Un filme de intriga pol¨ªtica confirma el resurgimiento del genuino cine brit¨¢nico
La tercera jornada -la del domingo- de esta edici¨®n del Imagfic ofreci¨® un descalabro y una sorpresa. El primero lleg¨® de Yugoslavia, v¨ªa Australia, donde el famoso Dusan Makavejev ha rodado una comedia, The Coca-Cola Kid, que hace agua por los cuatro costados. La sorpresa la trajo un joven cineasta brit¨¢nico, en este caso David Drary, cuyo Defence of the realm (Defensa del Reino) es un s¨®lido paso en el espectacular resurgimiento del genuino cine ingl¨¦s, que dorm¨ªa desde hace d¨¦cadas bajo el aplastante dominio del cine norteamericano en las islas y que ahora despierta con muchas cosas que decir y ganas de decirlas.
Hubo una tercera pel¨ªcula presentada a competici¨®n., la polaca Ognisty Aniol, dirigida por Maciej Wojtysko, que, seg¨²n, la documentaci¨®n del Imagfic es autor de libros para adolescentes y director de shows televisivos, honorables dedicaciones que debiera seguir cultivando con dedicaci¨®n exclusiva, pues el cine no es lo suyo.Dusan Makavejev, el enfant terrible del cine yugoslavo, entre tumbo y tumbo, se prodiga poco. Desde 1966, a?o en que comenz¨® a contar con ligereza sus habituales exageraciones, que en 1974 condujeron a su famosa y tan s¨®lida como una pompa de jab¨®n Sweet Movie, ha hecho s¨®lo una media docena de pel¨ªculas, lo que convierte a su estre?imiento en su mejor virtud. El ¨²ltimo tumbo de este rebelde de pacotilla le ha llevado a Australia, de donde nos env¨ªan su The Coca-Cola Kid, una comedia nafragio con t¨ªtulo de western publicitario.
En este filme, Makavejev da pronto con el tono saltar¨ªn de comedia ligera, y en sus comienzos, la pel¨ªcula promete cosas de las que se agradecen, sobre todo por la gracia y presencia de la actriz Greta Scacchi, hermosa mujer de las que hacen abrir los ojos a los so?olientos. Pero, burla burlando, Makavejev va incrustando en el tono de comedia ligera esas supuestas rarezas que, seg¨²n dicen sus ex¨¦getas, son la pimienta de su estilo -en realidad se trata solo de una apariencia de estilo- y no hace falta decir que, pese al est¨ªmulo visual de la actriz, los ojos del respetable comienzan a cerrarse y a irse con su saco de guardar recuerdos a otra parte.
Encarar la dificultad
Desde hace unos a?os, en cada festival de cine se anuncia el estreno de una nueva pel¨ªcula brit¨¢nica. El nombre de alg¨²n actor de su reparto resulta familiar como secundario de alguna de las producciones norteamericanas made in England, pero las familiaridades suelen acabar ah¨ª. El director, por lo general en la frontera de los 40 a?os, suele ser desconocido y en la informaci¨®n que los festivales ofrecen sobre sus trabajos aparece una lista de documentales o de ficciones para la BBC, la productora Granada o el severo marco del Instituto Brit¨¢nico del Filme. Nada o poco m¨¢s.
Luego se ven los filmes de estos nuevos cineastas -se llamen McKullen, Jarman, Drury o Peter Smith- y es de rigor observar en ellos algo sorprendente: son filmes enfocados desde la dificultad. Gustar¨¢n m¨¢s o menos seg¨²n el tipo de afinamiento de cada sensibilidad que los contemple, pero todos ellos huyen de la l¨ªnea de menor resistencia, que es el sistema habitual de defensa de los profesionales primerizos, que tienden a ser autodefensivamente oportunistas o pusil¨¢nimes. Lejos de ellos, estos cineastas ingleses se enfrentan cara a cara con asuntos de extrema dificultad. Y si esto es ya de por s¨ª sorprendente, no lo es menos que los resultados de su trabajo sean con frecuencia deslumbrantes de osad¨ªa y de ingenio.
David Drury y su Defence of the Realm son de esta estirpe, que es la del despertar de un cine como el brit¨¢nico -que tras d¨¦cadas de aplastamiento por la colonizaci¨®n absoluta de su cinematografia por la norteamericana, que tiene montada en las islas brit¨¢nicas una base de producci¨®n que le libra de aranceles europeos- resurge con audacia y dominio del riesgo.
Defence of the Realm es un magn¨ªfico thriller pol¨ªtico, ejecutado con soltura, incluso con maestr¨ªa, y que, en los p¨¢ramos que alimentan la pobreza de la imaginaci¨®n cinematogr¨¢fica de hoy, sabe a abundancia, a cine con las ra¨ªces metidas en terrenos de inventiva f¨¦rtil, lleno de cosas que decir y de maneras de decirlas.
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