El fracaso de Contadora
LA POSIBILIDAD de una paz negociada en Centroam¨¦rica se disuelve como un azucarillo tras el fracaso de la reuni¨®n en Panam¨¢ de 13 cancilleres latinoamericanos -los de Contadora, los del llamado Grupo de Apoyo y los cinco centroamericanos-. Las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores de Colombia, Augusto Ram¨ªrez, en las que advierte que la gesti¨®n mediadora de Contadora se puede dar por terminada y convoca a firmar el Acta para la Paz y la Cooperaci¨®n en Centroam¨¦rica el pr¨®ximo 6 de junio, s¨®lo pueden ser entendidas como muestra del fracaso de la reuni¨®n. El enfrentamiento permanente entre Nicaragua y Estados Unidos, la indecisi¨®n con que el Gobierno de Managua ha participado en el proceso y el obstruccionismo de Washington est¨¢n a punto de convertir en un cad¨¢ver la gesti¨®n que en los tres ¨²ltimos a?os ha contribuido a evitar una guerra generalizada en Centroam¨¦rica.Desde hace bastantes meses, el final feliz de la gesti¨®n de Contadora, esto es, la firma de un tratado multinacional de paz en la regi¨®n, estaba s¨®lo pendiente de la voluntad pol¨ªtica de los Gobiernos centroamericanos. El Grupo de Contadora hab¨ªa presentado anteriormente dos proyectos de acta de paz, ambos ¨²tiles para favorecer el objetivo primario de conseguir una convivencia pac¨ªfica entre todos los Estados centroamericanos. El primero de ellos fue aceptado en principio, y ¨²nicamente, por Nicaragua en un gesto que fue considerado por las naciones no directamente involucradas como una muestra de la voluntad negociadora de los gobernantes sandinistas. Se solicitaron precisiones por parte de los otros pa¨ªses centroamericanos que motivaron un segundo documento, no aceptado finalmente por Managua.
Nicaragua ha sido y es el eje de la gesti¨®n de Contadora. Los otros cuatro Estados centroamericanos han hecho en muchos casos causa com¨²n frente a Nicaragua y han insistido en que el principal problema para la seguridad de la regi¨®n es el r¨¦gimen sandinista. Tambi¨¦n la Administraci¨®n norteamericana ha ido progresivamente aumentando su presi¨®n sobre el sandinismo. En ese contexto, los dirigentes nicarag¨¹enses entendieron que su marco de negociaci¨®n deb¨ªa ser m¨¢s el di¨¢logo bilateral con Estados Unidos que el proceso desarrollado por Contadora, y dedic¨® sus esfuerzos al primero en detrimento del segundo. El tiempo, sin embargo, ha corrido en contra de Nicaragua. Las conversaciones con Estados Unidos -en Manzanillo (M¨¦xico)- fracasaron y no se vislumbran perspectivas de que puedan reanudarse. Paralelamente, su aislamiento del resto de los centroamericanos, pese al advenimiento de Gobiernos civiles en Honduras y Guatemala, ha ido creciendo.
Los ¨¦xitos militares de Managua contra los grupos antisandinistas han sido indiscutibles, pero ¨¦ste no es el lenguaje con el que se deba buscar un futuro en paz. No es posible ignorar, a la vez, el agravamiento de la situaci¨®n que supone la financiaci¨®n norteamericana de los grupos antisandinistas, en buen n¨²mero integrados por mercenarios reclutados en Miami. Washington ha desconfiado primero, y boicoteado despu¨¦s, los esfuerzos pacificadores dirigidos por el Grupo de Contadora. La pol¨ªtica de Reagan se ha mostrado incompatible con el reconocimiento de un protagonismo latinoamericano.
Frente a este largo conflicto, la ¨²nica salida viable parece ser la pacificaci¨®n que acuerden los propios Gobiernos centroamericanos sin injerencias y a partir de las propuestas de Contadora. Pero adoptar la posici¨®n, como ha hecho Nicaragua en la reuni¨®n de Panam¨¢, de negarse a firmar un tratado de paz hasta que no cese la agresi¨®n contra su pa¨ªs no contribuye precisamente a que esa agresi¨®n se detenga, sino, por el contrario, a dar argumentos a quienes hoy los necesitan para que el Congreso norteamericano apruebe 100 millones de d¨®lares para la contra.
Un tratado de paz que afecta a cinco naciones, si es correcto, no puede satisfacer plenamente a ninguna de las cinco. Ser¨ªa, no obstante, un paso adelante que todas se comprometieran, de forma p¨²blica y rotunda como Contadora exige -y con las garant¨ªas internacionales que el propio grupo pacificador ofrece-, en cuestiones tan importantes como la reducci¨®n de la presencia militar extranjera en Centroam¨¦rica, el cese del apoyo a los grupos insurgentes y la democratizaci¨®n plena de la regi¨®n. Nadie podr¨ªa entender la firma de un tratado de ese tipo como s¨ªntoma de debilidad de alguien, sino como la clara voluntad de resolver los problemas de Am¨¦rica Latina por los propios latinoamericanos. La actitud del Gobierno de Managua neg¨¢ndose a la firma del Acta de Paz mientras la contra no sea desmantelada es sencillamente injustificable.
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