El progreso de la cultura
La cultura requiere libertad, y por parte de la Administraci¨®n ¨²nicamente apoyo en la creaci¨®n de infraestructura. As¨ª opina el autor de este art¨ªculo, que reflexiona sobre la pol¨ªtica cultural que debe hacerse desde el Gobierno y asegura que la cultura no se administra, lo que se administra son los asuntos culturales.
La cultura es, a la vez, creaci¨®n y disfrute, esfuerzo y resultado, alumbramiento y herencia. Cuando se parte d¨¦ algo que es tan evidente se logra una gu¨ªa clara para distinguir donde deben y donde no deben operar los poderes p¨²blicos en campo tan trascendental.Lo mejor que puede hacerse con la creaci¨®n es dejar que sus admirables y sutiles mecanismos obren a su modo y manera. Pero como hasta la espontaneidad requiere condiciones m¨ªnimas para manifestarse es preciso asegurar a los agentes de la cultura formaci¨®n adecuada y defensa de sus derechos morales, materiales y sociales, aunque no de modo distinto a como se les aseguran a otros profesionales libres o asalariados con an¨¢logo papel social: un artista no es ni m¨¢s ni menos que un m¨¦dico, un abogado o un qu¨ªmico; otra cosa ser¨¢ la categor¨ªa de cada uno. Cuanto exceda o falte a este tratamiento es discriminatorio porque favorecer¨¢ a unos en detrimento de otros, como lo muestran algunos anuncios p¨²blicos de ayudas a la creaci¨®n (otras se dan sin ning¨²n anuncio) en los que casi se nos anticipa tambi¨¦n al creador agraciado y lo que tiene que crear o ha creado ya. Con estatutos profesionales, previos y generales eso no ocurrir¨ªa, y el arbitrio, admisible en cuanto apreciaci¨®n necesaria de circunstancias, no se convertir¨ªa en arbitrariedad.
Lo creado precisa comunicaci¨®n para ser plenamente cultural. La difusi¨®n de la cultura es un proceso social espont¨¢neo, tanto m¨¢s fluido y rico cuanto m¨¢s viva es la sociedad en que se crea, transmite y conserva. Ahora bien, all¨ª donde los ¨¢mbitos de manifestaci¨®n no surjan naturalmente o donde existiendo sean insuficientes, las administraciones p¨²blicas deben fomentarlos, por s¨ª o estimulando a los particulares para que lo hagan, de modo que la cultura se muestre con riqueza, en concurrencia y libertad. Para asegurar las tres cosas es siempre preferible una pol¨ªtica de infraestructura cultural a una pol¨ªtica de subvenciones.
No es ya que la infraestructura implique por s¨ª misma mayor neutralidad de los poderes p¨²blicos sino que tambi¨¦n es la que se muestra como m¨¢s necesaria: porque nos hacen falta m¨¢s auditorios y orquestas estables, m¨¢s y mejores bibliotecas y museos, modernas fonotecas y videotecas, salas de exposiciones; nuevos locales de uso m¨²ltiple, aptos para el cine, el teatro, la danza, las artes esc¨¦nicas y los espect¨¢culos participativos, y rescatar de su abandono las salas espa?olas que encierran valores art¨ªsticos o hist¨®ricos. Son labores ¨¦stas menos aparentes, pero m¨¢s s¨®lidas que las verbenas, las charangas y los fuegos artificiales en que se gasta mucho dinero del contribuyente, m¨¢s con ¨¢nimo de halago y propaganda que por razones de cultura popular.
Se dir¨¢ que la infraestructura por s¨ª solamente producir¨¢ ¨¢mbitos vac¨ªos. No es cierto. No conozco parque reci¨¦n estrenado que no se llene desde el primer d¨ªa de p¨¢jaros, ni?os, ancianos y enamorados. No hay sala de las que he referido que quede vac¨ªa a poco que cuide sus contenidos. ?Qui¨¦n discurre y ofrece los contenidos, incluso en locales sostenidos o ayudados por las administraciones p¨²blicas? No ciertamente ¨¦stas, cuyo papel es otro, sino la iniciativa privada con sus ofertas propias o concurriendo a los concursos p¨²blicos; nadie negar¨¢ que los profesionales en sus campos respectivos tienen m¨¢s conocimientos y capacidad de innovaci¨®n que la presumible con la mejor voluntad en los poderes p¨²blicos.
Necesidades culturales
Reconozcamos tambi¨¦n que los particulares, por la cuenta que les tiene, cualquiera sea el r¨¦gimen en que operen, suelen captar con agudeza las necesidades culturales y ponderar mejor los riesgos. Cosa que, dicho sea de paso, deber¨ªa hacerse asimismo con los festivales, muestras, semanas y campa?as que menudean, y que lo tendr¨ªan casi todo de bueno si se calculase mejor lo que cuentan a cambio de lo que dan y el n¨²mero de los que lo reciben. No es l¨ªcito emplear el dinero de todos para lucimientos personales o institucionales, y menos a¨²n para fines partidistas.
Hay un par de cuestiones culturales de tal relieve que, o se tratan aparte, o s¨®lo cabe aludirlas. Una es nuestro patrimonio hist¨®rico, de tal magnitud y que exige para su conservaci¨®n, incremento y disfrute de recursos tales que es obligado establecer una escala de prioridades y asegurar un uso adecuado de los bienes que sustituya la actual falta de criterio o el criterio meramente conservacionista, y eficacia en la defensa, que no haya que pagar a precio de oro en el extranjero ¨®leos que no debieron salir nunca de nuestro pa¨ªs. Otra de las cuestiones, imprescindible, es el fomento de la lectura, cuyo h¨¢bito hay que convertir en com¨²n entre los espa?oles (que depender¨¢n as¨ª menos de las seducciones audiovisuales), empezando en la escuela y acabando en una red de bibliotecas y hemerotecas accesibles y fluidas en los pr¨¦stamos.
Por inmaterial que la cultura sea, no prospera sin sustentos personales, materiales, organizativos y financieros. A este respecto es preciso recordar tres cosas: que la cultura no se administra, lo que se administra son los asuntos culturales, y hacerlo bien exige descentralizaci¨®n, coordinaci¨®n y cooperaci¨®n entre las administraciones p¨²blicas; que no debe recelarse de antemano de las industrias culturales, sin las que no llegar¨ªa a producirse la mayor¨ªa de los procesos de comunicaci¨®n cultural -otra cosa es que sean (en especial los medios de masas) conscientes de su responsabilidad social, que s¨®lo el derecho puede establecer y la sociedad exigir sin interferencias del poder-; en fin, que constituye un soporte cultural decisivo el mecenazgo de las asociaciones, de las fundaciones, de las empresas y sociedades mercantiles: m¨¢s que la desconfianza hacia esas actividades se impone un tratardiento fiscal adecuado y controlado.
Ahora que ya tenemos representantes en ¨¦l, conviene recordar un principio de actuaci¨®n que el Parlamento Europeo formul¨® el 13 de noviembre de 1983: "La Comunidad no interviene sobre la cultura, interviene para la cultura".
Manuel Fraga es presidente de Alianza Popular y de Coafici¨®n Popular.
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