La l¨ªnea del tiempo

ENVIADO ESPECIALCuando la pieza es muy conocida se suele creer que no habr¨¢ nada que ver o que decir. Pero he ah¨ª el poder intr¨ªnseco de los cl¨¢sicos, ya que cada audici¨®n se convierte en una experiencia nueva o al menos renovada. ?sta que hemos vivido en el Festival Internacional de Granada ha sido una noche doblemente m¨¢gica. De una parte, es la primera vez que una espa?ola baila Giselle (debe decirse que a¨²n hay criterios encontrados sobre la participaci¨®n de Rosita Mauri en el siglo pasado, durante su estancia en la ¨®pera de Par¨ªs), y por otra, el escenario natural propici¨® que la representaci¨®n de la compa?¨ªa brit¨¢nica envolviera al auditorio. Los cipreses silueteados de un azul espectral y la luna (real esta vez) se s¨ªtuaron justo al lado derecho de la escena, tal como pide la escenograf¨ªa original, ba?ando cenitalmente el inmaculado traje de Trinidad, una chica notablemente hermosa que, a sus 18 a?os, ha escrito una p¨¢gina definitiva para la historia de la danza espa?ola.

Trinidad Sevillano no posee el fisico ideal de la bailarina rom¨¢ntica. Sin embargo, lo suple en el primer acto con sentida dulzura y, en el segundo, con un dign¨ªsimo porte, asombroso para sus a?os y experiencia. Ella evolucion¨® con alguna que otra inseguridad, elegantemente acompa?ada por un Peter Schaufus consciente de su papel en tan se?alada noche.

Giselle se estren¨® mundialmente en 1841 en lo que hoy es la ¨®pera de Par¨ªs. En Inglaterra, ya en nuestro siglo, cabe se?alar que fue en 1934 cuando Alicia Markova lo bail¨® a los 24 a?os acompa?ada por Anton Dolin. Margot Fonteyn lo asumi¨® poco m¨¢s tarde cuando contaba 25 a?os; Ana Pavlova hizo su primera Giselle a los 19 a?os, Alicia Alonso a los 23, Galina Ulanova a los 29. Trinidad ha desafiado el temido papel mucho m¨¢s pronto, incluso puede decirse que demasiado pronto. Su personaje est¨¢ a medio dibujar entre el azoro adolescente en el primer acto y una distancia de la acci¨®n dram¨¢tica en el segundo (apareci¨® en este ¨²ltimo cuadro peinada como Spessitseva).

Lo parad¨®jico es que lo mejor en la Sevillano han sido las escenas que s¨®lo se alcanzan en la madurez: la locura y muerte al final del primer acto y el ruego y la salida de la tumba en el segundo, adem¨¢s de algunos mutis espectacularmente po¨¦ticos. Llegar¨¢ a ser una excelente bailarina y a¨²n es pronto para prever d¨®nde llegar¨¢ su Giselle.

El cuerpo de baile se mostr¨® eficaz, admirablemente acompasado y de una correcci¨®n deliciosa hasta la ¨²ltima fila. El vestuario, que se inspiraba directamente en versiones finiseculares, cay¨® en la tentaci¨®n de acortar los trajes de las willis dejando ver unas rodillas que nunca hubieran mostrado las espiritadas doncellas. La orquesta, a pesar de su buen sonido propio, enfoc¨® defectuosamente varias entradas, restando fantas¨ªa, por ejemplo, al aire de caza donde la. trompa pareci¨® estar enso?ada, con la luna.