Viaje por el fondo de la tierra
Este sistema de vasos comunicantes, de sombr¨ªos corredores y andenes donde surgen como destellos los silbatos de los convoyes que surcan la tripa de la gran urbe, la ha configurado hasta convertirla en su imagen y semejanza. Porque una metr¨®poli del siglo XX es lo que representa su metro. As¨ª el de Londres, con andenes de altas b¨®vedas y viajeros multi¨¦tnicos y multirraciales. Par¨ªs, con sofisticados vagones que reposan sobre ruedas de caucho para hacer menos ruido, donde se puede elegir entre coches de primera y de segunda clase y estaciones art¨ªsticamente decoradas como la del Museo del Louvre o la de la ¨®pera. C¨®mo no, Nueva York, con el metro m¨¢s urbano del mundo, tapizado con los grafitos m¨¢s genuinos del arte cutre. Y una ¨²ltima evocaci¨®n para el metro de Tokio, que con la proverbial forma de orientalizar el mundo occidental que tienen los japoneses cuenta con fieles funcionarios para comprimir al personal en los vagones a las horas punta como si se tratase de sardinas en una lata.
Los usuarios del metro de Madrid parece, al menos, que tienen bastante claro que es lo m¨¢s parecido al infierno, porque, como confirma Ram¨®n L. Mancisidor del R¨ªo, subdirector de Explotaci¨®n de la Compa?¨ªa Metropolitano de la villa y corte, Ios viajeros de lo que m¨¢s se quejan es del calor, verdaderamente insoportable en verano, y de los olores. Si bien es algo que estamos ya tratando de solucionar con mejoras en la ventilaci¨®n y aireaci¨®n".
Viajeros cautivos
Pese a ello, en un d¨ªa laborable descienden bajo tierra 1.200.000 viajeros para trasladarse de un sitio a otro de la ciudad. Una d¨¦cima parte de ellos es lo que se denomina viajero cautivo. "Es el tipo de usuario", explica Mancisidor del R¨ªo, "que tiene que tomar a la fuerza el metro para ir a su trabajo, y que sobre todo se aglomera entre las siete y las ocho de la ma?ana". Y aunque m¨¢s de 600 vagones estar¨¢n circulando entre esas horas para trasladar a los viajeros cautivos a sus centros de trabajo, los apretones, empujones y hacinamientos ser¨¢n inevitables."Es cierto que el n¨²mero de viajeros ha ido descendiendo poco a poco", afirma el subdirector de Explotaci¨®n de la Compa?¨ªa Metropolitano de Madrid; "actualmente nuestro metro necesitar¨ªa tener un 80% m¨¢s de viajeros para que fuese rentable". El Metro de Madrid naci¨® en 1919 con clara vocaci¨®n populista, ya que su primera l¨ªnea uni¨® el barrio obrero de Cuatro Caminos con la c¨¦ntrica Puerta del Sol. Fueron, no en vano, Juli¨¢n Besteiro y Largo Caballero, a la saz¨®n concejales del Ayuntamiento de la Villa y Corte, quienes en un documento dieron autorizaci¨®n para comenzar las obras del metro antes de que fuera concedida la licencia correspondiente.
Pero el Plan de Ampliaci¨®n de la Red del Metro de Madrid, elaborado a finales de la d¨¦cada de los sesenta -en plena era del seiscientos-, fue concebido con la megaloman¨ªa propia de un r¨¦gimen que mir¨® poco las bases sobre las que pisaba y se hizo partiendo de la premisa de que la capital de las Espa?as llegar¨ªa a contar con cinco millones de habitantes. El tiempo, la crisis energ¨¦tica o la mejora de la calidad de vida impidieron que llegase a tal magnitud y hoy en d¨ªa la villa y corte, incluidos aleda?os, no suman en todos sus habitantes m¨¢s que unos escasos tres millones.
