Enders cree posible disminuir la presencia norteamericana
"Las fuerzas norteamericanas est¨¢n en Espa?a para defenderla" - "No debe reducirse el nivel actual de seguridad de ambos pa¨ªses"
F?LIX BAY?N, La ¨²ltima actuaci¨®n en Madrid del embajador de Estados Unidos Thomas Enders, consistir¨¢ en presidir, el pr¨®ximo jueves, la delegaci¨®n de su pa¨ªs en las conversaciones para la reducci¨®n de la presencia militar norteamericana en Espa?a. Enders considera posible la reducci¨®n, pero defiende que hay una serie de misiones que desempe?a EE UU en Espa?a que deber¨¢n mantenerse. Entre ellas, el entrenamiento de la aviaci¨®n estadounidense, el apoyo log¨ªstico a Centro europa y el Mediterr¨¢neo y el apoyo t¨¢ctico al flanco sur de la OTAN
El que durante 31 meses ha sido embajador de EE UU en Espa?a lleva sobre sus espaldas una fama contradictoria: ha sido considera do responsable de los bombardeos secretos contra Camboya, y, a la vez, se le atribu¨ªa fama de blando en la actual Administraci¨®n norte americana.Ahora, despu¨¦s de 27 a?os d experiencia diplom¨¢tica, Thomas Enders, abandona ese oficio para trabajar en una importante instituci¨®n financiera de Nueva York Desde su pr¨®ximo oficio se muestra optimista sobre el futuro econ¨®mico de Espa?a.
Pregunta. ?No es una jubilaci¨®n algo anticipada la de un diplom¨¢tico que tiene s¨®lo 54 a?os?
Respuesta. Efectivamente. Me voy mucho antes de lo acostumbrado, que suele ser a los 60 o 65 a?os. Voy a hacer lo que hacen muchos pol¨ªticos y funcionarios de EE UU: comenzar una carrera en un sector que posiblemente es uno de los m¨¢s competitivos y creativos de la vida norteamericana. Lo deseaba desde hace mucho tiempo.
Estoy en conversaciones con la misma empresa desde hace ocho a?os, y creo que ha llegado el momento de decidirse. En Estados Unidos hay un intercambio cont¨ªnuo entre el sector privado y el p¨²blico, y este tipo de cosas son mucho m¨¢s frecuentes, que en Europa.
Elementos hisp¨¢nicos
P. ?Es su adi¨®s definitivo a la di plomacia?
R. No, nunca se puede decir eso.
P. ?Qu¨¦ se lleva con usted tras casi tres a?os en Espa?a?
R. He adquirido algunos elementos de sensibilidad hisp¨¢nica. Eso es important¨ªsimo para m¨ª; en la medida en que es posible hispanizar a un anglosaj¨®n de dos metros y pico...
He podido asistir a uno de los actos de sabidur¨ªa profunda del pueblo espa?ol, que decidi¨® la de funci¨®n de su posici¨®n en el mundo en el refer¨¦ndum sobre la OTAN... He podido asistir tambi¨¦n a otro acontecimiento hist¨®rico, que es la integraci¨®n de Espa?a en la Comunidad Europea, algo que tiene un sentido estrat¨¦gico profundo para Europa y todo el mundo atl¨¢ntico.
P. ?Y como recuerdos personales?
R. Yo soy muy andar¨ªn. He andado por toda Espa?a, hasta totalizar 8.000 kil¨®metros a pie. Espa?a est¨¢ compuesta por una serie sorprendente de ambientes. Es un gran mosaico de peque?os pa¨ªses muy distintos, y no he podido, conocerlos todos, pero s¨ª la mayor parte de ellos, y del modo m¨¢s adecuado: llegando a pie a aldeas y pueblos, y hablando con la gente.
P. Desde el principio de su carrera, usted era calificado de duro. Ahora hay quienes dicen que usted es considerado blando por el Departamento de Estado.
R. Yo he insistido siempre sobre la importancia de llegar a soluciones negociadas en los problemas pol¨ªticos. Creo que es lo propio de la diplomacia. Hay que pensas siempre en los intereses profundos de ambas partes.
En mi trayectoria en el Departamento de Asuntos Interamericanos tambi¨¦n insist¨ª sobre este tema, pensando que era necesario buscar una estructura que hiciera posibles las soluciones negociadas a los conflictos de Centroam¨¦rica En el caso de Espa?a, creo que los resultados son buenos.
En efecto, hemos negociado con ¨¦xito para ambos pa¨ªses, sobre todas las cuestiones importantes de nuestra relaci¨®n, y vamos a seguir negociando dentro de un entendimiento mutuo. En especial, sobre el convenio bilateral. A juicio de Washington, las relaciones con Espa?a marchan extraordinariamente bien.
