La Pasi¨®n
El exquisito y extra?o concierto se celebraba en el auditorio de m¨²sica en Jerusal¨¦n, al aire libre. El director era jud¨ªo, el coro y los 70 profesores de la orquesta tambi¨¦n eran jud¨ªos. Ante un p¨²blico de jud¨ªos interpretaban La Pasi¨®n seg¨²n san Mateo, de J. S. Bach. Al anochecer, el plenilunio de Pascua daba una mano de leche al monte de los olivos, se ofuscaba en el osario de Josafat, hac¨ªa vibrar el oro de la c¨²pula de Omar. La l¨ªnea de la muralla oscilaba lejos, iluminada con un tono color tortilla. Jerusal¨¦n estaba lleno de turistas cat¨®licos, ruidosos y un poco fr¨ªvolos que ese d¨ªa se hab¨ªan hartado de comprar en los tenderetes rosarios de aceitunas y redentores de pl¨¢stico durante el recorrido por los santos lugares envueltos en un hedor de aceite votivo y cera rancia. En la calle de la Amargura vend¨ªan coronas de espinas, clavos y crucifijos de chocolate.Sin embargo, el concierto era un acto profano dentro de la programaci¨®n musical de la temporada. El director, los int¨¦rpretes y la mayor parte del p¨²blico tal vez ignoraban la existencia de Cristo, o al menos ese asunto no les importaba mucho, aunque el genio de Bach narraba los lances de su pasi¨®n sobre el propio terreno y aquellos jud¨ªos mel¨®manos escuchaban los robustos acordes con gran unci¨®n cultural, sin saber que el protagonista hab¨ªa muerto cerca de all¨ª, en una colina. Probablemente, muchos de ellos, por la ma?ana, hab¨ªan acudido al muro de las lamentaciones piara implorar la llegada del verdadero Mes¨ªas en forma de misil Pershing americano. No obstante, ahora la escena del prendimiento, la duda de Pilatos, la sentencia de Caif¨¢s, la ira de la plebe, el amor de Magdalena, el sudor de sangre se transformaban en belleza pura, laica, en las voces o violines y los nuevos hebreos aplaud¨ªan al final de cada acto fervorosamente. Cristo volv¨ªa a morir y a resucitar, pero s¨®lo era redimido por Bach entre jud¨ªos cultos en Jerusal¨¦n bajo la luna llena de Pascua, mientras los turistas cristianos adquir¨ªan im¨¢genes de su Redentor convertido en toda clase de frutas confitadas. La orquesta compon¨ªa un sanedr¨ªn, y gracias a su pureza Dios esta vez fue declarado inocente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
