El levantamiento del cerco econ¨®mico permite respirar al Gobierno de Jaruzelski
Entre los indicios de que el cerco puesto a Polonia por Occidente tras la implantaci¨®n de la ley marcial se est¨¢ levantando se encuentra el cr¨¦dito concedido a principios de marzo a Varsovia por la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA). Este pr¨¦stamo, aunque modesto (100 millones de marcos), es el primero que concede Bonn a Varsovia desde 1981 y podr¨ªa tener -al menos eso esperan las autoridades polacas- el valor de animar a otros pa¨ªses occidentales a reanudar su cooperaci¨®n econ¨®mica con Polonia.
No obstante, la deuda exterior polaca sigue siendo un problema de enorme gravedad. M¨¢s de 30.000 millones de d¨®lares de deuda en Occidente y cr¨¦ditos pendientes de pago en la Uni¨®n Sovi¨¦tica suponen un inmenso lastre para un pa¨ªs que no consigue aumentar su productividad, producir bienes de exportaci¨®n competitivos y modernizar una industria cuyo retraso aumenta d¨ªa a d¨ªa por el sistema de pago de los crudos procedentes de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Polonia es uno de los pocos pa¨ªses no productores que no se benefician de los bajos precios del petr¨®leo del mercado libre. Adem¨¢s, una de sus principales fuentes de divisas, el carb¨®n, tambi¨¦n sufre el desmoronamiento de los precios del combustible. La Uni¨®n Sovi¨¦tica presiona para que los productos que recibe a cambio de su petr¨®leo y gas cumplan unos m¨ªnimos requisitos de calidad, y, en Occidente, la mayor¨ªa de los bienes elaborados en Polonia est¨¢n muy por debajo de los niveles de competitividad.Las autoridades se prometen un mayor margen de maniobra con el ingreso en el Fondo Monetario Internacional (FMI), que, tras haber levantado Estados Unidos su veto, podr¨ªa concluirse este a?o (seg¨²n previsiones del Gobierno expuestas recientemente por su portavoz, Jerzy Urban). Es de prever que el FMI exija al Gobierno polaco una pol¨ªtica salarial m¨¢s dura para controlar la inflaci¨®n. En los grandes centros industriales del pa¨ªs, las autoridades no han logrado contener las exigencias salariales de los trabajadores, debido a su constante temor al conflicto.
Lemas sin contenido
Los intentos de vincular las subidas salariales a un aumento de productividad y los planes para una mayor diversificaci¨®n de los salarlos con incentivos a la producci¨®n, puntos incluidos en la denominada reforma econ¨®mica, no han pasado de ser lemas sin contenido hasta el momento. El comunicado del Bur¨® Pol¨ªtico del Partido Obrero Unificado de Polonia (POUP), tras su ¨²ltima reuni¨®n, publicado en el ¨®rgano del partido, Tribuna Ludu, criticaba que "las subidas de salarios superan el crecimiento de la producci¨®n, y los costes de la producci¨®n aumentan sin fundamento. Esto afecta negativamente a las relaciones que determinan el equilibrio del mercado".
La necesidad de mejorar la efectividad de la "gesti¨®n econ¨®mica", punto central de las resoluciones del ¨²ltimo pleno del comit¨¦ central del partido, es el problema fundamental del pa¨ªs. Las autoridades quieren lograrlo con su reforma econ¨®mica. Entre la poblaci¨®n son muy pocos los que dan cr¨¦dito a estas medidas y son muchos los que consideran que sin medidas pol¨ªticas el Gobierno est¨¢ condenado a estrellarse contra un muro de indiferencia, indisciplina y negligencia en el trabajo. El margen de maniobra de la direcci¨®n del r¨¦gimen del general Wojclech JaruzeIski para aplicar medidas que vayan m¨¢s all¨¢ de reformas de los mecanismos de pago han aumentado con el fortalecimiento de su posici¨®n pol¨ªtica en el interior y ante los aliados.
La colaboraci¨®n de la Iglesia
Mientras la poblaci¨®n se dedica a mejorar sus ingresos por m¨¦todos irregulares o ilegales, el mercado negro florece pese a la notable mejora del abastecimiento, y en las grandes f¨¢bricas del pa¨ªs la productividad alcanza nuevos m¨ªnimos.
Las autoridades son conscientes de que para lograr un cambio de actitud en los polacos es fundamental la ayuda de la principal fuerza del pa¨ªs, la Iglesia, con su larga tradici¨®n hist¨®rica como baluarte de la identidad nacional polaca. La Iglesia es hoy la ¨²nica fuerza capaz de movilizar a la poblaci¨®n, de ah¨ª el singular inter¨¦s del general Jaruzelski por ser recibido en el Vaticano por el papa Juan Pablo II en una visita para la que sigue sin haber fecha. Las relaciones entre estas dos fuerzas condenadas a dialogar en Polonia, el POUP y la Iglesia, han tenido en los ¨²ltimos a?os muchos altibajos.
La Iglesia y la oposici¨®n, no s¨®lo la organizada clandestina mente, siguen, por otra parte, muy de cerca la suerte de los presos pol¨ªticos en el pa¨ªs, cuyo n¨²mero se estima entre dos y tres centenares.
En 1985, el n¨²mero se increment¨® con la detenci¨®n de varios activistas de Solidaridad en una acci¨®n del Gobierno destinada a prevenir posibles protestas por las subidas de precios. Tres de los m¨¢s destacados presos pol¨ªticos, Adam Michnik, Wladislaw Frasinik y Bogdan Lis, fueron condena dos en febrero del pasado a?o a penas de prisi¨®n por "actividades a favor de un sindicato clandestino". Ahora, el Gobierno se enfrenta al grave problema de cuatro presos en huelga de hambre, uno de ellos en situaci¨®n de extrema gravedad, internado en el hospital penitenciario de Varsovia.
En Varsovia, mientras tanto, tras un duro invierno en el que la escasez de combustibles ha vuelto a ser una plaga para los polacos, los automovilistas hacen largas colas ante las gasolineras para comprar sus cupos de gasolina, uno de los pocos productos que siguen racionados, y salir con la familia al campo. Tras duros a?os de escasez, las tiendas est¨¢n bien surtidas en esta primavera, pero con precios que para los ingresos medios de un polaco son prohibitivos. Sin embargo, gracias a las chapuzas, a arreglos particulares (siempre en perjuicio de la empresa y del Estado), los ciudadanos de la capital tienen una capacidad adquisitiva muy superior a la del resto del pa¨ªs y a la que la situaci¨®n real de la econom¨ªa permite.
Tras la convulsi¨®n con que comenz¨® para ellos la d¨¦cada, los polacos, m¨¢s resignados e indiferentes, tan antisovi¨¦ticos y anticomunistas como siempre, llenan las iglesias para rezar y discutir sobre cuestiones que el poder ignora; hacen cuatro trampas para aumentar los ingresos y darse la satisfacci¨®n de enga?ar al Estado; cumplen su horario laboral sin la menor intenci¨®n de hacer algo m¨¢s que lo imprescindible, y mantienen vivo un orgullo nacional que les hace pensar que, pese a todas las tragedias, escaseces y sinsabores, ser polaco es una suerte.
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