El general que no ascendi¨®
LA DECISI?N del general Fernando Yrayzoz Castej¨®n de pedir su pase a la reserva porque el pasado viernes no fue ascendido a teniente general pone de relieve, de un lado, que el Gobierno contin¨²a en su l¨ªnea de llevar la iniciativa de la pol¨ªtica militar -hasta hace poco en manos de los propios cuarteles generales- y, de otro, que la disciplina militar parece tener algunos l¨ªmites, incluso entre quienes deben ser los primeros en defenderla, cuando las autoridades competentes toman decisiones amparadas por las leyes vigentes.La ley de ascensos, la ley org¨¢nica de la Defensa y las normas relacionadas con esas leyes dejan bien claro que es al ministro de Defensa al que corresponde la competencia exclusiva de proponer al Consejo de Ministros los ascensos entre los generales. Los cuarteles generales son ¨®rganos operativos para materializar la pol¨ªtica de defensa dictada por el Gobierno, y los consejos superiores de los ej¨¦rcitos son ¨®rganos asesores del ministro que, en el caso de los ascensos, comunican al titular de Defensa las cualidades de los aspirantes para que ¨¦ste puede seleccionar al mejor candidato. En este: contexto, pues, es el ministro de Defensa y, a trav¨¦s de ¨¦l, el Gobierno quienes tienen la ¨²ltima palabra para designar a los integrantes de las m¨¢s altas jerarqu¨ªas militares.
En el caso de Yrayzoz, parece que el Consejo Superior del Ej¨¦rcito estimaba que era el general con mejores cualidades para haber ascendido el pasado viernes a teniente general. Este extremo honraba sobremanera a ese militar, cuya carrera profesional ha sido altamente valorada por sus compa?eros. El hecho de que, sin embargo, el ministro considerara que, en las actuales circunstancias, resultaba m¨¢s adecuado el ascenso del general Francisco Veguillas no significa desdoro ni ofensa alguna para el general Yrayzoz, que ocupa el cargo de inspector del arma de Infanter¨ªa, cargo asimilable al de jefe del arma mayoritaria en el Ej¨¦rcito de Tierra.
Yrayzoz, a pesar de no haber ascendido el pasado viernes, a¨²n dispon¨ªa de oportunidades para haber alcanzado el empleo m¨¢s elevado en la carrera militar. Su airada reacci¨®n, por tanto, y teniendo en cuenta el cargo que ocupaba y los destinos de responsabilidad que ha tenido, no parece que sea el mejor final para su historial. Su decisi¨®n no cabe sino interpretarla como la no aceptaci¨®n de una orden tomada por la superioridad, y, en este sentido, por fatigoso que resulte, parece obligado recordar que el Gobierno es quien manda sobre las Fuerzas Armadas.
El hecho de que el mismo Yrayzoz, seg¨²n personas de su entorno, enfatice sobre su historial profesional para exigir el ascenso que en su opini¨®n le correspond¨ªa plantea adem¨¢s otra cuesti¨®n. Es l¨®gico que, a la hora de designar al general que deber¨¢ mandar una brigada de carros de combate, el ministro valore si el candidato tiene o no experiencia en unidades similares. En el momento, en cambio, de elegir a un mando que haya de formar parte de la m¨¢s alta jerarqu¨ªa militar, es l¨®gico que se estimen otras condiciones, m¨¢xime en un momento en que el Gobierno est¨¢ desarrollando amplios programas de modernizaci¨®n material y humana en el Ej¨¦rcito. El reparto de los empleos m¨¢s altos entre las cuatro armas del Ej¨¦rcito de Tierra o el factor de la antig¨¹edad tampoco son criterios absolutos cuando se trata de elegir a los militares m¨¢s apropiados. El ¨²nico principio v¨¢lido para seleccionar a la jerarqu¨ªa militar no puede ser otro que el de elegir al hombre m¨¢s cualificado para el destino que se le encomienda. Y el ¨²nico comportamiento coherente con el esp¨ªritu de un militar que presuma de serlo es acatar con dignidad y disciplina las decisiones de quien leg¨ªtimamente ejerce el mando.
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