En Managua falta de todo, incluso el agua
ENVIADO ESPECIALEn Nicaragua, perros y gatos est¨¢n flacos: hasta en ellos se ven los reflejos de la crisis que afecta al pa¨ªs, una crisis econ¨®mica despiadada y cruel, que siega esperanzas. "La situaci¨®n econ¨®mica es lo que m¨¢s nos preocupa", afirma el escritor Sergio Ram¨ªrez, vicepresidente del pa¨ªs. "El embargo econ¨®mico, que se traduce en un verdadero boicoteo, constituye un sitio a Nicaragua". Falta de todo, o casi, en Managua. Incluso el agua: dos d¨ªas por semana, la ciudad se queda a secas. Hospitales, escuelas, residencias, f¨¢bricas, hoteles, oficinas administrativas y cuarteles quedan desde las siete de la ma?ana hasta las nueve de la noche sin una sola gota de agua.
Hay, desde luego, una explicaci¨®n clara. En 1979, cuando fue derrocada la dictadura de Anastasio Somoza, viv¨ªan en Managua poco m¨¢s de 650.000 personas. Actualmente vive all¨ª casi un mill¨®n de habitantes, y no hubo recursos para adaptar el viejo sistema de distribuci¨®n de agua a esa nueva poblaci¨®n. "Las, plantas son muy viejas", afirma el presidente, Daniel Ortega, "y no podemos comprar los repuestos en Estados Unidos. Todo es dif¨ªcil cuando las m¨¢quinas existentes en un pa¨ªs son norteamericanas y Washington no vende ni repuestos ni da manutenci¨®n".La explicaci¨®n es clara, pero no sirve para disminuir la exasperaci¨®n provocada por la falta de agua. Adem¨¢s, la poblaci¨®n se enfrenta a otra serie de carencias. Papel higi¨¦nico, por ejemplo. El ba?o privado del despacho de un ministro de Estado puede quedarse desprovisto de papel higi¨¦nico al igual que los ba?os del aeropuerto o de much¨ªsimas residencias en Managua. Tambi¨¦n faltan todos los dem¨¢s tipos de papel. La Prensa, entre otras restricciones, sufre ¨¦sta: no hay dinero para papel. "Llegar¨¢ el d¨ªa en que nuestros diarios tendr¨¢n cuatro hojas", advierte un alto dirigente. "No tenemos d¨®lares".
Es verdad. El a?o 1986 va a ser especialmente duro. El Gobierno nicarag¨¹ense calcula que las exportaciones dif¨ªcilmente podr¨¢n superar la tasa de los 300 millones de d¨®lares (unos 42.000 millones de pesetas). Se espera un d¨¦ficit m¨ªnimo de 200 millones de d¨®lares. El pa¨ªs todav¨ªa dispone de algunos cr¨¦ditos en el exterior, pero no logr¨® ning¨²n pr¨¦stamo importante. Todo lo que el mundo ha prestado a Nicaragua, hasta mayo, han sido cinco millones de d¨®lares. Frank Sinatra podr¨ªa ganar eso en cuatro giras a Sur¨¢frica. Michael Jackson cobr¨® tres veces m¨¢s por un contrato con la Pepsi Cola. "El cerco es terrible", insiste Sergio Ram¨ªrez. "Se nos cerraron todas las puertas de las instituciones financieras internacionales".
La presi¨®n militar
El cerco econ¨®mico, en realidad, funciona con m¨¢s eficacia que el militar. La acci¨®n de los contra instalados en Honduras es importante, pero los sandinistas ya saben que no corren mayores riesgos a nivel militar. La presi¨®n de las acciones de sabotaje, los ataques contra la poblaci¨®n civil y el desgaste provocado por la necesidad de mantener tropas en constante movimiento en la zona fronteriza con Honduras est¨¢, por supuesto, desviando recursos importantes del Gobierno. A nivel oficial, ni el presidente Ortega ni ning¨²n otro dirigente informa de la parcela del presupuesto nacional destinada a los asuntos de defensa. Los comentarios efectuados en tono privado, en todo caso, indican que m¨¢s del 50% de todo lo que el pa¨ªs produce est¨¢ absorbido por la guerra. O va directamente a la manutenci¨®n de las tropas, o es lo que el pa¨ªs deja de producir por la guerra. Adem¨¢s, los ataques terroristas contra instalaciones provocaron graves p¨¦rdidas al Gobierno. Todo eso sin contar con las v¨ªctimas, que ya son, entre muertos y heridos, casi 25.000 personas en los ¨²ltimos cuatro a?os.