P. ?Cu¨¢l ha sido su peor momento en Espa?a? ?Quiz¨¢ cuando las manifestaciones contra la presencia en Madrid del presidente Ronald Reagan?
R. Usted se acordar¨¢ de la reacci¨®n que entonces tuvo Reagan, que dijo: "Yo no ser¨ªa el presidente de EE UU si no hubiera tenido antes cierta experiencia en manifestaciones". Efectivamente, hemos visto muchas manifestaciones en la vida...
Es un poco ir¨®nico, porque a veces esas manifestaciones -que son, obviamente, la gloria de la democracia- se hacen, precisamente, en contra de lo que protege la democracia. Por ejemplo, la Alianza Atl¨¢ntica. Las fuerzas contrarias a la Alianza se aprovecharon para intentar manifestarse en ese sentido. Yo no le dir¨ªa que aqu¨¦l fue un momento especialmente dif¨ªcil. He visto muchos peores. No aqu¨ª en Espa?a, claro.
Antinorteamericanismo
P. Es innegable que en una buena parte del pueblo espa?ol existen arraigados sentimientos antinorteamericanos. ?Cu¨¢les son las causas?
R. Creo que, efectivamente, hay sentimientos de este tipo. Es interesante, porque creo que estos sentimientos no reflejan bien lo que los Gobiernos y otros sectores de la sociedad hacen, porque las relaciones entre los dos pa¨ªses funcionan muy bien. Hay un desfase respecto a la aut¨¦ntica imagen de EE UU, como resultado de un aislamiento profundo y rec¨ªproco desde hace mucho tiempo.
Los espa?oles y los norteamericanos, aparte de unas peque?as minor¨ªas, no han podido conocerse ni trabajar juntos durante mucho tiempo; especialmente, durante el r¨¦gimen anterior. Por eso, durante estos tres a?os, hemos insistido mucho en los intercambios culturales, y hemos creado unos programas que est¨¢n entre los m¨¢s grandes que EE UU mantiene en todo el mundo. Hemos hecho esto, precisamente, para recuperar el retraso que sufrimos durante el r¨¦gimen anterior.
Creo que la Prensa podr¨ªa hacer algo. De cuando en cuando, e incluso frecuentemente, se describe una imagen estereotipada de las relaciones con mi pa¨ªs que, francamente, no se corresponde con la realidad. Hay una imagen poco matizada, que no refleja bien la apertura, el cambio social, la solidaridad entre los norteamericanos. ?stos son tres fen¨®menos estadounidenses poco conocidos en Espa?a.
Hay tendencia en la Prensa espa?ola a sugerir que la URSS y EE UU se comportan m¨¢s o menos de la misma manera, que compiten en todos los pa¨ªses. Hay, de cuando en cuando, cierta tendencia a achacar cosas que ocurren en Espa?a a supuestas actuaciones de las embajadas sovi¨¦tica o de EE UU. Me sorprende. Esto es concebir la historia actual como una continua conspiraci¨®n. Esto es indigno y ajeno a la realidad.
P. Hay quienes dicen que las ra¨ªces del antinorteamericanismo en Espa?a residen o bien en la guerra de 1898, o bien en el respaldo y la solidez que le dieron al franquismo los acuerdos hispano-norteamericanos de 1953.
R. Lo de la guerra de 1898 podr¨ªa ser un factor, pero creo que no tiene mucha importancia. Ser¨ªa grato [dice Enders sonriendo] que Espa?a volviera a encargarse de Cuba, democratiz¨¢ndola. Aunque ser¨ªa complicado. Por lo que respecta a las relaciones con el franquisnio, no creo que se pueda considerar como s¨®lido ese an¨¢lisis al que usted se refiere.
Lo que me ha sorprendido ha sido la falta de contacto entre espa?oles y norteamericanos. Ha habido una densidad de contactos mucho m¨¢s peque?a. que la que ha existido entre EE UU y los otros pa¨ªses europeos. Eso es resultado del r¨¦gimen anterior: falta de comunicaci¨®n, falta de cooperaci¨®n en las grandes empresas de la posguerra. Algo as¨ª ha sucedido tambi¨¦n entre Espa?a y las dem¨¢s naciones de Europa. El problema ha sido que el aislamiento rec¨ªproco se termina convirtiendo f¨¢cilmente en aislacionismo.
La reducci¨®n, posible
P. ?C¨®mo est¨¢ el tema de la reducci¨®n de la presencia militar estadounidense en Espa?a? ?Es posible una disminuci¨®n real de esta presencia?
R. Tenemos, como sabe, dos principios que van a servir de marco a la negociaci¨®n: vamos a negociar sobre la reducci¨®n de la presencia norteamericana en las bases espa?olas que utilizamos conjuntamente, y vamos tambi¨¦n a negociar sobre la sustituci¨®n que se har¨¢ con fuerzas espa?olas de algunas misiones que cumplen actualmente las fuerzas norteamericanas, de modo que no disminuya el nivel actual de seguridad para ambos pa¨ªses. Estos dos principios son, a mi juicio, imprescindibles para. una buena negociaci¨®n. Creo que el proceso se realizar¨¢ en buenas condiciones.,
P., ?Es realmente posible la disminuci¨®n?
