La resaca del refer¨¦ndum
LAS BOLSAS espa?olas experimentaron ayer un salto espectacular, en cuyo significado resulta innegable la influencia del resultado del refer¨¦ndum. La plasticidad de esas subidas r¨¦cord aclara la relaci¨®n que exist¨ªa entre las perspectivas econ¨®micas y la decisi¨®n pol¨ªtica que se ha dirimido. Pero esas noticias no deben servir para eliminar un cierto aire de frustraci¨®n entre sectores votantes del s¨ª, que no quisieran se interprete la permanencia en la OTAN como un apoyo a la pol¨ªtica de bloques.Los l¨ªderes occidentales coinciden en el alivio que en las expectativas internacionales procura el triunfo del Gobierno espa?ol. De ese alivio, obviamente, participa Felipe Gonz¨¢lez, que, evitando la inclinaci¨®n a celebrar con exceso la victoria, ha lanzado un llamamiento al consenso en pol¨ªtica exterior y ha prometido dirigir sus esfuerzos en favor de la paz y la distensi¨®n mundial. Vaya por delante el reconocimiento al buen juicio de su reacci¨®n, que contrasta con los excesos verbales de algunos de los perdedores de la consulta (abstencionistas y sectores de la plataforma del no), dispuestos a atribuirse la condici¨®n de vencedores morales. La invocaci¨®n a la moralidad y sus diferentes versiones es algo ya manido en el proteico escenario que hemos vivido las ¨²ltimas semanas. Lo que procede ahora, una vez que se ha remansado el ambiente, es hacer un an¨¢lisis pol¨ªtico del comportamiento del voto en todas y cada una de sus expresiones conocidas.
Por la estabilidad
Casi no cabe duda de que el Gobierno debe la victoria del s¨ª mayormente a sectores de su propio electorado, con adherencias m¨¢s que ocasionales del centro-derecha y de la derecha. Un an¨¢lisis detenido del voto indica que el partido socialista ha perdido m¨¢s de un mill¨®n de sufragios (1.125.000) respecto a las elecciones de 1982, pero probablemente son m¨¢s a¨²n los socialistas que dieron su papeleta al no; la fuga de ¨¦stos habr¨ªa sido compensada en parte por el voto de conservadores dispuestos a apoyar en esta ocasi¨®n a Felipe Gonz¨¢lez en su opci¨®n de permanecer en la Alianza.En las papeletas afirmativas han confluido, pues, diversas corrientes que han facilitado el triunfo. El aparato del partido ha funcionado de manera extraordinaria -salvo en Catalu?a, donde se aprecian diferencias notables con el resto- Pero este aparato no habr¨ªa sido tan eficaz si no hubiera contado adem¨¢s con el apoyo de las estructuras de poder pol¨ªtico que dominan los socialistas. No es casual que en Andaluc¨ªa y Castilla-La Mancha los porcentajes del s¨ª hayan sido tan elevados, y que la Comunidad Valenciana haya obtenido altos ¨ªndices de participaci¨®n. En su conjunto, las comunidades aut¨®nomas regidas por el partido del Gobierno han apoyado decididamente la propuesta, con la sola excepci¨®n de Canarias y aceptando que Navarra es un caso absolutamente particular en el an¨¢lisis. La presi¨®n institucional del poder ha prestado en ello una ayuda dif¨ªcil de evaluar, pero nada desde?able. Los resultados en Madrid sugieren tambi¨¦n que ese aparato de poder, presionando sobre un gran n¨²mero de funcionarios de la Administraci¨®n central, obtiene resultados electorales apreciables.
Por otra parte ha funcionado la pulsi¨®n del voto reflexivo o del miedo, como ha dado en llamarse. Miedo, en definitiva, a provocar alguna consecuencia econ¨®mica desconocida o una indeterminada desestabilizaci¨®n pol¨ªtica. El Gobierno, hay que recordar, hab¨ªa definido como "una cat¨¢strofe" la eventual victoria del no. A todo ello se un¨ªa laduda sobre la posibilidad de que Espa?a abandonara la OTAN y de que la alternativa propuesta -vinculaci¨®n bilateral con Estados Unidos- fuera a solventar la implicaci¨®n en la pol¨ªtica de bloques y satisfacer las aspiraciones de los pacifistas. Tales consideraciones han permitido, seguramente, a votantes socialistas no atlantistas dar su apoyo al s¨ª sin graves problemas de conciencia, convencidos de que es posible hacer una labor europe¨ªsta en el seno de la Alianza y de que la ratificaci¨®n popular de la desnuclearizaci¨®n supondr¨¢ una garant¨ªa a?adida a lo ya establecido por las Cortes en ese sentido. No es improbable que, visto lo holgado de los resultados, algunos de estos votantes no se arrepientan ahora de haber cambiado su voto en sentido afirmativo.
