Occidente reconoce una vez m¨¢s el liderazgo de Reagan
Estados Unidos ha reafirmado en la cumbre de Tokio su liderazgo pol¨ªtico y econ¨®mico del mundo occidental, consiguiendo alinear a los aliados tras sus posiciones, s¨®lo tres semanas despu¨¦s de que su ataque militar contra Libia provocara una oleada de cr¨ªticas contra la, pol¨ªtica unilateral del gran garrote de Washington. La habilidad de Ronald Reagan, el impagable apoyo de Margaret Thatcher, la bonanza econ¨®mica que sopla sobre las econom¨ªas occidentales y la desastrosa actuaci¨®n de Mijail Gorbachov en la cat¨¢strofe nuclear de Chernobil han hecho que EE UU lograra en Tokio una solidaridad mayor de la esperada. Esto ha permitido a Reagan hablar del triunfo de Tokio a su regreso a la Casa Blanca.
La Alianza Atl¨¢ntica, ampliada al Pac¨ªfico con Jap¨®n, ha superado su en¨¦sima crisis y una vez m¨¢s reconoce el peso del dictado norteamericano. La ca¨ªda del precio del petr¨®leo, el descenso de la inflaci¨®n y de los tipos de inter¨¦s, la bajada del d¨®lar y el mayor crecimiento econ¨®mico explican sobre todo la concordia obtenida en Tokio. Hace un a?o. se hablaba de europesimismo y ahora comienza, a emplearse el t¨¦rmino euforia. Las grandes democracias occidentales han logrado algo que durante a?os parec¨ªa imposible: un mecanismo de coordinaci¨®n y disciplina de sus pol¨ªticas econ¨®micas.
El compromiso logrado es sobre todo pol¨ªtico, y su ¨¦xito depender¨¢ de la voluntad pol¨ªtica de los grandes para ponerlo en pr¨¢ctica. La legendaria suerte irlandesa qu¨¦ protege al presidente ha ayudado tambi¨¦n a Reagan con el desastre de Chernobil, que ha quebrado la imagen de Gorbachov como un l¨ªder sovi¨¦tico diferente y ha hecho a?icos su campa?a de propaganda antinuclear. Sin embargo, los aliados han vuelto a urgir a Reagan para que se re¨²na este a?o con Gorbachov y afronte el problema del control de armamentos.
El entusiasmo del presidente, que afirma que por primera vez los l¨ªderes de los siete grandes pa¨ªses industrializados "han ?do m¨¢s all¨¢ de las palabras y la ret¨®rica para luchar contra el terrorismo", se basa en una declaraci¨®n antiterrorista en la que la victoria de EE UU consiste en que se cita espec¨ªficamente a Libia. Pero se trata de una declaraci¨®n de intenciones y EE UU s¨®lo ha conseguido buenas palabras, sin lograr lo que deseaba: sanciones econ¨®micas y luz verde para nuevas acciones militares contra Libia, Siria o Ir¨¢n. Sin embargo, la Administraci¨®n presenta la declaraci¨®n como la carta magna que le permitir¨¢ volver a utilizar la fuerza tras consultar con los aliados.
Reagan ha conseguido una solidaridad de los europeos, en cuyas principales capitales, hace s¨®lo unos d¨ªas, se registraban las mayores manifestaciones aritinorteamericanas desde la guerra de Vietnam, convencidos decjue s¨®lo un progresivo aislamiento de Gaddafi evitar¨¢ nuevas actuaciones unilaterales de EE UU. Se trata, sin embargo, de una solidaridad forzada y negativa.
Uno de sus apartados argumentaba textualmente que si los europeos adoptan medidas, "estos locos americanos no ¨¢ctuar¨¢n solos por su cuenta". Con la resaca de Tokio a¨²n pendiente, Washington ha comenzado a preparar nuevas medidas econ¨®m¨ªcas y financieras contra Libia (restricciones a sus l¨ªneas a¨¦reas, retiradas de capital occidental de bancos y empresas con participaci¨®n libia y salida. de empresas europeas de Libia), que tratar¨¢ de que pongan. en pr¨¢ctica los aliados de la OTAN.
Ya no es un vaquero patoso
Ni la Francia gaullista, encarnada ahora por Fran?ois Mitterrand, ha sido capaz, ni siquiera lo ha intenta!do seriamente, de ensombrecer el triunfo de las posiciones de Reagan, como lo hizo en la cumbre del pasado a?o en Bonn. El presidente ya no es, como ha recordado The New York Times, el vaquero patoso del que hace seis a?os desconfiaban los intelectuales como Helmut Schmidt o Pierre Trudeau, que entonces dirig¨ªan la Rep¨²blica Federal de Alemania y Canad¨¢, respectivamente.
Reagan se ha presentado en Tokio con la fuerza del ejemplo: 40 meses de expansi¨®n econ¨®mica y un 68% de popularidad interna, algo nunca logrado por un presidente en su segundo mandato. La reaganomics, recibida con escepticismo, funciona en gran parte y es imitada con m¨¢s ortodoxia incluso por algunos aliados. Pero Reagan ha introducido tambi¨¦n elementos de flexibilidad en su hasta ahora fe ciega en el libre mercado, lo que de muestra su pragmatismo.
Estados Unidos ha conseguido que los siete aceptaran un mecanismo de mayor disciplina econ¨®mica, sobre todo de los tipos de cambio de las diferentes monedas, que, mediante una vigilancia aumehtada y sin un manual expl¨ªcito de intervenci¨®n, servir¨¢ para controlar los excesos de las pol¨ªticas econ¨®micas de los siete.
Se trata, de alguna forma, de un abandono del sistema de tipos de cambio flotantes para pasar a una flotaci¨®n dirigida, que se acerca m¨¢s a las paridades fijas del mundo de Bretton Woods, que se quebr¨® en 1973. Pero no s¨®lo se trata de coordinar las monedas, sino que se vigilar¨¢n tambi¨¦n otras variables, como las balanzas de pagos. Estados Un?d¨®s evita as¨ª, de momento, intervenir en los mercados de cambios para detener la ca¨ªda del, d¨®lar, que le interesa que siga descendiendo, a pesar del p¨¢nico que empieza a apoderarse de Jap¨®n, con un yen sobrevalorado.
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