Sin embargo, lo verdaderamente grave son las secuelas de la interrupci¨®n de la entrada de divisas a el pa¨ªs. Incontables proyectos se hallan paralizados, como la reconstrucci¨®n de la d¨¦bil estructura industrial nicarag¨¹ense o la mejora de los sistemas de riego para la agricultura. Por todas partes se pueden apreciar las cicatrices de la penuria: escuelas sin cristales, casas a medio reconstruir, coches sin parabrisas, matorrales. En las estaciones de autob¨²s, la coca-cola se vende en bolsitas de pl¨¢stico; no hay botellas, y cuando las hay, no hay metal para las tapas.
En una estaci¨®n de servicio pr¨®xima al Ministerio de Asuntos Exteriores hay pilas alt¨ªsimas de bater¨ªas de autom¨®vil. Son viejas bater¨ªas que se aprovechan y se reacondicionan como se puede. El pa¨ªs no puede importar lo necesario para tener bater¨ªas nuevas.
La gasolina est¨¢ racionada, por supuesto, y las cantidades son estrictas. Cada usuario tiene derecho a poco m¨¢s de 100 litros al mes. Menos mal que la mayor¨ªa de los coches son japoneses, que gastan poca gasolina. Tambi¨¦n est¨¢n racionados los productos b¨¢sicos, que est¨¢n incluidos en una lista de precios controlados por el Gobierno. La idea de una libreta de racionamiento, al viejo estilo cubano, desat¨® reacciones de indignaci¨®n en Nicaragua. En los supermercados y tiendas que venden a trav¨¦s del sistema de libreta, las colas empiezan a formarse a las cinco de la ma?ana. Muchas veces quien lleg¨® a las siete logra entrar en el supermercado a las tres de la tarde, para encontrarse con estanter¨ªas vac¨ªas. No se necesita demasiada imaginaci¨®n para calcular el grado de irritaci¨®n que eso puede provocar.
Adem¨¢s, sobrevive, cada vez m¨¢s ¨¢gil, el enorme Mercado Oriental donde los precios no est¨¢n controlados ni los productos racionados. All¨ª uno compra todo lo que no encuentra en otras partes, pero los precios -aun en d¨®lares- son astron¨®micos. Para el nicarag¨¹ense medio son precios absurdamente caros. Y la vida se hace imposible. El presidente Ortega admite que hay problemas graves en el abastecimie nto de productos b¨¢sicos. "La demanda creci¨® mucho despu¨¦s del triunfo, y provoc¨® una expectativa antes desconocida. Esa expectativa puede manifestarse incluso de manera, digamos, un tanto escandalosa, pero nosotros no tuvimos condiciones para aumentar la oferta al mismo ritmo. Es un problema, efectivamente".
El viajero que llega al aeropuerto debe cambiar 60 d¨®lares al cambio de 70 c¨®rdobas por d¨®lar. M¨¢s tarde, en la ciudad, encontrar¨¢ casas de cambio, oficiales, que pagan hasta 900 c¨®rdobas por d¨®lar. El mercado negro pagaba, en la primera quincena de mayo, alrededor de 1.700 c¨®rdobas por cada d¨®lar, que luego era vendido a 2.100 c¨®rdobas.
Un ministro de Estado explica que, de no ser por esa especie de cambio intermediario, el d¨®lar hubiese alcanzado, en el mercado negro, niveles mucho m¨¢s elevados. "Es impresionante", dice, "c¨®mo ciertos visitantes tienen plena conciencia de nuestras dificultades y cambian sus d¨®lares en el mercado libre oficial, aunque pierdan con eso". Los turistas deben pagar el hotel en d¨®lares. Con esas medidas el Gobierno trata de recaudar menguados d¨®lares.
El grueso de la poblaci¨®n, en todo caso, vive muy al margen de esa preocupaci¨®n. Son muchos los avatares de una vida bajo econom¨ªa de guerra. Y es en ese punto donde la pol¨ªtica agresiva de Estados Unidos logr¨® otro objetivo: obligar a la poblaci¨®n a convivir con la amenaza de una invasi¨®n de proporciones catastr¨®ficas.
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