El observador en el escritorio
Hace poco hube de comentar las notas -ahora publicadas- de las conversaciones mantenidas a lo largo de tantos a?os por Jos¨¦ Luis, Cano con Vicente Aleixandre, el grupo de sus m¨¢s asiduos amigos. Al mismo tiempo que le¨ªa esos Cuadernos de Velintonia subrayando algunas p¨¢ginas, vino tambi¨¦n a mis manos otro libro de apuntes semejantes, dados a la luz p¨²blica el a?o pasado en R¨ªo de Janeiro, bajo el t¨ªtulo dile O observador, no escrit¨®rio, por otro gran poeta, el brasile?o Carlos Drummond de Andrade. Este volumen llega a mi conocimiento gracias a la diligencia de un amigo en Nueva York, quien, al tropezar con mi nombre en ese diario de tiempos pret¨¦ritos, ha tenido la amabilidad de procur¨¢rmelo. Y aqu¨ª resulta incidentalmente oportuno -inexcusable m¨¢s bien, dir¨ªa yo- repetir la lamentaci¨®n que a veces se deja o¨ªr acerca de la rec¨ªproca ignorancia en que hoy se mantienen las literaturas de lengua castellana y portuguesa, que tan comunicadas estuvieron y de manera tan ¨ªntima convivieron en ¨¦pocas menos descuidadas. Sin el azar de una pasajera referencia personal a m¨ª recogida por la curiosidad amable de un amigo servicial, con quien, de otra parte, me hab¨ªa encontrado casi por pura casualidad durante mi viaje ¨²ltimo a Norteam¨¦rica, no hubiera tenido acceso a este libro tan lleno de opiniones y noticias que mucho me interesan, tanto en raz¨®n de su autor, escritor cuya obra estimo en grado superlativo, como en taz¨®n del ambiente literario a que tales opiniones y noticias pertenecen, y en que estuve envuelto durante un lapso de mi vida de exiliado. "Si los lectores encontrasen en estas p¨¢ginas", escribe Drummond de Andrade como nota introductoria, "el eco de un tiempo abolido, habr¨ªa rescatado mi nostalgia y dado materia de conversaci¨®n a personas viejas y j¨®venes".Por una feliz combinaci¨®n de peque?as coincidencias triviales -pues, ?qui¨¦n, aqu¨ª en Espa?a, puede estar al tanto de lo que se publica en Brasil o, sin ir m¨¢s lejos, en Portugal mismo?- he venido a ser yo uno de esos lectores a los que el poeta. regala "el eco de un tiempo abolido", y me pregunto, dud¨¢ndolo mucho, si el propio Carlos, Drummond habr¨¢ tenido recilprocamente noticia de los Recuerdos y olvidos donde -hace un par de a?os- evocaba yo el que pas¨¦ en R¨ªo de Janeiro viviendo en contacto frecuente con los escritores que este Observador en el escritorio hace asomar ahora, resucitados por la magia de su pluma, en las p¨¢ginas de su diario.
Resucitados, digo, porque -con desolaci¨®n debo constatarlo-, exceptuados Gilberto Freyre y el mismo autor del diario comentado, a quienes favorece, como a m¨ª, el oneroso don de la longevidad, ya todas mis gentes de aquel entonces han muerto, y a la muerte de algunos de aquellos grandes poetas est¨¢n, por cierto, dedicadas varias de sus bell¨ªsimas anotaciones, entre las que destaco, por m¨¢s conmovedoras, las dedicadas a Cecilia Meireles y a Manuel Bandeira. De una y otro fui muy amigo. Cecilia, mujer de hermosura inmar-
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cesible y de tr¨¢gico destino, era poeta delicada y profunda. Llevaba la poes¨ªa en sus ojos luminosos. "Cecilia era la poes¨ªa", escribe Drumnond... Manuel hab¨ªa sido enfermo desde la primera juventud. Su sonrisa expresaba esa desamparada iron¨ªa con que enfrentaba el mundo y lo recreaba l¨ªricamente, tornando a veces la iron¨ªa contra s¨ª mismo, como en cierto memorable poema, ligero, gracioso y pat¨¦tico, con el tema de un diagn¨®stico a la vista de la radiograf¨ªa-tor¨¢cica. De ambos, de Manuel Bandeira y de Cecilia Meireles, guardo con devoci¨®n libros dedicados entre los que m¨¢s estimo de mi dispersa y maltrecha biblioteca.