Por ¨²ltimo, han confluido en el s¨ª sectores de la derecha asombrados de las llamadas a la abstenci¨®n que hac¨ªa Coalici¨®n Popular y decepcionados por el silencio del centro-derecha; posiciones que se aven¨ªan mal con las negativas consecuencias econ¨®micas que, seg¨²n hab¨ªan proclamado medios financieros espa?oles, podr¨ªan deducirse de una victoria del voto negativo. Es dif¨ªcil saber en qu¨¦ n¨²mero debe el triunfo el Gobierno a esta parte del electorado, pero no es arriesgado pensar, de acuerdo con los c¨¢lculos posibles sobre la abstenci¨®n, que al menos entre 500.000 y un mill¨®n de votos conservadores o del centroderecha han apoyado en esta circunstancia al Ejecutivo socialista. Con tales componentes es obvio que el s¨ª se nutre en gran parte de un conjunto de frustraciones y de necesidades -independientemente de los atlantistas convencidos- y que ha generado una divisi¨®n en el interior de la derecha y una fractura en la conciencia de la izquierda. El Gobierno socialista detectar¨¢ esta ¨²ltima herida entre sus propios militantes.
En los componentes del no puede hallarse una muestra completa de todo el electorado, parte del cual compon¨ªa las abigarradas manifestaciones callejeras. Desde la extrema izquierda y nacionalismos radicales a la extrema derecha anticonstitucional, desde seguidores de Alianza Popular que desoyeron la consigna de la abstenci¨®n hasta seguidores socialistas que han perseverado en la posici¨®n del partido antes del cambio gubernamental, han votado negativamente. Merece la pena destacar la influencia que en esa suma puede haber correspondido al notable crecimiento del censo, al que se han incorporado casi dos millones de j¨®venes desde 1982 y en cuya masa es f¨¢cil presumir que se encuentren m¨¢s arraigadas las ideas pacifistas. Dado lo ex¨®tico -pol¨ªticamente hablando- de la composici¨®n de la plataforma para el no, es aventurado suponer que los comunistas van a rentabilizar definitivamente la diferencia de m¨¢s de cinco millones de votos de esta opci¨®n respecto a sus resultados electorales en 1982. Los intentos de organizar una plataforma pol¨ªtica unitaria a partir de esta que se llamaba c¨ªvica est¨¢n condenados al fracaso. Hay que tener en cuenta, adem¨¢s, que un n¨²mero indefinido, pero probablemente considerable, de antiguos abstencionistas por pasotismo ha concurrido esta vez a las urnas para combatir a la vez al Gobierno que ped¨ªa el s¨ª y para no engrosar la abstenci¨®n solicitada por Fraga.
La batalla de la abstenci¨®n
La coalici¨®n conservadora clama pintorescamente por su triunfo aduciendo dos hechos que son ciertos: primero, que el refer¨¦ndum ha registrado la participaci¨®n m¨¢s baja de todas las consultas de la transici¨®n democr¨¢tica; segundo, que las abstenciones son, en n¨²meros redondos, superiores en m¨¢s de dos millones y medio a las papeletas del s¨ª. Pero en el an¨¢lisis del dato introduce dos elementos extra?os y acomodaticios: por una parte se suma alegremente el porcentaje de abstenci¨®n t¨¦cnica al del seguimiento fraguista, interpretando il¨ªcitamente el no ir a votar como una abstenci¨®n activa; por otra, trata de apoderarse del voto en blanco y nulo, sin que exista raz¨®n alguna para suponer que esto es posible.Las llamadas de Fraga, Alzaga y Segurado fueron a la abstenci¨®n, y s¨®lo a la abstenci¨®n. Contando con que la abstenci¨®n t¨¦cnica cubra un porcentaje m¨ªnimo del 15%. del censo, eso significar¨ªa que m¨¢s de cuatro millones de personas no han acudido a votar, sin que esa actitud pueda atribuirse a una identificaci¨®n con Fraga. Pero si se contempla la asistencia a las urnas en los comicios de la ¨²ltima d¨¦cada es claro que, salvo en las generales de 1977 y de 1982, la abstenci¨®n estuvo siempre por encima del 30% (cerca de nueve millones de votos). Puede sugerirse sin temores que ¨¦sa hubiera sido la abstenci¨®n plausible si Coalici¨®n Popular no hubiera hecho de ese gesto su campa?a. De todas maneras, quedar¨ªa todav¨ªa un diferencial de 10 