Sobre jueces, procesos y publicidad
Nada de lo que un juez declare p¨²blicamente fuera del ¨¢mbito judicial sobre un proceso que le compete es inocuo para el desarrollo y desenlace del asunto sobre el que debe imponer la justicia. ?sta es la tesis del autor del presente art¨ªculo, quien propone, como conclusi¨®n, la adopci¨®n de una medida legal que afronte la proliferaci¨®n de declaraciones de los magistrados, puesto que nadie puede dar instrucciones a los jueces sobre la forma de comportarse.
La justicia es noticia diaria, y a veces m¨¢s que diaria. Y no me refiero a la justicia como virtud o como valor que luce en alguna realidad m¨¢s o menos p¨²blica, sino en otro sentido: las instituciones que existen para aplicarla, las designaciones de las personas que integran esas instituciones, las opiniones, internas o externas, sobre su funcionamiento, las declaraciones p¨²blicas de los protagonistas de procesos m¨¢s o menos ruidosos, las decisiones que van recayendo, cuando recaen, en esos procesos.Que se hable del tuncionamiento de las instituciones de la justicia, de sus defectos y correcciones posibles, de las reformas necesarias y del dinero que hace falta para todo eso, de la lentitud o rapidez y dem¨¢s est¨¢ muy bien. Aunque con menos eco p¨²blico, ya que entonces, la libertad de expresi¨®n estaba notablemente m¨¢s reprimida, que en el presente, all¨¢ por los a?os cincuenta, cuando yo era alumno de una facultad de Derecho, la reforma del proceso, de la justicia y de la organizaci¨®n judicial, con el fin de evitar deficiencias que se denuncian ahora y se denunciaban entonces, era un asunto recurrente, de obligada discusi¨®n, y lo ha seguido siendo desde aquella ¨¦poca, y seguramente desde mucho m¨¢s atr¨¢s, como una especie de monstruo del lago Ness de car¨¢cter no estacional. De todos modos, si bien ante ciertas manifestaciones un esp¨ªritu tenebroso podr¨ªa pensar que no hay nada tan malo que no pueda empeorar, no es menos cierto que nada hay tan bueno que no pueda mejorar y, por tanto, se juzgue como se juzgue la realidad presente, bien venido sea el af¨¢n de perfeccionamiento.
Pero quiero referirme aqu¨ª a otras noticias sobre la justicia: a las que se producen en torno a casos judiciales espectaculares, o que se hacen espect¨¢culo por obra y gracia de quienes los pregonan con la adecuada dosificaci¨®n de intriga y puesta en escena de eso que se llama las pasiones humanas. Y no es que hagan falta muchas habilidades literarias o escenificadoras para arrastrar a la gente a favor o en contra de algunos protagonistas de luchas judiciales. Porque entre las pasiones humanas no es la menor ni menos habitual la de juzgar, al pr¨®jimo, o la de hundirlo en la condena moral p¨²blica cuando se trata de un enemigo a batir.
Para las personas enzarzadas con la justicia, ser noticia puede ser una suerte, y tambi¨¦n una desgracia. Es una de las formas que puede tomar la presi¨®n del medio ambiente sobre el juzgador, minando las bases de su independencia de criterio. Y fue hace ya muchos a?os cuando en Estados Unidos se anul¨® una sentencia de un famoso proceso: el juicio por los peri¨®dicos hab¨ªa condicionado el juicio de los juzgadores. Y no se diga que cuando ¨¦stos son profesionales el riesgo desaparece. Disminuye probablemente, pero no se elimina.
Perplejidad
Hay, sin embargo, un aspecto que produce especial perplejidad. Es el de las actuaciones personales de los jueces y magistrados ante los medios de comunicaci¨®n, y singularmente radio y televisi¨®n, aunque no s¨®lo radio y televisi¨®n. La cuesti¨®n se plantea con m¨¢s nitidez porque la actitud de jueces y magistrados, en la pr¨¢ctica, es dispar: los hay que no s¨®lo hacen declaraciones, sino que parecen sentirse a gusto por el hecho de declarar. Los hay, en cambio, y quiz¨¢ sean, al menos por ahora, la mayor¨ªa, que rechazan la misma posibilidad de hacer declaraciones incluso con evidente hosquedad.
Por supuesto, me estoy refiriendo a declaraciones y comentarios sobre los asuntos que jueces y magistrados llevan entre manos, o est¨¢n a¨²n pendientes de decisi¨®n final en instancias superiores. No entran en esta preocupaci¨®n otras declaraciones sobre los gustos literarios, culinarios, opiniones sobre cuestiones generales que pueden ir desde la teolog¨ªa a la f¨ªsica nuclear, vida familiar y detalles m¨¢s o menos personales de jueces y magistrados que, por sus cargos, personalidad o la casualidad del l¨ªo que les cae encima, se transforman en personas notorias. Como otros mortales que tambi¨¦n caen en ese grupo de personas que tienen que aguantar o disfrutar, seg¨²n los casos, preguntas variadas sobre cuestiones que, dos veces de cada tres, carecen del m¨¢s m¨ªnimo inter¨¦s, en equitativo paralelo con las respuestas anodinas y vulgares. Jueces y magistrados tienen derecho a gozar o sufrir de la notoriedad como cualquier cristiano.
