El gran d¨ªa de Calder¨¦
Calder¨¦ se levant¨® pensando que aqu¨¦l pod¨ªa ser su gran d¨ªa. ?l, pura roca, se hab¨ªa preparado concienzudamente para este gran momento, pues, aunque el d¨ªa antes hab¨ªa salido disparado del vestuario tras el ¨²ltimo entrenamiento, sab¨ªa que iba a jugar.Lo sab¨ªa por distintos motivos aunque el principal fuera que Miguel Mu?oz, el seleccionador, le hab¨ªa demostrado durante los ¨²ltimos seis partidos de preparaci¨®n que era imprescindible. Lo de ahora iba a ser distinto. Se trataba del encuentro decisivo.
Cuando iba hacia el estadio Tecnol¨®gico, de Monterrey, hizo un r¨¢pido repaso a su vida. Pens¨¦ en su gente de Villarrodona, donde naci¨® el 16 de enero de 1,959, y estaba seguro de que medio pueblo, todo el pueblo, dejar¨ªa de trabajar para instalarse frente al televisor. Pens¨® en aquellos a?os oscuros en el Barcelona Atl¨¨tic, en el que parec¨ªa el viejo gladiador y la gente lo consideraba menos joven que los dem¨¢s simplemente por el escaso pelo que adorna su cabeza. Pens¨® en el salto al Camp Nou, en la Liga de Venables, en esa maldita final de la Copa del Rey y, por supuesto, en la inoportuna tarjeta amarilla frente al Gotemburgo, que le impidi¨® jugar la final de la Copa de Europa.
El estadio Tecnol¨®gico est¨¢ algo alejado del centro de la ciudad y tuvo tiempo de darle vueltas a todas esas cosas. Bueno, a ¨¦sas y a la inoportuna salmonelosis que le apart¨® repentinamente del cuadro titular que se enfrent¨® a Brasil. Todo pas¨® muy r¨¢pidamente por su mente. La vida de Calder¨¦ -Mu?oz le llama Ram¨®n y la televisi¨®n mexicana Jos¨¦ Mar¨ªa- ha sufrido un gran aceler¨®n en los ¨²ltimos a?os. Dar el salto al Camp Nou y triunfar en un Mundial ha sido cuesti¨®n de pocos a?os, casi de meses.
Cuando el autocar entr¨® en el estadio, pens¨® que no pod¨ªa fallar. Cuando se ataba las botas y Vicente Miera le recordaba las ¨²ltimas instrucciones, pidi¨® al cielo que premiara su esfuerzo con alg¨²n gol. Al fin y al cabo, ¨¦l ha demostrado ser un centrocampista goleador. Al fin y al cabo, acababa de enfundarse la camiseta n¨²mero 18, la misma que los goleadores de Italia (Altobelli) y Francia (Rocheteau) o, incluso, la misma que S¨®crates, el brasile?o.
Ya estaba listo para saltar al campo. Desde el primer momento, se dio cuenta de que iba sobrado de fuerzas, de que eso de prepararse a 2.000 metros sobre el nivel del mar y jugar a 500 le permite una excelente velocidad de crucero durante todo el partido. A los 16 minutos ya hab¨ªa gritado a Julio Salinas; a los 71, el chillido fue para Eloy: "Simplemente, les grit¨¦ pana que supieran que les acompa?aba en la jugada; quer¨ªa que supieran que estaba junto a ellos por si pod¨ªan pasarme la pelota".
Cuando lleg¨® al vestuario, alguien, le dijo que hab¨ªa sido el triunfo m¨¢s abultado de Espa?a en un Mundial y que, si hubiera transformado aquellas otras dos oportunidades que tuvo, ahora compartir¨ªa la cabeza de goleadores con Altobelli y Elkjaer. Cuatro horas despu¨¦s, el programa del Canal 13 de la televisi¨®n mexicana Los protagonistas del Mundial le dedicaba su espacio estrella como "la figura del d¨ªa".
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