Sin embargo, ah¨ª han quedado para la gloria las nuevas l¨ªneas de metro que aproximan al viajero a lo que ser¨¢n los subterr¨¢neos del a?o 2000. "Las l¨ªneas antiguas, inauguradas antes de 1973", explica Daniel Abad Guijarro, jefe del gabiente de prensa del Metro, "son el reflejo de una sociedad en la que el metro era el transporte habitual; eran, y no me cuesta decirlo, reflejo de una sociedad tercermundista. Las l¨ªneas nuevas, 7, 8, 9 y 10, son l¨ªneas de un mayor confort y comodidad, en las que se ha cuidado mucho la presencia del viajero. Lo que ocurre es que ¨¦stas son mucho menos rentables".
Pernoctar en el and¨¦n
Aunque cada d¨ªa sean menos los viajeros que utilizan incondicionalmente el metro, ¨¦ste puede ofrecerles ahora m¨¢s cosas, y no ser¨¢ de extra?ar si dentro de pocos a?os no habr¨¢ necesidad de salir del metro absolutamente para nada. Sobre todo este invierno pasado, que hasta en las noches en que el intenso fr¨ªo del Guadarrama arreci¨® se pudo pernoctar en alguno de los casi 5.000 asientos que hay en los 25 kil¨®metros de andenes con que cuenta la red del Metro madrile?o.Ahora ya es posible tomar un caf¨¦ bajo tierra, comprar un regalo, revelar un carrete de fotograf¨ªas o adquirir tinos zapatos, sin que sea necesario salir a la siempre molesta luz del d¨ªa. Un total de 44 establecimientos comerciales -por ahora- y dos locutorios telef¨®nicos, que se abrir¨¢n en breve, har¨¢n que al menos el infierno sea algo m¨¢s c¨®modo.
Adem¨¢s, cerca de 800 personas, ajenas por completo a la empresa del Metropolitano, constituidas en su mayor parte por vendedores de bisuta y tebeos de segunda mano, pedig¨¹e?os y j¨®venes m¨²sicos en paro, descienden al infierno de ne¨®n para convertir la estancia del penitente viajero en algo mucho m¨¢s agradable.
El surtido de ofertas bajo tierra se completa con vendedores del cup¨®n y de loter¨ªa y con los cerca de 1.500 reclamos publicitarios que en forma de vallas de cuatro por tres metros solicitan la atenci¨®n del viajero. Unas vallas que en su mayor¨ªa presentan fragmentos del mundo exterior. Una sala de exposiciones y una tienda de gadgets vinculados al metro, en las que puede adquirirse desde un simple recuerdo a un juego educativo en el mismo medio de transporte, ofician de embajada cultural y comercial, respectivamente, de la propia empresa en las galer¨ªas subterr¨¢neas.
Trampol¨ªn de suicidas
El ciclo de la vida no quedar¨ªa completo en este habitat de topos si no acechase la muerte. Los suicidas eligen muchas veces el sucio espacio de un and¨¦n para tentar a la muerte, aunque muy pocos de ellos la alcanzan. En el a?o 1984 se produjeron 22 intentos de suicidio en el metro de Madrid, lleg¨¢ndose a consumar tan s¨®lo cinco. El a?o pasado, otros tantos utilizaron el trampol¨ªn que les suministraban las ruedas de los trenes subterr¨¢neos para saltar del infierno de ne¨®n a la muerte m¨¢s segura. Una decena de ellos, en el mismo a?o, intent¨® el salto sin lograr el chapuz¨®n definitivo."Cuando a uno se le ha tirado alguien bajo las ruedas del tren", cuenta el conductor Pedro Mart¨ªnez, luego tardas en superarlo. Despu¨¦s, cada vez que entras en una estaci¨®n vas pensando que se te puede tirar uno y hasta llegas a ir m¨¢s despacio de lo normal; ya se sabe, por si acaso". "He venido observando", comenta Ram¨®n Mancisidor, hombre aficionado a las estad¨ªsticas por su cargo de subdirector de Explotaci¨®n del Metro de Madrid, "que los intentos de suicidio se producen de tres en tres, m¨¢s o menos seguidos. Una tercera parte fallece, otra tercera parte resulta con heridas leves y una ¨²ltima queda ilesa".
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