Presos del SIDA, condenados al contagio
Ocho reclusos reciben tratamiento en el hospital Penitenciario de Carabanchel, pero la enfermedad est¨¢ muy extendida por las c¨¢rceles
Casi 3.500 presos, de los 27.000 que existen en Espa?a, ser¨¢n v¨ªctimas dentro de cinco a?os del s¨ªndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), seg¨²n fuentes m¨¦dicas del hospital Penitenciario de Carabanchel, de Madrid, lugar donde se atiende a los reclusos enfermos de todas las c¨¢rceles espa?olas. Ocho personas que padecen la enfermedad reciben tratamiento actualmente en este centro penitenciario. El ritmo de contagio parece de momento imparable. Seg¨²n un funcionario de prisiones, al requisar las jeringuillas que se utilizan para inyectarse hero¨ªna, "se pasan las que quedan y se van transmitiendo la enfermedad". "Esto sin tener en cuenta que pueden transmitirla a trav¨¦s de las llamadas comunicaciones ¨ªntimas a sus respectivas parejas", explica el doctor Fernando Gracia, que lleva cuatro a?os en el hospital madrile?o.
Hasta el momento solo se han realizado dos pruebas Para despejar el nivel de riesgo que existe entre la poblaci¨®n reclusa. El muestreo se realiz¨® con internos de la Prisi¨®n Provincial de Madrid y el hospital Penitenciario. Seg¨²n la primera de ellas, a la mitad de los presos analizados se les ha detectado el virus, aunque se desconoce si padecen la enfermedad, seg¨²n confirm¨® el doctor Gracia. La segunda, que finaliz¨® el mes pasado, estudiaba los casos de presos cuyas caracter¨ªsticas les inclu¨ªan dentro de grupos con alto nivel de riesgo. Seg¨²n este an¨¢lisis, el 81% de los reclusos son portadores de anticuerpos y pueden contraer la enfermedad.En esta c¨¢rcel-hospital los funcionarios denuncian el que tanto los enfermos de s¨ªfilis, como los de tuberculosis, y los que padecen SIDA mantengan contactos ¨ªntimos con sus parejas. Sin embargo, seg¨²n el director del centro, Francisco Guerra, a aquellos pacientes que tienen riesgo de contagiar la enfermedad, se les deniega el permiso para este tipo de encuentros, s¨®lo durante el tiempo en que la infecci¨®n sea activa. Por su parte, los funcionarios de prisiones reivindican su derecho a conocer los nombres de aquellos que, en su opini¨®n, les pueden contagiar y exigen que instituciones Penitenciarias les de garant¨ªas y medios para combatir este riesgo.
Los m¨¦dicos silencian los nombres y se acogen al secreto profesional, mientras intentan aplacar los miedos, afirmando que hasta el momento solo esta demostrado que esta enfermedad se contagia a trav¨¦s de la sangre y no a trav¨¦s del trato normal. Como ejemplo tranquilizador citan su caso. Ninguno de los 27 miembros del equipo m¨¦dico posee los anticuerpos caracter¨ªsticos de la enfermedad, seg¨²n la prueba HTLVIII.
"Tengo SIDA"
"Yo tengo el SIDA", dice Pedro, que colg¨® la jeringuilla el d¨ªa que naci¨® su hija hace 8 meses. Pedro -que cumple una condena de 20 a?os por atraco a bancos, tenencia il¨ªcita de armas, homicidio frustrado y documentos falsos- ingres¨® por primera vez en prisi¨®n cuando ten¨ªa 16 a?os. Actualmente tiene 36 a?os y una hija con una mujer de 20 a?os, concebida durante una fuga.
"He adelgazado mucho y tengo mucha fiebre" dice mientras te ense?a sus piernas esquel¨¦ticas que cuelga de unas muletas. "Despu¨¦s de cumplir mi primera condena me fui a ver al Obispo de M¨¢laga para pedirle trabajo y s¨®lo me di¨® un billete de 500 pesetas. Entonces decid¨ª volver a coger el 38", y coloca las manos como si estuviera empu?ando una pistola.
