Por una mayor¨ªa estable
El temor a una nueva mayor¨ªa absoluta socialista se extiende a derecha e izquierda del PSOE, con el argumento de la prepotencia socialista. El autor de este art¨ªculo se?ala que no desean un Gobierno fuerte ni la derecha conservadora ni la izquierda sin proyecci¨®n de futuro. Los cuatro a?os de Gobierno socialista pueden haber sido de sacrificio -asegura-, pero han sido aflos de avance hacia la soluci¨®n de la crisis.
Ante las elecciones legislativas de 1986, s¨®lo un fantasma parece recorrer el escenario pol¨ªtico espa?ol: es el temor a una nueva mayor¨ªa absoluta del partido socialista. El razonamiento formal al que todos se acogen es el mismo: el PSOE ha gobernado con prepotencia estos cuatro a?os. Permitir que de nuevo hubiera un Gobierno socialista con mayor¨ªa absoluta en el Congreso significar¨ªa un peligro para la democracia, el riesgo de la perpetuaci¨®n de un r¨¦gimen autoritario, personalista y clientelar, la semilla de algo similar al PRI mexicano. Por tanto, el primer enemigo ser¨ªa el PSOE, y el mayor peligro, el de que volviera a obtener la mayor¨ªa absoluta. En ello coinciden la derecha, en la que incluyo a Su¨¢rez y a Roca, y los comunistas.Esta forma de enfocar las elecciones tiene dos problemas. Si los viejos dirigentes franquistas tomaban por libertinaje toda manifestaci¨®n de libertad, la, oposici¨®n al Gobierno socialista s¨®lo coincide en calificar de autoritarismo toda forma de ejercicio de la autoridad, sin pararse a reparar en si esta autoridad se ejerce conforme a derecho, bajo completa legitimidad democr¨¢tica y, lo que a la postre es m¨¢s sustancial, siguiendo un estricto criterio de prioridad de los intereses sociales de los espa?oles. El segundo problema, precisamente, es que esta escasa preocupaci¨®n por los intereses colectivos de nuestro pa¨ªs afecta en un punto esencial a los an¨¢lisis de conservadores y comunistas. En efecto, cuando apuestan por privar al PSOE de la mayor¨ªa absoluta, ni la Coalici¨®n Popular ni Plataforma de Izquierda Unida explican c¨®mo piensan que se puede llegar a gobernar el pa¨ªs si las elecciones ofrecen el resultado de una minor¨ªa mayoritaria, a la manera de la UCI) de 1979, incapaz de legislar sin pactos con fuerzas marginales, impotente frente a la necesidad de cambios radicales que pudieran exigir una fuerte base social.
?Qui¨¦n desea que las elecciones legislativas del 22 de junio no arrojen el resultado de una mayor¨ªa absoluta capaz de gobernar con holgura? Los conservadores y los comunistas creen que un Gobierno minoritario les ofrecer¨ªa mayores posibilidades de protagonismo. Los conservadores dicen que es preciso terminar con la prepotencia socialista, con ese rodillo tan familiar a los lectores de las portadas de Abc, que es preciso evitar que el Gobierno prescinda de la opini¨®n nacional (es decir, franquista) al legislar en materias como la despenalizaci¨®n del aborto o como la LODE. Los comunistas dicen que si el PSOE no alcanzara la mayor¨ªa parlamentaria se ver¨ªa obligado a escuchar m¨¢s su voz, que las oposiciones m¨¢s radicales estar¨ªan m¨¢s representadas en la actividad del Gobierno. Es f¨¢cil ver que no han sacado las m¨¢s elementales conclusiones de los a?os de transici¨®n, que no han comprendido, a partir del desmembramiento del ¨¢rea comunista, que no constituyen el n¨²cleo duro de la izquierda, sino una combinaci¨®n heterog¨¦nea de supervivientes de la tradici¨®n comunista y de nuevos radicales hijos de la crisis de los a?os setenta. La actual ¨¢rea comunista no es un n¨²cleo coherente -escindida entre prosovi¨¦ticos, eurocomunistas, paleosocialistas y ecologistas tard¨ªos-, ni puede por ello pretender hacer oscilar el proyecto de futuro de gobierno hacia el suyo propio. Pues, en efecto, noposee un proyecto propio de futuro, sino que es s¨®lo un via e por el t¨²nel del tiempo, un mal saldo de restos.
Vayamos entonces al fondo de la cuesti¨®n: ni la izquierda comunista ni la derecha son capaces de aceptar que la raz¨®n de que sus propias candidaturas no alcancen mayor resonancia no se hallan siquiera en la imagen prehist¨®rica de sus dirigentes, sino en su ausencia de proyectos pol¨ªticos propios. El problema es que el Gobierno ha ocupado razonablemente el terreno del sentido com¨²n, ha agotado el campo de las propuestas pol¨ªticas veros¨ªmiles, y que frente a ese realismo, frente a ese pragmatismo que a diario denuncian los comunistas como traici¨®n, la opini¨®n mayoritaria en la sociedad espa?ola ha reaccionado con un voto de confianza, a juzgar por las encuestas, mientras ca¨ªan en el vac¨ªo las propuestas demag¨®gicas de los conservadores y los intentos comunistas de presentar como proyectos de futuro las viejas f¨®rmulas keynesianas.