R. Pienso que s¨ª.
P.. En cualquier caso, ?usted cree que la disminici¨®n ser¨¢ sustancial?
R. Vamos a dejar los detalles a las dos partes negociadoras.
P. ?Es previsible que haya un nuevo marco jur¨ªdico y se suscriban diversos acuerdos, como es norma en las relaciones entre EEUU con otros pa¨ªses europeos, en lugar de meterlo todo en un solo convenio, como se viene haciendo desde 1953?
R. ?sta es una cuesti¨®n que se puede plantear. Al estar Espa?a en la Alianza, hay que estudiar varias cosas: qu¨¦. puede hacer la Alianza para garantizar la seguridad de Espa?a, qu¨¦ puede hacer Espa?a para garantizar la seguridad de sus aliados, c¨®mo integrar el acuerdo bilateral hispano-norte americano en todo este nuevo marco.
Desde nuestro punto de vista, las fuerzas norteamericanas est¨¢n en Espa?a para defenderla, siendo la seguridad espa?ola inseparable de la de todo el continente. Hay unas misiones importantes que creo que es interesante que se mantengan: entrenamiento de la aviaci¨®n norteamericana; apoyo log¨ªstico para el Mediterr¨¢neo y el frente centroeuropeo; apoyo t¨¢ctico en caso de emergencia en Grecia, Turqu¨ªa o Italia; apoyo a la VI Flota.
Pero el modo de asegurar estas misiones es ahora tema de discusi¨®n, como tambi¨¦n lo es designar qui¨¦n desempe?ar¨¢ estas funciones: ?las fuerzas norteamericanas?, ?las espa?olas? o ?una mezcla de ambas? El marco jur¨ªdico es un tema a plantear tambi¨¦n.
P. Volviendo a su vida profesional, ?resumiendo sus 27 a?os de diplom¨¢tico, ?de qu¨¦ hecho se siente m¨¢s orgulloso?
R. Para m¨ª, el momento m¨¢s interesante ha sido el de la decisi¨®n del Gobierno norteamericano, despu¨¦s de un fuerte debate interno, de apoyar la creaci¨®n de sistemas democr¨¢ticos en Honduras y en El Salvador a trav¨¦s de elecciones libres.
Ha sido ¨¦ste un viejo tema para nosotros: o aguant¨¢bamos con una dictadura, pensando que, eventualmente, pod¨ªa evolucionar, y conserv¨¢bamos, a la vez, los aspectos de seguridad, o nos lanz¨¢bamos activamente a la b¨²squeda de transformaciones democr¨¢ticas en pa¨ªses amigos y aliados, utilizando nuestra influencia.
Esta Administraci¨®n conservadora de Estados Unidos, a pesar de todas las previsiones, ha decidido muy firmemente tomar el camino de utilizar sus influencias a favor de la democratizaci¨®n.
El primer caso ha sido Honduras, y luego, El Salvador; despu¨¦s, otros muchos casos en Am¨¦rica Latina, como Hait¨ª, y tambi¨¦n Filipinas. Yo pude proponer estas soluciones al presidente, jugando un papel en el esfuerzo de convencer al Gabinete. De esta parte de mi carrera me alegro profundamente.
Salvar del comunismo
P. ?Y de qu¨¦ se alegra menos?
R. Yo he sido el representante de mi pa¨ªs en un intento de salvar a un pa¨ªs del dominio de unas fuerzas comunistas. ?ste fue el caso de Camboya. Este intento fracas¨® hace 10 a?os. Muchos, en aquel momento, dec¨ªan que era un intento mal concebido, que era mucho mejor permitir una evoluci¨®n hacia el comunismo de aquel pa¨ªs. Despu¨¦s, cuando triunfaron los comunistas, hubo un genocidio terrible, a causa del cual muri¨® aproximadamente la cuarta parte de la poblaci¨®n del pa¨ªs. Frecuentemente, pienso en que, a pesar de todos nuestros esfuerzos personales, no fue posible evitar todo eso.
P. Los m¨¦todos utilizados por Estados Unidos en aquella ocasi¨®n, como los bombardeos secretos sobre la poblaci¨®n civil de Camboya, han sido muy discutidos.
R. Los bombardeos -que no fueron secretos en aquel momento- resultaron, m¨¢s bien, producto de la desesperaci¨®n. Y, efectivamente, no pudimos salvar la situaci¨®n. Pero muchos se han concentrado sobre los instrumentos y no sobre las consecuencias del fracaso. Desde entonces hemos aprendido algo m¨¢s sobre todo esto.
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