Fernando Gracia, uno de los miembros del equipo m¨¦dico dice: "Aqu¨ª a los enfermos de SIDA no se les da un tratamiento especial, simplemente se les somete a vigilancia y se les facilita una medicaci¨®n sintom¨¢tica". "Tambien te dan un cart¨®n de leche un d¨ªa s¨ª y uno no", dice Manuel otro de los enfermos. "Cuando est¨¢n en fase terminal se les traslada al hospital -Provincial, porque posee unidad de cuidados intensivos y mejor infraestructura. Otras veces se opta por devolverlos a los centros penitenciarios de origen" afirma otro doctor.
Nadie se atreve a decir cuantos han muerto v¨ªctimas de la enfermedad. Un funcionario susurra: "El primero muri¨® en 1982". Mientras otro m¨¦dico aporta un nuevo dato: "Han debido ser unos siete, aunque no est¨¢ comprobado, porque para tener todas las seguridades hay que someternos a una necrosis".
"A los presos no les preocupa la enfermedad, se han puesto a la venta preservativos y se les ha explicado que deben usarlos, sin embargo se han vendido muy pocos, tambi¨¦n se les ha dicho que no se pinchen y lo siguen haciendo", a?ade uno de los doctores. Jos¨¦ Antonio, uno de los enfermos del SIDA explica que la enfermedad "es un invento de los yonquies y los hippies". "La enfermedad se la transmiten principalmente por la aguja, ya que los contactos homosexuales son ocasionales", explica un doctor.
Carlos, de 26 a?os, lleg¨® al hospital hace 7 meses para una operaci¨®n en la pierna, ahora tiene el cuerpo lleno de ganglios, y le han diagnosticado taberculosis. Afirma que tiene el, SIDA, dice que nota todos los s¨ªntomas, que ha perdido el apetito, que ha adelgazado ocho kilos y que los doctores le dicen que todo es normal para ocultarle su enfermedad. La prueba HTLV III le di¨® resultado positivo dos veces consecutivas. "Yo he cogido la enfermedad aqu¨ª, cuando llegu¨¦ solo me dol¨ªa la pierna y ahora estoy plagado de ganglios, no tengo apetito y me dicen que es normal". Sin embargo aunque afirma que la ha contraido, durante su estancia en el departamento de t¨®xicos, reconoce que hace cuatro a?os se chut¨® con un amigo que muri¨® de SIDA.
Pedro es otro de los tantos presos que se han autolesionado para, conseguir su traslado al hospital Penitenciario. Opt¨® por inyectarse saliva que le produjo una gangrena en una de las piernas; la otra la tiene remachada con cinco tiros. Al lado de las cicatrices se ha tatuado "Yo nac¨ª para revolucionar el infierno". El que fue Pedro el temible, "no es ni la sombra de lo que era", seg¨²n explican los funcionarios.
"Como un hotel"
En el hospital ingresan cada d¨ªa entre dos y tres autolesionados. Unos se tragan mecheros, otros optan por clavarse antenas de radio en el est¨®mago, incluso algunos se comen los balancines de la cisterna del water, mientras otros se cortan las venas. Seg¨²n el director del centro, los presos hacen todo tipo de esfuerzos por llegar a, este hospital, "muchos de ellos intentan huir de las amenazas que sufren en la prisi¨®n, otros prefieren simplemente el trato que se les da aqu¨ª". Este centro que es Io menos parecido a un hospital", seg¨²n afirma un doctor, sin embargo, tiene fama de ser de lo malo lo mejor.
