Sanciones contra Pretoria
MA?ANA, LUNES, se cumple el d¨¦cimo aniversario de la matanza de Soweto, en la que 575 negros cayeron bajo las balas de la polic¨ªa cuando se manifestaban contra el apartheid. Este aniversario est¨¢ poniendo de relieve, ante la opini¨®n mundial, que la situaci¨®n en ?frica del Sur es hoy m¨¢s explosiva de lo que ha sido en ning¨²n momento de su historia. Una ola represiva sin precedentes asola las barriadas negras. En los dos ¨²ltimos a?os, el presidente Botha ha hecho alarde de una pol¨ªtica reformista, pero sus reformas han tocado puntos marginales, sin abordar el problema de la discriminaci¨®n pol¨ªtica y civil de los negros, privados de todo derecho en un pa¨ªs en el que constituyen m¨¢s del 70% de la poblaci¨®n. Realmente, lo que caracteriza la etapa de Botha en la presidencia no son las reformas, sino las brutales y permanentes represiones contra las poblaciones negras. Desde febrero de 1984, unas 1.700 personas han muerto como consecuencia de las medidas policiacas y su n¨²mero aumenta cada d¨ªa.La comunidad internacional ha realizado en este per¨ªodo diversas gestiones aplicando, incluso m¨¢s all¨¢ de lo razonable, cierta confianza en la voluntad reformadora de Botha. El ¨²lirno esfuerzo ha sido la misi¨®n de personalidades eminentes de la Commonwealth brit¨¢nica, encabezada por el antiguo primer ministro de Australia Fraser y el antiguo presidente de Nigeria general Obasarijo. Celebraron conversaciones con el Gobierno de Pretoria, con la direcci¨®n del Congreso Nacional Africano (ANC) en Lusaka, e incluso hablaron con Nelson Mandela en la c¨¢rcel donde se halla encerrado. Estas gestiones pusieron de relieve que la comunidad negra aceptar¨ªa obtener sus derechos por v¨ªa pac¨ªfica y que el Gobierno de Pretoria podr¨ªa abrir el camino de una soluci¨®n negociada si tomase algunas medidas, como la liberaci¨®n de Mandela y la legalizaci¨®n del Congreso Nacional Africano. Pero cuando la misi¨®n de la Commonwealth estaba a¨²n en Pretoria, discutiendo estas cuestiones, el Gobierno de Botha bombarde¨®, con su aviaci¨®n y sus tropas de choque, Botsuana, Zambia y Zimbabue. Fue esta una demostraci¨®n brutal de que rechazaba toda soluci¨®n pac¨ªfica. Se produce, con todo, ahora un nuevo paso en la escalada de la violencia tras la declaraci¨®n del estado de emergencia que permite a la polic¨ªa detener sin plazo, disparar o dar a los presos el trato que desee y hacerlo adem¨¢s sin rendir cuentas y con el amparo de la censura que prohibe informar sobre la represi¨®n. La suspensi¨®n del visado del corresponsal de EL PAIS para visitar ?frica del Sur indica que el Gobierno de Botha procura que sus m¨¦todos represivos no puedan ser observados por periodistas extranjeros.
El informe de la misi¨®n de la Corrimonwealth, elaborado por personalidades tan moderadas como Fraser y Obasanjo, llega a dos conclusiones fundamentales: la primera, que la actual pol¨ªtica de Botha conduce a un ba?o de sangre de una proporciones dificiles de predecir, la segunda, que la aplicaci¨®n de sanciones econ¨®micas es el ¨²nico camino para obligar al gobierno de Pretoria a cambiar de pol¨ªtica. El problema de las sanciones ha creado un crisis en el seno de la Commonwealth brit¨¢n¨ªca. Londres se niega a aplicarlas y, en cambio, todos los otros miembros las exigen de modo perentorio. Algunos, como Zambia, hablan de retirarse de la Comunidad si la se?ora Thatcher no cede en su obstinada negativa. La crisis puede ser grande y es significativo que un peri¨®dico londinense haya mencionado las inquietudes de la corona a este respecto.
Pero est¨¢ claro que el problema de las sanciones contra Pretoria afecta a toda la comunidad internacional y que la nueva situaci¨®n exige un planteamiento m¨¢s rotundo que el que se hizo hasta ahora. Se han cumplido a?os de condenas morales, mientras las pol¨ªticas comerciales y financieras de numerosos pa¨ªses contribuyen de hecho a que Botha pueda proseguir su pol¨ªtica. No es ya serio poner en duda la eficacia de las sanciones. Con la grave situaci¨®n financiera que atraviesa ?frica del Sur, es evidente que Botha no podr¨ªa permanecer indiferente a esas medidas de presi¨®n.
El presidente Reagan no es proclive a la aplicaci¨®n de sanciones y pretende evitarlas distorsionando la realidad surafricana. Las condenas internacionales contra Botha alcanzan ya, no obstante, una amplitud sin precedentes y, por primera vez, EE UU e Inglaterra han votado una resoluci¨®n contra Pretoria en el Consejo de Seguridad de la ONU. La conferencia de la ONU que se abre ma?ana en Par¨ªs contribuir¨¢ a reforzar esta amplia presi¨®n internacional. Por su parte, la opini¨®n p¨²blica europea y las instituciones de la CE no pueden contentarse con la repetici¨®n de las condenas morales. Europa debe ayudar eficazmente a poner t¨¦rmino a los desmanes del gobierno de Pretoria y para ello parece insolayable la adopci¨®n de medidas econ¨®micas de fuerza.
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