Incontinencias verbales
LAS V?SPERAS electorales son tiempos en los que a menudo altos funcionarios de los Gobiernos tienden a manifestar opiniones con el solo objeto de agradar a sus superiores y obtener de este modo, en las listas electorales o en los nombramientos del Bolet¨ªn Oficial del Estado, el premio por su adhesi¨®n o ingenio. S¨®lo motivadas por pareja ambici¨®n pueden entenderse manifestaciones recientes como las del delegado del Gobierno en Andaluc¨ªa, se?or Azor¨ªn, en torno al futuro de Pujol, o las del viceportavoz del Gobierno, se?or Varela, en torno al futuro de la Prensa. En el caso de Varela, su intervenci¨®n en un coloquio la semana pasada, en Salamanca, le dio ocasi¨®n para exponer algo semejante a las bases de un nuevo orden informativo. Bajo el postulado de que nadie habr¨ªa de escandalizarse ante el concepto y pr¨¢ctica del intervencionismo estatal, dijo hallar suficientes carencias en el panorama informativo nacional como para que el Estado se aprestase a rellenarlas. En su opini¨®n, era palpable un desajuste entre el hecho de que el PSOE hubiera logrado 10 millones de votos en 1982 y, sin embargo, no se encontrara un medio de informaci¨®n escrita que no fuera cr¨ªtico respecto a la labor gubernamental. El corolario ser¨ªa, en esta peculiar l¨ªnea de an¨¢lisis, que nos encontrar¨ªamos ante el hecho de una muchedumbre que no encuentra medios de comunicaci¨®n para dar cuenta de una opini¨®n -supuestamente no hostil- al partido que gobierna.Lo que el se?or Varela defini¨® bien claramente como l¨ªnea l¨®gica de actuaci¨®n del Gobierno es la base de cualquier ministerio de propaganda. Dado que el Ejecutivo no escucha voces que le agraden lo suficiente, y dado que otorga subvenciones a la Prensa, es l¨®gico, seg¨²n su razonamiento, suponer que esa Prensa debe ser intervenida en sus contenidos. Como resultar¨ªa ominoso imaginar que es la ignorancia sobre los principios del Estado democr¨¢tico lo que trasciende de tan burdas declaraciones en quien habla nada menos que por boca de Felipe Gonz¨¢lez, habr¨¢ que convenir entonces que es la perversidad la que las gu¨ªa. Podr¨ªa entenderse que el Ejecutivo estuviera contra las subvenciones a la Prensa, lo que en toda l¨®gica tendr¨ªa que llevarle a prohibir la publicidad en la televisi¨®n del Estado y abandonar toda propiedad p¨²blica en los medios de comunicaci¨®n para no incurrir en competencia desleal. Pero en Espa?a, como en todos los pa¨ªses de la Europa democr¨¢tica, esas subvenciones no tienen otro objeto que garantizar la pluralidad de voces en el mercado. Frente a esa actitud, las tentaciones de todos los Gobiernos de convertirlas en una palanca de presi¨®n sobre las publicaciones m¨¢s d¨¦biles nunca se hab¨ªan traslucido tanto como el se?or Varela ha permitido ahora.
Ciertamente, la concentraci¨®n de medios de comunicaci¨®n en tomo a la derecha pol¨ªtica y social sigue siendo en Espa?a abrumadora, pero la premisa seg¨²n la cual el comportamiento electoral debe tener un reflejo sim¨¦trico en la actitud de la opini¨®n p¨²blica ante la gesti¨®n del partido triunfador no est¨¢ avalada ni por la sociolog¨ªa ni por la experiencia de los pa¨ªses libres. Al derivar hacia el terreno de subvenciones discriminadas las pro puestas con que hacer frente a la contradicci¨®n se?ala da, Varela propone un remedio mucho peor que la enfermedad. En el contenido de su alegaci¨®n est¨¢ presente una advertencia contra quienes pretendan llevar su independencia m¨¢s all¨¢ de ciertos l¨ªmites a la hora de juzgar al Gobierno. Pero no pueden existir otros l¨ªmites a la libertad que los que la ley establece, y no los que arbitrariamente el portavoz del Gobierno quiera poner mediante el manejo del dinero de los contribuyentes. No parece, de otra parte, casual que esa filosof¨ªa -impl¨ªcita en reiteradas actitudes del Gobierno socialista desde hace a?os- haya acabado por manifestarse, aunque s¨®lo sea por v¨ªa de insinuaci¨®n, en el momento en que se produce la quiebra del monopolio televisivo que anuncia el proyecto de televisi¨®n privada. Y con ello el paso a una situaci¨®n en la que el mayor medio de influencia con que ha contado no podr¨¢ ser detentado en absoluta exclusiva.
Pero cabe una explicaci¨®n m¨¢s sencilla: la simple incontinencia verbal de alguien que deber¨ªa ponderar sus declaraciones p¨²blicas y que, a juzgar por sus palabras, no est¨¢ capacitado para el ejercicio de la responsabilidad de gobierno, El ejemplo tambi¨¦n reciente de Tom¨¢s Azor¨ªn, delegado del Gobierno en Andaluc¨ªa, que se atreve a arrogarse competencias del ¨¢mbito judicial y afirma que "vamos a meter a Jordi Pujol en la c¨¢rcel por lo de Banca Catalana", denota que la altivez del poder, por una u otra raz¨®n, no conoce lindes a la hora de oscurecer las luces de la inteligencia. Si ya es discutible todo ese tinglado de delegados gubernamentales y gobernadores civiles superpuestos en atribuciones de burocracia y gasto a los Gobiernos aut¨®nomos, m¨¢s preocupante es que el amplio tiempo ocioso que queda a estos personajes se emplee en declaraciones que no tienen otra respuesta que el cese. La inminencia de unas elecciones en Andaluc¨ªa, en las que el PSOE se confronta entre otros con un partido en cierta medida filial o amparado por la formaci¨®n pujolista, convierte las declaraciones de Azor¨ªn -cuyo manejo de la lengua le hace bastante poco digno de ese nombre- en una irrupci¨®n inadmisible del poder ejecutivo en la campa?a electoral.
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