El modelo de la transici¨®n
El Gobierno socialista est¨¢ haciendo lo que se puede hacer en el camino de construir un pa¨ªs moderno y orientado hacia el progreso, y se dir¨ªa que los espa?oles as¨ª lo reconocen. Por ello puede ser un fracaso la llamada a debilitar al Gobierno socialista. Quienes apuestan a esa carta deben reconocer que al mismo tiempo est¨¢n apostando por un modelo de gesti¨®n pol¨ªtica: el de la transici¨®n. Aquellos tiempos. (1977-1980) en los que los comunistas, las minor¨ªas nacionalistas o los debilitados representantes de la derecha conservadora siempre pod¨ªan exigir contrapartidas para dar su apoyo a la pol¨ªtica del Gobierno, creando a veces alianzas contra natura, que contribuyeron a desacreditar la pol¨ªtica parlamentaria.
Si somos sinceros debemos admitir que buena parte de la a?oranza por aquel modelo procede del protagonismo p¨²blico que otorgaba a grupos pol¨ªticos en otro sentido minoritario. Debemos recordar que el precio de ese protagonismo era la incapacidad del Gobierno para acometer medidas duras; medidas sociopol¨ªticas que un Gobierno de insuficiente base social no se sent¨ªa capaz de tomar. Se deber¨ªa reconocer que buena parte de las medidas m¨¢s impopulares que ha tomado el Gobierno socialista desde 1982 las debi¨® tomar en su d¨ªa UCI).
Y no las pudo tomar por temor al desgaste social que un partido como UCI), pura agregaci¨®n de las familias pol¨ªticas posfranquistas, podr¨ªa sufrir frente a una sociedad civil insurgente, reivindicativa, libre. El Gobierno de UCEI no se sinti¨® capaz de asumir ese desgaste, y pospuso la tarea de ajuste, social y pol¨ªtico, frente a las nuevas condiciones creadas por la crisis, para otro Gobierno m¨¢s fuerte y legitimado. Ese Gobierno fue el del PSOE, pero podr¨ªa haber sido un Gobierno de Fraga; lo importante es que ya no pod¨ªa seguir siendo un Gobierno de transici¨®n, un Gobierno d¨¦bil, un Gobierno incapaz de tomar decisiones clave en momentos cruciales.
Ahora, la derecha conservadora y los comunistas apuestan por la vuelta al modelo pol¨ªtico de la transici¨®n para recuperar su viejo protagonismo. Como el Gobierno socialista ha pagado ya el precio m¨¢s alto del ajuste a la crisis internacional, la supuesta izquierda unida est¨¢ dispuesta a defender la validez de las viejas f¨®rmulas keynesianas: sin ning¨²n respeto por los hechos de la ¨²ltima d¨¦cada, que defiende en p¨²blico, para Espa?a, el modelo econ¨®mico que: llev¨® al borde de la cat¨¢strofe el PS franc¨¦s en el contexto de la Uni¨®n de la Izquierda.
Y si la derecha heredara el Gobierno en Espa?a har¨ªa r¨¢pida almoneda de los frutos de los duros sacrificios realizados por los espa?oles bajo el Gobierno socialista. La curiosa mezcla de arbitrismo, demagogia y reaganismo que nos propone Manuel Fraga destruir¨ªa todos los avances de la racional pol¨ªtica de austeridad que ha llevado a Espa?a a unificarse al pelot¨®n europeo, con alg¨²n retraso inevitable, frente a las exigencias del ajuste a la crisis. Pero lo m¨¢s grave no es que los modelos de la izquierda comunista o de la derecha conservadora aboquen a condiciones econ¨®micas anteriores a la misma eclosi¨®n de la crisis, sino que conducen a la ingoberriabilidad.
O nos tomamos en serio que ¨¦sta es una crisis de larga duraci¨®n o seguimos jugando, como a mediados de los setenta, a que es s¨®lo un accidente coyuntural. Pero si aceptamos que el problema es de fondo no podemos ignorar la necesidad de un Gobierno estable, un Gobierno capaz de mantenerse en el medio plazo para restablecer los equilibrios exteriores sin que conflictos internos de ¨ªndole corporativista le impidan llegar a desarrollar una estrategia de ajuste a largo plazo. Los cuatro a?os de Gobierno socialista pueden haber sido a?os de sacrificio, pero han sido a?os de avance hacia la soluci¨®n de la crisis. Y ello porque exist¨ªa un Gobierno fuerte y estable.
Pretender tirar por la ventana todo lo avanzado no es una propuesta razonable. Pero los ciudadanos de este pa¨ªs s¨ª son razonables, y es dif¨ªcil que se les pueda asustar con el fantasma del autoritarismo socialista del neofranquismo. No es culpa de los socialistas que hoy por hoy no existan alternativas cre¨ªbles de un Gobierno estable fuera del PSOE.
es secretario de Organizaci¨®n de la CEE-PSOE.
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