'Carmen' y los sue?os del emir

ENVIADO ESPECIALLa segunda oferta del London ha sido larga y variada. Comenz¨® con La Bayadera, un ejercicio que permiti¨® a Petipa llegar hasta extremos insospechados con las exigencias a cuerpo de baile y solistas. Incluso una compa?¨ªa como ¨¦sta pas¨® sus apuros, siempre menores, para mantener una estricta igualdad en las sucesivas voces de arabesque. La versi¨®n es exquisita y el vestuario digno de los sue?os de un emir. Trinidad Sevillano cumpli¨® todas las exigencias t¨¦cnicas del papel, pero con cierta rigidez. Un cambio de ¨²ltima hora hizo que el partenaire fuera otro del indicado en el programa, resultando que se pudo ver a Patrick Armand como el pr¨ªncipe Solor en su mejor momento.

Carmen ha sido una revelaci¨®n no por tard¨ªa menos importante. Se agradece que en Espa?a podamos ver estas piezas del pasado reciente que ya son historia, aunque a primera vista desconcierten al hacer uso de una est¨¦tica que la arrasadora movilidad de nuestro tiempo ha dejado atr¨¢s. Carmen y El joven y la muerte son las dos obras maestras de la carrera de Roland Petit; con raz¨®n ¨¦ste la incluy¨® en el filme Un, dos, tres, cuatro, ya en el inter¨¦s de que perdurara. Filmada a mediados de los a?os cincuenta (all¨ª bailaba Zizi Jeanmaire, para quien fue creado el ballet en 1948), puede considerarse que entonces qued¨® registrado el original. El propio core¨®grafo ha ido cambiando cosas, pero lo fundamental persiste: ese sentido de la danza y un notable caudal de inventiva, destac¨¢ndose tres versiones: American Ballet, Marsella y London. Anoche, Dominique Khalfouni se revel¨® como una Carmen diferente, sensual, libre, de una belleza capaz de imantar a cuantos la rodean; la Khalfouni est¨¢ en su plenitud, con esas piernas y pies que poseen el don del encantamiento. El d¨²o de honor fue pasional junto a Peter Schaufuss, que hizo una habanera muy adaptada a los requerimientos de Petit para el papel de don Jos¨¦.

Los dise?os de Antoni Clave son un placer para los ojos. Fueron concebidos en aquella ¨¦poca donde imperaba el trazo de Segonzac, y muchos han chocado ahora con el color y las faldas mimetizadas del glamour de Vatou,y Christian Dior, o el torero de agresivas medias amarillas. En todos esos dise?os hay una iron¨ªa que tambi¨¦n est¨¢ en el tejido coreogr¨¢fico, llevadas a una exquisitez de modo tal que no choca, no hay espa?oladas ni atentados traicioneros al folclor. El humor, muy franc¨¦s y distante, mantiene en la pieza una premonici¨®n tr¨¢gica en los mismos l¨ªmites de la genialidad creativa. Est¨¢ claro que de esta Carmen han salido las posteriores.

Cerr¨® la madrugada Simphony in C, una de las obras maestras de Balanchine. Aunque correctos y dando muestras de arrojo, la versi¨®n de los bailarines del London no es a¨²n perfecta. Falta a veces esa din¨¢mica que es parte vital del c¨®ctel balanchiniano. A la Sevillano le fue reservado el segundo movimiento, quiz¨¢ el m¨¢s dif¨ªcil en cuanto al tiempo sostenido de danza. Sus puntas respondieron con firmeza y junto a Luc¨ªa Truglia fueron las mejores de la pieza.