La bula de Belmondo

Ese personaje en que Jean-Paul Belmondo se ha especializado, por no se sabe qu¨¦ decreto de su contagiosa simpat¨ªa de buen y sutil bruto, parece tener tina especie de bula: es el ¨²nico bueno del cine al que, se le permite -e incluso se celebran cuando da un recital de ellas- propinar a los malos patadas en los test¨ªculos, aut¨¦nticos, golpes bajos. Ha incorporado Belmondo al equipaje ofensivo de los buenos de siempre las peores artima?as de los eternos villanos.Para que no se nos olvide esta marca de f¨¢brica, Hold-up comienza con una contundente patada del ilustre peg¨®n franc¨¦s en mitad del mal sitio de su enemigo de turno, un tremendo y pegajoso grandull¨®n. Pero uno echa de menos la ret¨®rica agilidad con que el Belmondo de hace 20 a?os romp¨ªa entrepiernas de g¨¢nsteres en, por ejemplo, El hombre de R¨ªo. Los a?os no pasan gratuitamente.

Todo HoId-up es un n¨²mero, o una sucesi¨®n de ellos, para el lucimiento del astro franc¨¦s, que ya no puede repetir con la misma capacidad de convicci¨®n sus haza?as del pasado. Su agilidad perruna se hace ahora verbal y m¨¢s reposada, derivando a la autocaricatura. Un buen recurso para no hacer el rid¨ªculo es asumir este rid¨ªculo y volverlo en forma de iron¨ªa a favor de quien podr¨ªa padecerlo.

La pel¨ªcula tiene un argumento original, pero el juego que en ella impone Belmondo ha perdido una buena parte del encanto de sus pel¨ªculas de juventud, en especial las que hizo con Philippe de Broca. Es inevitable. El buen actor que Belmondo lleva dentro debiera buscar caminos m¨¢s ajustados para. su actual, fisonom¨ªa.