Los presos en ocasiones han buscado el contagio por el contacto de salivas, para alargar su estancia. "Comparado con las c¨¢rceles de las que vienen esto es para ellos como un hotel", dice un m¨¦dico. Pero la gran mayor¨ªa de los
Presos del SIDA, condenados al contagio
(Viene de la p¨¢gina anterior)internos se quejan tanto del trato, como de la falta de higiene "aqu¨ª no te dan ni lej¨ªa para limpiar tus celdas", explic¨® Jos¨¦ Antonio, que cumple condena por robo a mano armada.
Jos¨¦ Antonio tiene 28 a?os, tuberculosis, candidiasis de hongos en el bazo, una flebitis en la pierna y complicaciones con los hemorroides. Est¨¢ convencido de que padece el SIDA. Despu¨¦s de una diarrea de repetici¨®n, fue trasladado al hospital Provincial donde estuvo "al borde de la muerte durante nueve meses y 19 d¨ªas".
"Buenos, chicos"
A diferencia de algunos funcionarios que son los enemigos n¨²mero uno de los presos, la comunidad de seis monjas carmelitas que trabajan aqu¨ª tienen buena imagen entre los presos. Ellas explican que nunca han tenido problemas con los internos porque son "buenos chicos" y se alejan desliz¨¢ndose entre los reclusos, mientras reparten sonrisas.
Adem¨¢s de 13 ayudantes t¨¦cnicos sanitarios hay unos diez presos de confianza que hacen de enfermeros celadores, de sus propios compa?eros. El director del centro, que antes de acceder al cargo fue encargado del economato, afirma que necesita de estos reclusos "para que hagan el trabajo de auxiliares y que limpien porque no tenemos presupuesto para este tipo, de mano de obra". A pesar de la limpieza que defiende Francisco Guerra, los suelos de la c¨¢rcel est¨¢n llenos de polvo y el departamento de tuberculosos plagado de colillas.
Eleuterio tiene 73 a?os y est¨¢ en la c¨¢rcel por cinco condenas por robo. Sostiene que ya deber¨ªa estar fuera. Seg¨²n el reglamento penitenciario podr¨ªa acceder a la libertad condicional si alguien se hiciera cargo de ¨¦l. "Y aqu¨ª estoy tirao como una colilla, porque no me encuentran un asilo p¨²blico y uno privado no me lo puedo pagar". Eleuterio padece del coraz¨®n, tiene artrosis, y se queja de que lo ¨²nico que le dicen los m¨¦dicos es que pasee "y yo no me puedo ni levantar". "Aqu¨ª habr¨ªa que decir muchas cosas. Nos tiene abandonados y a m¨ª ni me lavan".
Vicente tiene 28 a?os y est¨¢ condenado por la muerte de un guardia jurado. Durante el tiroteo, las balas que se le alojaron en las piernas le provocaron una gangrena. Ahora el cuerpo de Vicente se acaba a la altura de Ios test¨ªculos. Perdi¨® las dos piernas cuando ten¨ªa 23 a?os. Cinco a?os despu¨¦s espera a que su familia consiga comprar "un piso en una planta baja" y poder volver con ellos en libertad condicional.
El director afirma que muchos de los reclusos siguen en este hospital porque las familias no se quieren hacer cargo de ellos, sobre todo en los casos de parricidas. La situaci¨®n de los siete etarras produce muchas susceptibilidades entre los trabajadores del hospital. "La mayor¨ªa de ellos est¨¢ aqu¨ª por problemas traumatol¨®gicos, meniscos y estas cosas t¨ªpicas de futbolistas y se tiran aqu¨ª muchos meses". "Venir aqu¨ª es una forma de entrar en contacto con los suyos y adem¨¢s disfrutan de demasiadas prebendas", a?ade un miembro del equipo sanitario.
A ¨²ltima hora llega un chico del centro de j¨®venes de Carabanchel. En la hoja de entrada, en el lugar d¨®nde se especifica la enfermedad que padece se lee "s¨ªndrome del recomendado". Dos horas m¨¢s tarde uno de los m¨¦dicos asegur¨® que no se hab¨ªa aceptado su entrada porque "ahora las cosas ya no funcionan as¨ª".
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