Escribir en Espa?a
EL ESCRITOR pasa por unos d¨ªas de mimo -rosas y libros, entregas de premios- y la cultura que desarrolla parece amparada por el Estado. Efectivamente, no es del todo ni siempre as¨ª, y desde luego no lo es coherentemente. Valga como muestra la serie de penalidades a las que se ven abocados actualmente los escritores aut¨®nomos a causa de cumplirse el primer plazo para liquidar el impuesto sobre el valor a?adido (IVA).Este impuesto fue concebido por otros legisladores para una fiscalidad equilibrada sobre el proceso productivo de trasformaci¨®n, pero lo que el escritor transforma -un poco de papel, un poco de tinta- apenas tiene comparaci¨®n con otras elaboraciones. De hecho, el escritor, como productor, no existe en la nomenclatura de Hacienda (o ha sido precipitadamente incluido en los ¨²ltimos d¨ªas para que no se escape), y se encuadra en actividades diversas. Cuando las agrupaciones profesionales han hecho ver estas anomal¨ªas a las autoridades correspondientes y han invocado otros casos resueltos -m¨¦dicos, educaci¨®n-, a las autoridades no les ha parecido ¨¦ste un caso de excepci¨®n. Su respuesta es que el escritor -de libros, de peri¨®dicos, de radio, de cine, de televisi¨®n- no sufrir¨¢ da?o alguno con el IVA. Las empresas que adquieren su escritura le pagadel sobreprecio del IVA, y el profesional simplemente lo transmite al Estado, como si fuera un agente del fisco. Ah¨ª termina, supuestamente, el problema.
Pero no es tan sencillo. En primer lugar, con este procedimiento, el escritor est¨¢ obligado a darse de alta en la licencia fiscal de actividades profesionales, por la que ha de pagar 7.920 pesetas. En segundo lugar, ha de darse de alta en el r¨¦gimen especial de aut¨®nomos de la Seguridad Social, con cuotas variables seg¨²n edad y beneficios posibles, que suponen una media de 12.000 pesetas. En tercer lugar, su domicilio se convierte en local de trabajo, porque all¨ª escribe, lo cual le obliga a inscribirse en el impuesto municipal de radicaci¨®n, variable seg¨²n su espacio, ubicaci¨®n en la ciudad, categor¨ªa profesional, etc¨¦tera. Por a?adidura, esta ¨²ltima condici¨®n puede repercutir en otras tarifas, tales como la de alquiler o de tel¨¦fonos, ya que no se valora igual un domicilio particular que un local de trabajo.
Dada la tradicional y comprobada inepcia del escritor para la burocracia y la contabilidad, es posible que necesite un asesor, un gestor, incluso un contable, para poder cumplir sus deberes fiscales y adquirir legalmente esta personalidad de empresario de s¨ª mismo que se le atribuye. Personalidad, de otra parte, falsa, puesto que en verdad depende de una empresa: la que le paga el IVA.
A tales gastos y trastornos deben agregarse tambi¨¦n otros quebrantos de su econom¨ªa actual y de su previsi¨®n para el futuro. La Asociaci¨®n de Escritores ha presentado como muestra de los desatinos el caso de Gonzalo Torrente Ballester, que el d¨ªa 28 recibe de manos del Rey el Premio de Literatura Miguel de Cervantes. Torrente es catedr¨¢tico jubilado y viene percibiendo su pensi¨®n al mismo tiempo que los derechos de autor de libros y art¨ªculos. Desde ahora, la nueva condici¨®n de empresario de s¨ª mismo le devolver¨¢ a su situaci¨®n de activo y, en consecuencia, deber¨¢ perder su pensi¨®n. O renunciar a escribir. Si estuviera en activo podr¨ªa ejercer la actividad de catedr¨¢tico y la de escritor sin otro gravamen que el pago normal del IRPF, como todos sus compa?eros hacen. Pero, jubilado, ya no le es posible recibir las dos fuentes de ingreso. Aparte de este caso ilustre, y de otros muchos en condiciones id¨¦nticas, hay un enjambre de colaboradores de prensa -corresponsales, escritores ocasionales, periodistas en semiparo- que se ven lanzados a esta condici¨®n fiscalmente opulenta, y en la que no alcanzan, parad¨®jicamente, a pagar las licencias, impuestos municipales o cuotas que se les exigen. La ley trata exactamente igual a los modestos que a los que obtienen grandes ¨¦xitos de ventas. Todos viven la misma condici¨®n de trabajadores aut¨®nomos de actividades diversas y padecen la misma obligaci¨®n burocr¨¢tica. Sus omisiones, su descuido o la creencia en su propia insignificancia -que, aunque no de manera frecuente, a veces se produce entre escritores- puede haberles dejado sin cumplimentar el plazo del 20 de abril. Pero por ello se ver¨¢n reclamados con el 300% de las cantidades no entregadas. Y no s¨®lo de aquellas que los compradores de sus textos les entregan, sino tambi¨¦n de las que no les han entregado a¨²n. Porque, y esto debe anotarse tambi¨¦n, tales contribuyentes est¨¢n obligados a adelantar el dinero que corresponde al IVA de las cantidades devengadas hasta ahora, aunque no las hayan recibido todav¨ªa. Y adem¨¢s deber¨¢n pagar coincidiendo con la entrega de una cantidad trimestral a cuenta del IRPF de 1986, cuando est¨¢n tambi¨¦n a punto de abonar la de 1985.
Vista la situaci¨®n, algunas entidades profesionales est¨¢n pidiendo a los escritores que adopten una actitud de resistencia pasiva y no se den de alta en la licencia fiscal, no acepten tampoco pagos sin IVA y no adelanten al fisco las cantidades no cobradas. Pero es un llamarniernto dudosamente eficaz. Ni estos profesionales son un grupo de presi¨®n capaz de inquietar a la Adm¨ªnistraci¨®n p¨²blica ni la huelga podr¨ªa importar demasiado. Su ¨²nica fuerza es la que se deriva de la racionalidad fiscal con la que solicitan ser tratados. Y esto deber¨ªa bastar para que la Administraci¨®n considerara sus argumentos, del mismo modo que lo hizo con otras profesiones reputadas de utilidad p¨²blica. Eludir¨ªa as¨ª la contradicci¨®n de que la producci¨®n de la cultura se encuentre, de una parte, exaltada y subvencionada por el Estado, y de otra, maltratada como ejercicio libre de un arte tradicional.
Puede que este caso no sea sino un eslab¨®n m¨¢s del entendimiento fiscal de la Admimistraci¨®n socialista. Las clases medias progesivas deben soportar el peso de la exacci¨®n de tributos antes que enfrentarse a otros colectivos con mayor fuerza pol¨ªtica o posibilidades de difuminar sus ingresos.
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