"Tuvimos una patria y la perdimos"
Hace pocos a?os Borges prologaba con amargura un libro de poemas de Manuel Mujica Lainez. Estaban vivos los dos, pero igualmente heridos por un pa¨ªs que hab¨ªa cambiado dram¨¢ticamente. "Manuel Mujica Lainez, tuvimos una patria, recuerdas, y los dos la perdimos". Manucho viv¨ªa enclaustrado en su finca cordobesa, a la que llam¨® El Para¨ªso, y Borges se entregaba compulsivamente a los v¨ªajes para estar lejos de Buenos Aires. La patria en la que se hab¨ªan reconocido ya no exist¨ªa, se hab¨ªa desangrado lentamente en los ¨²ltimos 15 a?os de violencia y descomposici¨®n. Ya en 1974 me confesaba Borges en su casa de la calle Maip¨² su deseo de vivir en Europa; su ciudad le era entonces especialmente hostil, viv¨ªa amenazado de muerte y recib¨ªa con estoicismo el generoso insulto de su Gobierno. El poeta que hab¨ªa cantado como ninguno los fervores de Buenos Aires comprobaba que el infierno era algo m¨¢s que una creaci¨®n de los te¨®logos y que pod¨ªa ser parte rutinaria de la realidad. Ginebra result¨® ser as¨ª la estaci¨®n final del noble viajero. Ten¨ªa para Borges el sabor inigualable de la adolescencia, en Ginebra Borges volv¨ªa a ser joven, volv¨ªa a descubrir la literatura y a escribir sus primeros poemas en franc¨¦s, en Ginebra Borges volv¨ªa a ser feliz. Por eso la elecci¨®n ¨²ltima de retornar a los or¨ªgenes y morir en el exilio resulta comprensible. Un hombre hecho de soledad, de amor y de tiempo, como ¨¦l mismo se defini¨®, busc¨® en el cant¨®n de Ginebra la ¨²ltima de sus patrias.Argentino
Pero Borges no dej¨® nunca de ser argentino en el sentido m¨¢s ecum¨¦nico, y s¨®lo una cultura como la argentina pudo producir un genio literario de su naturaleza. Borges era europeo como s¨®lo puede serlo un argentino, y as¨ª lo testimonia su literatura plagada de algo m¨¢s que curiosidad por los sectores m¨¢s profundos y heterodoxos de la tradici¨®n cultural occidental, desde las antiguas literaturas germ¨¢nicas hasta la K¨¢bala, sin renunciar tampoco a la gran manifestaci¨®n art¨ªstica de su tiempo, el cine.
Ejerci¨® una indiscutible maestr¨ªa en la literatura de nuestra lengua con una socarrona humildad. Su influencia indeleble en los grandes escritores latinoamericanos ha sido reconocida por quienes respetaban su literatura m¨¢s all¨¢ de las coincidencias o divergencias pol¨ªticas. Cort¨¢zar, Vargas Llosa, Cabrera Infante e incluso Garc¨ªa M¨¢rquez y Carlos Fuentes han repetido muchas veces que ellos no hubieran sido lo que son si no hubieran bebido del manantial borgiano. Y no ser¨ªa ocioso indagar en el ¨¢mbito de otras literaturas, como la francesa, la italiana y las de habla inglesa, donde la huella de su obra puede ser reconocida.
La proyecci¨®n internacional lograda por Borges es ¨²nica en la historia de la literatura argentina. Ninguno de los escritores importantes que hab¨ªa dado su pa¨ªs, ni siquiera su admirado Leopoldo Lugones, hab¨ªa conseguido vencer los l¨ªmites estrictos del mundo hisp¨¢nico. Borges era un personaje conocido en los grandes semanarios europeos y norteamericanos a quien se le ped¨ªa opini¨®n sobre lo divino y lo humano, y adem¨¢s gozaba de la veneraci¨®n de los c¨ªrculos universitarios de todo el mundo. Popular y elitista a la vez, pod¨ªa escribir la letra de una milonga o hablar del anglosaj¨®n para iniciados, emocionar con la rotunda sencillez de unos versos dram¨¢ticos o internarnos en el laberinto de una prosa elaborada y precisa, tramada de perplejidades metaf¨ªsicas.
Su retrato no puede dejar de ser contradictorio, sus reacciones imprevisibles incluso para los que le conoc¨ªamos de cerca y hab¨ªamos estudiado con cierta minuciosidad su obra y su vida. Fue anarquista como su padre durante muchos a?os, incluso despu¨¦s de renegar del vanguardismo que inflam¨® sus a?os juveniles. Lleg¨® a cantar la revoluci¨®n rusa de octubre en versos hoy olvidados. Y su escepticismo pol¨ªtico le permiti¨® ser en sus a?os mozos radical, cuando su clase social y sus amigos eran conservadores. Fue ferozmente antinazi durante la guerra, y no dej¨® de mostrar su simpat¨ªa por la Rep¨²blica espa?ola. Sinti¨® las guerras de Israel como algo propio y cant¨® en poemas militantes la resurrecci¨®n del pueblo jud¨ªo. Sufri¨® la dictadura peronista con valent¨ªa, y tras aprobar el golpe militar que derroc¨® a Isabel Per¨®n, acab¨® reconociendo su error y condenando la carnicer¨ªa. Se opuso a la guerra de las Malvinas cuando el m¨¢s feroz nacionalismo contagiaba a los argentinos de todos los colores.
Estigma
Varias generaciones de escritores hemos recogido de una u otra forma sus lecciones, muchos directamente en las aulas y otros sobre todo en sus libros. La prosa, el verso y el ensayo de nuestra lengua tiene ya el estigma borgiano grabado sobre su rostro, y ser¨¢ dif¨ªcil que lo borren las modas o las escuelas literarias venideras. En sus ¨²ltimo meses, Borges y Mar¨ªa Kodama preparaban el volumen de las obras completas para la Biblioth¨¨que de la Pl¨¦iade, era una de las formas m¨¢s sublimes de su consagraci¨®n como cl¨¢sico. La muerte previsible le impidi¨® el gozo de palpar la fina hoja y sentir el aroma intenso de la tinta, una de las maneras de constatar la realidad que sol¨ªa tener el maestro muerto. Los libros, que eran no s¨®lo parte esencial de su vida sino una prolongaci¨®n de su propio cuerpo, de su propia alma.
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