista, no andaban equivocados al desaconsejar la utilizaci¨®n del m¨¦todo Freinet al Ministerio de Educaci¨®n de Cuba. Los puntos 1 y 2 de la carta pedag¨®gica de la escuela moderna probaban a las claras que se trataba de una pedagog¨ªa de corte liberal, que no se hubiese adaptado al estilo de vida de una sociedad comunista, con "soluciones para masas".
No se puede dejar de lado otro factor: el principal instrumento de trabajo en la escuela moderna es una imprentita de mano de f¨¢cil manejo. Los ni?os compon¨ªan textos con letras, de bloque, entintaban e imprim¨ªan cuadernillos que intercambiaban con otras escuelas. ?Peligro mortal! Si el m¨¦todo se generalizaba habr¨ªa cientos, miles de imprentas al alcance de cualquiera en todo el pa¨ªs. ?Cu¨¢ntas tentaciones para que florecieran en un futuro los c¨¦lebres samidzats, tan temidos en los pa¨ªses comunistas!
En resumen, los imprentistas -que as¨ª tambi¨¦n se ha denominado a los seguidores de las ideas de Freinet- representan un peligro para aquellos reg¨ªmenes que no toleran otra opini¨®n que la oficial. No es coincidencia que fuesen tambi¨¦n perseguidos en la Espa?a de Franco, y que el ¨²nico pa¨ªs del bloque comunista en que se adoptase el m¨¦todo, aunque por un breve per¨ªodo, fuera la Polonia del Solidaridad.
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