El feudo del 'se?or de la guerra'
J V., El pa¨ªs de los drusos es el formado por las monta?as de Ras el Metnen, Aley y el Chuf, a unos 40 kil¨®metros al sureste de Beirut y a una altitud media de 900 metros sobre el nivel del mar. Son unos 1.000 kil¨®metros cuadrados de territorio Eban¨¦s en los que, hoy por hoy, viven los 200.000 drusos que sobrevivieron a la guerra de la monta?a. No hay all¨ª gentes de otras confesiones religiosas y tambi¨¦n puede decirse que es el ¨²nico lugar del pa¨ªs donde reina algo de ley y orden.
En la taifa drusa ahora s¨®lo hay un due?o: el Partido Socialista Progresista (PSP) o, lo que es lo mismo, Walid Jumblatt. Para viajar por ella se precisa el permiso expreso del se?or de la guerra y el pago de un fielato de 15 fibras por persona.
Cualquier mediterr¨¢neo encuentra el paisaje familiar: bosques de encinas y pinos de copa alta, bancales donde crecen vi?as, legumbres, olivos y ¨¢rboles frutales, riachuelos que discurren al fondo de profundas quebradas, pastores de cabras que cruzan con parsimonia la carretera. Pero es tambi¨¦n el pa¨ªs de los drusos, y ¨¦stos son diferentes.
Se nota en esos sheiks que pasean por la semiderruida y semivac¨ªa Bhamdoun sus inmaculados tarbuches, sus negros bombachos, sus imponentes bigotes y barbas, sus lecheras met¨¢licas. O por sus mujeres, las ¨²nicas entre los drusos que cubren permanentemente pelo y boca con velos blancos.
Y hasta por ese hombre que, en la mayor parte impracticable carretera de Beirut a Damasco, sujeta una gallina por un ala, le habla como reproch¨¢ndole algo, le da una bofetada y, finalmente, la arroja al suelo. Es un trato violento, pero tiene un no s¨¦ qu¨¦ de humano.
Los drusos son uno de los mayores misterios espirituales del segundo milenio despu¨¦s de Cristo. "Nosotros no tenemos una religi¨®n, intentamos practicar una sabidur¨ªa", dec¨ªa el difunto Karnal Jumblatt. Son originarios, como tantas otras sectas esot¨¦ricas, del valle del Nilo, donde en el siglo XI rein¨® el joven califa shi¨ª Hakim. A la muerte de ¨¦ste, sus partidarios se negaron a aceptar el hecho y afirmaron que tan s¨®lo se hab¨ªa escondido para reaparecer alg¨²n d¨ªa.
Pero los drusos ya no son musulmanes, sino partidarios de una s¨ªntesis entre el islam, el cristianismo, la filosof¨ªa griega, las antiguas creencias egipcias, el budismo y el hinduismo.
Se llaman a s¨ª mismos los muwahidum, los unificadores. Sus creencias profundas son ocultas, reservadas a los iniciados entre ellos.
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