puntos, hasta el 40% de abstenci¨®n, en el que puede defin¨ªrse el seguimiento de la consigna abstencionista de los conservadores. Aunque es razonable atribuir una parte de la abstenci¨®n a grupos provenientes de sectores ajenos a Fraga, y especialmente de la acarreada por afines a los partidos nacionalistas o de centro que propugnaron la Ebertad de conciencia, los c¨¢lculos arrojar¨ªan que entre dos millones y medio y tres millones de votos han sido fieles a la demanda de Fraga, absteni¨¦ndose de ir a votar. Lo que induce a suponer que, como los socialistas, los conservadores han perdido tambi¨¦n m¨¢s de dos millones de votos fieles respecto a las generales de 1982, papeletas que habr¨ªan ido al s¨ª, al no, y s¨®lo en alguna medida, al voto en blanco (1.121.206 votos). Es claro que ¨¦sta constituye una decisi¨®n cualificada y en absoluto asimilable con la abstenci¨®n. En su suma debe encontrarse una porporci¨®n sustanciosa de quienes siguieron la postura inhibicionista del CDS o de Convergencia i Uni¨® y tambi¨¦n sectores socialistas no atlantistas, pero tampoco dispuestos a poner al Gobierno en una situaci¨®n l¨ªmite.
Las autonom¨ªas
En la consulta volvi¨® a quedar de manifiesto el hecho diferencial de las dos principales nacionalidades hist¨®ricas, Euskadi y Catalu?a, a las que se a?ade ahora el comportamiento peculiar de Canarias. La atipicidad de las dos primeras respecto al conjunto de Espa?a, que se est¨¢ acentuando en los ¨²ltimos a?os por la pol¨ªtica auton¨®mica del PSOE, es uno de los elementos m¨¢s llamativos del resultado refrendatario.Con el no vasco y catal¨¢n ha vuelto a quedar de manifiesto que las diferencias ni son artificiales ni se circunscriben a las clases pol¨ªticas que gobiernan, respectivamente, desde Ajuria Enea, la plaza de Sant Jaume y la Moncloa. En el Pa¨ªsVasco parece que el pacto de legislatura no ha amortiguado las tensiones. La conciencia de incomprensi¨®n, el resquemor por viejos agravios, el temor a que el refer¨¦ndum significara un respaldo global al conjunto de la pol¨ªtica socialista y no s¨®lo a su atlantismo, unido a la falta de sensibilidad que refleja el que a los 10 a?os de la muerte de Franco la Administraci¨®n no tuviera prevista la utilizaci¨®n de la lengua de Euskadi para una consulta de este tipo, se ha traducido en un rechazo a la propuesta de Felipe Gonz¨¢lez sobre pol¨ªtica exterior. En Catalu?a, la lectura de los resultados es todav¨ªa m¨¢s compleja porque en ellos subyacen elementos heterog¨¦neos, como la asfixia econ¨®mica de la Generalitat, la crispaci¨®n de Roca por desgastar al socialismo desde su operaci¨®n reformista y una singular mala conciencia de la izquierda catalana -que se ha traducido en la tibieza y la falta de agresividad con que el PSC-PSOE ha defendido p¨²blicamente la permanencia en la OTAN.
Hay una paradoja a a?adir. En ambas comunidades aut¨®nomas gobiernan partidos de derecha abiertamente atlantistas. Jordi Pujol es, desde hace muchos a?os, un aut¨¦ntico propagandista de la OTAN. Pero todos y cada uno de los barrios de Barcelona, por ejemplo, desde los m¨¢s residenciales a los perif¨¦ricos, han registrado mayor¨ªa del no. Pese a la complejidad del tema de fondo y a la proclamada. libertad de voto para sus seguidores, Convergencia, con una campa?a de mero gui?o ir¨®nico a su electorado, ha conseguido una disciplina estruendosa para votar en contra de lo que siempre ha postulado, dejando tendido como ¨²nico puente constructivo en direcci¨®n al Gobierno central la papeleta personal de Pujol. Algo parecido puede decirse de Euskadi, y la conclusi¨®n ser¨ªa siempre la n-¨²sma: Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco quieren un trato y un encaje en el Estado diferente del que les est¨¢ dando el PSOE.
En cuanto a Canarias, cabe atribuir la ventaja del no a la situaci¨®n geopol¨ªtica de las islas y su diferente implicaci¨®n en las consecuencias que se derivan de participar en la Alianza Atl¨¢ntica.
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