Armon¨ªa
Dos amigos de mi edad acaban de estirar la pata y la primavera sigue floreciendo como si tal cosa. Uno ha muerto s¨²bitamente hendido por el rayo y el otro estaba ya en su mitad podrido. Ambos fumaban demasiado. Adem¨¢s de este par de fiambres, ahora mismo tambi¨¦n tengo a tres ¨ªntimos dentro del tubo en un hospital a punto de caramelo: uno con derrame de cerebro, otro con un pulm¨®n cortado con serrucho y el tercer con una angina seca de ejecutivo. Arrepent¨ªos, el fin se acerca. ?Qu¨¦ podr¨ªa hacer para salvarme sin rezar? A trav¨¦s del ventanal contemplo el jard¨ªn donde ahora una urraca se desprende del membrillero hasta caer en la verde luiz de la pradera, y yo asisto a su vuelo pensando en mi propio esqueleto mientras como queso de cabra con aceite virgen de oliva. Tal vez este antiqu¨ªsimo sabor me ha dado un pelotazo en el cogote, pero de repente se ha fundido el mediod¨ªa y en la oscuridad he visto a un dios sentado en la tapia, sobre la ardiente madreselva, mir¨¢ndome con fulgor de esmeralda. En ese momento he o¨ªdo una voz interior que me incitaba a cambiar de vida. No he tenido m¨¢s remedio que obedecer.Ahora he dejado el tabaco, me levanto temprano, me lavo la boca con pasta de salvia, desayuno zumo de zanahoria, doy paseos de hora y media bajo los ¨¢rboles, tomo algas en polvo y tacos de alfalfa, practico la respiraci¨®n ventral imbuyendo mis tejidos con el prana de la naturaleza, a veces me pongo los tobillos en la nuca, cuando riego las plantas hago sonar una obertura de Rosini para que haya entre ellas y mi carne una comuni¨®n alegre. Puedo contarles lo que siento despu¨¦s de vivir siete d¨ªas traspasado por las hierbas sagradas. Sue?o con teatros. antiguos, vergeles y gimnasios llenos de perfumadas muchachas de Sid¨®n. Acuden a mi memoria placeres anhelados, el dulce heno de la infancia, sensaciones de una armon¨ªa de juventud, deseos de ra¨ªces y semillas que excitaron la imaginaci¨®n de los or¨¢culos y la conciencia de mi ruina flisica va acompa?ada de ur¨ªa sensaci¨®n de belleza espiritual. Por el camino de Damasco voy a paso ligero en zapatillas de baloncesto huyendo con los bolsillos repletos de alfalfa.
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