El proceso, civil, penal, contencioso-administrativo o de la naturaleza que sea, que se desarrolla ante y por jueces y magistrados de variada condici¨®n, est¨¢ regulado en nuestras leyes con una cierta minuciosidad, a veces incluso desesperantemente minuciosa. Y, por tanto, tambi¨¦n hay una regulaci¨®n de la actuaci¨®n de jueces y tribuales en los procesos mismos. Como es obvio, esta regulaci¨®n no existe por ganas de fastidiar, sino por algo muy simple e importante: porque se considera que es el mejor modo de llegar al final de una decisi¨®n justa, en la que, mejor que en ninguna otra, queden defendidos y respetados sin menoscabo los derechos de los afectados, correctamente aplicada la ley y atribuida la raz¨®n a quien la tenga y la sanci¨®n a quien se haya hecho merecedor de ella.
Es obvio que jueces y magistrados tienen, en todo este conglomerado de actuaciones, una funci¨®n esencial, y no s¨®lo cuando dictan la decisi¨®n final en el ¨¢mbito de sus competencias, sino en toda la serie de hechos y actos que ante ellos y por ellos se realizan con vistas a aquel resultado final. Una decisi¨®n de un juez, de un tribunal, en cualquier fase del proceso, a veces tan largo, puede condicionar decisivamente el resultado final y afectar a los derechos y expectativas de los implicados, el primero de los cuales es el derecho a un juicio justo.
Condicionar actuaciones
Pues bien, a m¨ª me parece que las declaraciones p¨²blicas de jueces y magistrados sobre procesos en marcha, a¨²n no concluidos, pueden afectar al proceso mismo, a las posiciones de las partes en el proceso, y, en fin, a su resultado final, por v¨ªas directas o indirectas. Aunque no formen parte, t¨¦cnicamente, del proceso, s¨ª lo hacen, a veces, de una manera real, y condicionan las actuaciones de los interesados, que de un modo u otro reaccionan, a veces, ante esas declaraciones.
Yo he le¨ªdo u o¨ªdo, por ejemplo, declaraciones p¨²blicas en que el juez polemizaba con las partes o sus representantes. Tambi¨¦n es cierto que el juez con frecuencia es sujeto paciente de una provocaci¨®n consciente o inconsciente de las partes, que se sirven de los medios de comunicaci¨®n para ganar la opini¨®n p¨²blica a su favor, o de los propios medios, que toman parte o que, sin tomarla, predisponen a la gente en favor o en contra de alguien, o pueden hacer que se considere sorprendente la actitud de un juez.
Pero, al fin y al cabo, sin llegar a aquellos casos extremos de declaraciones dial¨¦cticamente planteadas, de alg¨²n modo puede decirse que la declaraci¨®n p¨²blica de un juez o magistrado sobre el proceso en el que, como tal, interviene, es un acto del proceso mismo, aunque t¨¦cnicamente no lo sea. El hecho es que lo que declara p¨²blicamente un juez sobre un asunto a ¨¦l sometido est¨¢ ah¨ª y puede afectar a la resoluci¨®n de ese asunto. Nada de lo que diga o haga el juez de un proceso, p¨²blicamente, sobre el proceso mismo, es, en principio, inocuo para su desarrollo y conclusi¨®n.
Me parece que no es cuesti¨®n de rasgarse las vestiduras, ensalzar o condenar, es cuesti¨®n de plantearse el problema con seriedad, y del mismo modo resolverlo. No se trata de coartar la libertad de los jueces, sino precisamente de lo contrario: de garantizar su m¨¢xima libertad al decidir: un juez, por ejemplo, tiene que dar a las partes los plazos que, en su caso, marque la ley, y esto no es un atentado a su libertad e independencia.
Tampoco se trata de coartar el derecho de la gente a estar informada, las sentencias, y otros muchos actos de los procesos, son p¨²blicos; la ansiedad por anticipar los resultados de un juicio, a la que ceden a veces quienes opinan sobre ¨¦l, est¨¢ en contradicci¨®n con la esencia de un proceso, integrado por una serie de actos y hechos que responden a la existencia de garant¨ªas variadas para los afectados, lo que por su propia naturaleza impide conocer el resultado antes del final.
Porque si las gentes tienen derecho a estar informadas, tambi¨¦n tienen derecho a que los juicios sean justos, por no hablar del derecho del concreto ciudadano a un juicio justo e independiente, y no s¨®lo, claro, en un proceso penal. Y, en cualquier caso, no parece que ese derecho a estar informado tenga la contrapartida de la obligaci¨®n de informar por parte del juez, al margen de los cauces legales de obligada publicidad.
Creo que estamos ante una cuesti¨®n que debe ser resuelta, en principio, mediante la oportuna medida legal. No es el caso de pedir que nadie d¨¦ instrucciones a un juez sobre la manera de comportarse como tal; los jueces son independientes y s¨®lo est¨¢n sometidos a la ley, y as¨ª debe seguir siendo.
Pero la ley debe hacerse cargo de unos hechos que, si no son nuevos, s¨ª han adquirido renovada amplitud y generado creciente perplejidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.