Junto a estos escritores, otros muchos de aquel tiempo son convocados a mi recuerdo por el diario de Carlos Drummond de Andrade: el tambi¨¦n enfermizo Murilo Mendes; Marques Rebelo, nervioso, vibrante y sat¨ªricamente agudo, el taciturno Jos¨¦ Lins do R¨ºgo; el gordo y opulento Augusto Frederico Schmidt; el pintor Portinari, que nos convidaba a comer y ver sus cuadros; Vin¨ªcius de Morais, a quien se presenta interrogando a los esp¨ªritus... De toda aquella brillante pl¨¦yade quiz¨¢ sea el nombre de Vin¨ªcius el ¨²nico que le suene aqu¨ª a las gentes, y no desde luego por su poes¨ªa, de superior calidad y empe?o, sino por canciones tan populares como La chica de Ipanema y por su pel¨ªcula Orfeu negro. (Precisamente no hace muchos d¨ªas ha sido evocada la obra de Vin¨ªcius en un excelente programa de Televisi¨®n Espa?ola dentro de la serie Jazz entre amigos, una de las escasas que se nos ofrecen con dignidad, gusto... y un lenguaje civilizado.)
En aquella pl¨¦yade es Drummond de Andrade una de las m¨¢s rutilantes estrellas l¨ªricas, y yo, que siempre he evitado la com¨²n propensi¨®n a atribuir primac¨ªas en el campo de las letras., quiero traducir aqu¨ª algo de lo que ¨¦l opina a este respecto. Escribe: "Nunca supe del metro de medir poetas, y me asombro cuando alguien procede a esa medici¨®n, comparando cualidades y temperamentos tan diversos.(...) La ficci¨®n del poeta m¨¢s grande recuerda el anuncio del mejor producto -jab¨®n, refrigerador, calzado anat¨®mico...Todos son los mejores, y cualquiera de ellos-es el mejor de todos, sin an¨¢lisis o comprobaci¨®n".
Son palabras sensatamente esc¨¦pticas de un viejo escritor que, sin embargo, bien pudiera ser calificado como el mejor o el m¨¢s grande en su terreno. Ese escepticismo un tanto burl¨®n se muestra tambi¨¦n en una nota del 25 de julio de 1976, que traduzco: "Aturdido, leo en el peri¨®dico el art¨ªculo en que se analiza uno de mis poemas a la luz de las nuevas teor¨ªas l¨ªtero-estructuralistas. Trabo conocimiento con expresiones de este g¨¦nero: 'dinamismo de los ejes paradigm¨¢ticos', 'n¨²cleo s¨¦mico', 'invariante sem¨¢ntica horizontal', 'forma de referencia parcializante e indirecta', 'matriz barthesiana'... El poemilla, que me parec¨ªa simple, se torn¨® sombr¨ªamente complicado, y me encontr¨¦ ser un monstruo de tinieblas y confusi¨®n".
Por supuesto, en las notas de este diario afloran de cuando en cuando g¨¦rmenes de poemas -poemillas simples, dir¨ªa acaso el autor-, especie de borradores en prosa, que nos transmiten una como anticipaci¨®n de su poes¨ªa mayor -as¨ª, las p¨¢ginas dedicadas a la muerte de- un canario ("era un pajarillo sin suerte") o a la eutanasia de un perro familiar-, o bien un sue?o en que el poeta se sue?a componiendo un poema sobre lo so?ado: "La correlaci¨®n entre la calle y mi edad me apareci¨® entonces bajo forma po¨¦tica, e inmediatamente hice un poema de tres versos. ( ... ) Poema que me agrad¨® mucho, pues revelaba un ligamen secretoentre el ser y las cosas. Pero, poema en el sue?o, desapareci¨® con ¨¦l. Despert¨¦ sin acordarme de los versos".
L¨¢stima es que para el lector espa?ol resulte pr¨¢cticamente inasequible un libro de tan agradable encanto como este diario reci¨¦n publicado del gran poeta Carlos Drummond de Andrade. Pero ?son m¨¢s accesibles acaso sus libros de poes¨ªa?
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