La carrera
?Se les habr¨ªa ocurrido a, ustedes, aun en las mejores circunstancias, afrontar el problema de la alimentaci¨®n y la avitaminosis de unos 17 millones de seres humanos haciendo correr un domingo tramos de 10 kil¨®metros a una masa de casi la d¨¦cima parte de otros seres humanos? ?Les parece en todo cas¨®, una estupidez? ?Un invento norteamericano? Es patente, sin embargo, que en 77 pa¨ªses de los cinco continentes dos millones de personas corrieron con esta propuesta y que otros 2.000 millones de personas, gracias a los sat¨¦lites de Mundovisi¨®n, contemplaron el acontecimiento. En Burkina Faso (ex Alto Volta) corri¨® el presidente M Gobierno de la naci¨®n y todo su Gabinete. Cierto que se trata de uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del globo y desde hace tiempo no tienen nada que perder, incluida la compostura. Pero ?qu¨¦ les parece que el mismo secretario general de las Naciones Unidas tome el asunto con convicci¨®n y d¨¦ la salida a la carrera? Actualmente est¨¢n pasando cosas muy raras. Nada anterior al suceso del domingo se ha parecido tanto a una manifestaci¨®n fin de mundo.Verdaderamente el mundo est¨¢ acabado. La visualizaci¨®n televisiva de la totalidad ha borrado el aqu¨ª y el all¨ª. Todo el planeta es un plat¨®, instant¨¢neo, transparente, ubicuo, privado incluso, por su inmediatez, de la secuencia ideol¨®gica entre la causa y el efecto. En el pasado -cuando el Tercer Mundo se representaba como uria sombra- sus plagas eran una. consecuencia del sistema. Hoy, en la regresi¨®n a la contemplaci¨®n m¨¢s inmediata, los libios son terroristas porque son malos y los africanos pasan hambre porque son en s¨ª pobres. No cabe mayor nitidez. La realidad est¨¢ tan clara y acabada que es a la vez irremediable. Ante ella s¨®lo son pertinentes los tratamientos acr¨ªticos y ocasionales tales como un bombardeo ejemplar o una limosna de domingo. Cuando la injusticia y la explotaci¨®n se atribu¨ªan al sistema sociopol¨ªtico, al intercambio desigual, etc¨¦tera, era posible la revoluci¨®n, pero cuando se atribuyen a la fatalidad s¨®lo cabe la cuestaci¨®n. Entonces se marchaba en la direcci¨®n de la utop¨ªa. Hoy, en coherencia, se corre hacia ninguna parte.
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