Vivir siempre en estado de emergencia
La isla de Lampedusa constituye un desolado escollo de unos 20 kil¨®metros cuadrados de superficie, situado a unos 300 kil¨®metros de Libia y a unos 100 kil¨®metros de T¨²nez. Cuentan los ancianos que un bosque cubr¨ªa la isla rocosa hasta los tiempos de los Borbones del Reino de las Dos Sicilias. "Lo arrancaron cuando lleg¨® la unidad italiana", dicen. En Lampedusa se vive siempre en estado de emergencia: no hay hospitales, e incluso el agua potable o la gasolina hay que traerla "de Italia". L¨¢ ¨²nica forma de ahorrar para los j¨®venes que quieren formar familia es la de embarcarse largas temporadas en los barcos mercantesLa pesca y el turismo son las ¨²nicas fuentes de ingresos de esta isla, donde no existe la delincuencia, y una vez al a?o, en el mes de agosto, las tortugas marinas vienen a depositar sus huevos. "Lampedusa tiene mala suerte", afirma uno de los isle?os, mientras se?ala una urbanizaci¨®n tur¨ªstica que el banquero Sindona estaba hacierido construir en la cala de la Galera (c¨¢rcel) y que su desaparici¨®n dej¨® a medias.
Pasqualino Pusillo es uno de los habitantes de Lampedusa que no huy¨® a los refugios cuando corri¨® la alarma del ataque libio con misiles. "Yo no tuve miedo porque tengo mucha fe en la Virgen de Porto Salvo, la patrona de nuestra isla", afirma. ?talo, el panadero, otro de los lampedusarios que no se movi¨® de su casa, recuerda c¨®mo la gente volvi¨® al amanecer para comprar el pan. En la pared de su casa luce una fotograf¨ªa de una fragata italiana con la dedicatoria del almirante Bernardini, el jefe militar de la isla durante la II Guerra Mundial.
"Ay, qu¨¦ tiempos aquellos", suspira. "?Sabe usted que Lampedusa fue uno de los pocos sitios a los que los brit¨¢nicos, durante la guerra, concedieron el privilegio de rendirse con el honor de las armas? Los ingleses lo comunicaron a nuestras fuerzas con unos panfletos que hicieron caer sobre Lampedusa desde sus aviones".
?talo ha pasado la sesentena, pero conserva a¨²n el esp¨ªritu de los conquistadores rom¨¢nticos. "Aqui vivimos todo el a?o esperando el retorno, en la primavera, de las bellas golondrinas", suspira, mientras muestra con orgullo su peque?a colecci¨®n de salacots del Ej¨¦rcito durante la guerra de ?frica.
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