La decepci¨®n de La Haya
LA CUMBRE, de jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad Europea (CE), que concluy¨® ayer sus trabajos en la capital holandesa despu¨¦s de dos d¨ªas de discusiones enconadas, no ha sido capaz de dar una respuesta positiva a lo que es una demanda casi un¨¢nime de la opini¨®n europea: que se pase de una condena verbal del r¨¦gimen odioso del apartheid a sanciones concretas en el orden econ¨®mico, ¨²nicas medidas capaces de demostrar a los dirigentes racistas de ?frica del Sur que tienen que aceptar un di¨¢logo con la comunidad negra para preparar una transici¨®n pac¨ªfica hacia un sistema pol¨ªtico civilizado.El texto aprobado en la reuni¨®n de La Haya es m¨¢s claro y rotundo en la formulaci¨®n de la condena de la pol¨ªtica del Gobierno de Pretoria que otros documentos anteriores, consecuencia de que la situaci¨®n se ha agravado en unas proporciones tr¨¢gicas, con la reimposici¨®n del estado de emergencia, decenas de muertos y miles de l¨ªderes negros encarcelados. Las demandas contenidas en la resoluci¨®n de La Haya recogen lo que son hoy las exigencias m¨ªnimas para que pueda abrirse un camino de di¨¢logo: la liberaci¨®n incondicional de Nelson Mandela y de los otros presos pol¨ªticos y el levantamiento de las medidas que ilegalizan al Congreso Nacional Africano, principal organizaci¨®n que representa a la aplastante mayor¨ªa negra de la poblaci¨®n.
La misi¨®n fundamental de la reuni¨®n no era, sin embargo, redactar un texto en¨¦rgico condenando al Gobierno de Pretoria sino pasar de las palabras a los hechos. Y ese paso no se ha dado. Conviene recordar que incluso personalidades conservadoras, como el antiguo primer ministro de Australia Malcolm Fraser, han insistido en que la ¨²nica medida capaz de provocar una evoluci¨®n en la pol¨ªtica de Pretoria es la adopci¨®n de sanciones econ¨®micas. Ese era el punto decisivo. Pero ni siquiera ha sido aceptada la propuesta de Felipe Gonz¨¢lez, consistente en definir unas sanciones concretas que ser¨ªan aplicadas al cabo de un mes en el caso de que el Gobierno de Pretoria no respondiese de modo positivo. Lo acordado finalmente es dejar para dentro de tres meses la adopci¨®n o no de unas sanciones definidas en los puntos siguientes: prohibici¨®n de nuevas inversiones y de importaciones de carb¨®n, hierro, acero y monedas de oro.
Algunos comentaristas consideran que se ha avanzado algo, ya que los enemigos irreductibles de las sanciones, Margaret Thatcher y el canciller Kohl, han aceptado al menos su eventualidad. Pero ninguna interpretaci¨®n optimista puede borrar la triste realidad de que en La Haya, a fin de cuentas, nueve pa¨ªses que estaban dispuestos a aplicar sanciones se han sometido a la intransigencia de los Gobiernos brit¨¢nico y alem¨¢n occidental que, con cierto apoyo portugu¨¦s, han logrado eludir una decisi¨®n -aunque fuese aplazada- de aplicar sanciones. Por otro lado, la resoluci¨®n estipula que se consultar¨¢ a otros pa¨ªses industrializados, principalmente EE UU y Jap¨®n, antes de actuar. Recordando la actitud en esta materia del presidente Reagan es obvio que ello significa introducir otro factor en el debate -y no peque?o- que pesar¨¢ en un sentido contrario a las sanciones.
Es un dato positivo que la cumbre se haya centrado en una cuesti¨®n internacional y se haya actuado en la l¨ªnea de marcar una pol¨ªtica europea com¨²n. Pero si esta evoluci¨®n se traduce en que las pol¨ªticas europeas tienen que acompasarse a aquellos Gobiernos que defienden las posiciones m¨¢s reaccionarias, las consecuencias pueden ser negativas, Ciertamente, las repercusiones en el Tercer Mundo de esta incapacidad comunitaria para adoptar una actitud digna ante el problema surafricano ser¨¢n graves. Raz¨®n de m¨¢s para que Gobiernos, como el espa?ol, que han defendido la aplicaci¨®n de sanciones, examinen de qu¨¦ forma pueden presionar, adoptando incluso medidas unilaterales, como ya ha hecho Dinamarca.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.