Pieza de museo
Historia de un caballoDe Tolstoi. Int¨¦rpretes: Liebiediev, Bashilashvili, Kovell, Volkov, Mironienko, Miedviediev, Luzhnietsov, Danilov, Shtill. Coro y m¨²sicos. Escenograf¨ªa, Juvarin. Vestuario, Rudanova. Direcci¨®n, Rozhovski. Compa?¨ªa del Teatro M¨¢ximo Gorki de Leningrado. VI Festival Internacional. Teatro Espa?ol. Madrid, 22 de marzo.
Historia de un caballo se estren¨® en Madrid hace cinco a?os, en una versi¨®n de Enrique Llovet y con la interpretaci¨®n de Jos¨¦ Mar¨ªa Rodero y la direcci¨®n de Collado. No es cuesti¨®n de comparar. Aqu¨¦l fue un espect¨¢culo grato y bien hecho, y el original que ha tra¨ªdo a Madrid la compa?¨ªa del Teatro Gorki de Leningrado es una pieza de museo. No s¨®lo por la obra en s¨ª, sino por lo que supone de largo trabajo de conjunto, de escuela, de arte de la interpretaci¨®n.
Liebiediev es un actor hist¨®rico; su edad no s¨®lo no le impide para el ejercicio de la voz y, la m¨ªmica, sino que le nutre de sabidur¨ªa. El alarde de la obra es esta especie de centauro metaf¨ªsico; el caballero en quien se ve la amargura del hombre, el hombre representado como bestia sensible. El ejercicio no es s¨®lo para Liebiediev, sino para todos sus compa?eros, de tan diversas edades. La gestualidad, el movimiento, los juegos de voz est¨¢n justamente dentro de un museo del teatro. La direcci¨®n de escena de Rozhovski acent¨²a la peque?a parte de caricatura dela sociedad sin demasiado escarnio; insiste, sobre todo, en la ternura y en las emociones nobles. Este tipo de sentimiento est¨¢, desde luego, en la obra de Tolstoi -en todo el enorme conjunto de su trabajo literario-, pero tambli¨¦n corresponde a una forma del humanismo que determina el arte teatral y todos los que se consideran de: masas en la URSS, donde no s¨®lo la censura, sino tambi¨¦n una especie de sensibilidad de los creadores rechazan todo aquello que, a su vista, tienda a rebajar la condici¨®n humana tal como ellos la entienden, y no la aceptan ni siquiera como cr¨ªtica o como lo que san Agust¨ªn llamaba espejo oscuro, es decir, como la demostraci¨®n del mal para inducir a apartarse de ¨¦l.
El p¨²blico del estreno, corripuesto especialmente de rusos, actores y aprendices de actor, se en.tusiasm¨® y ovacion¨® durante mucho tiempo a la compa?¨ªa; sobre todo al gran actor, que dejar¨¢ una huella profunda en el recuerdo de los j¨®venes que han alcanzado a verle. Este no ha sido un simple fen¨®meno del p¨²blico especial de estas primeras representaciones de Festival, sino que se ha repetido en otras representaciones de esta obra como ya sucedi¨® con las que dieron de El t¨ªo Vania; hay que suponer que se trata de un tributo a esta forma de conservar algo que comenz¨® con el Teatro de Arte de Mosc¨² y con Stanislavsky y el metodo, que tiene en los creadores espa?oles una especial fidelidad; aunque har¨¢n muy bien en asegurarse de que se trata de una base, de un hecho hist¨®rico que necesita ya otro tipo de desarrollo.
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