Cuesti¨®n de sensibilidad
Desde hace bastantes meses dedicamos gran parte de nuestro tiempo y entusiasmo a poner en marcha el Centro de Servicios para Minusv¨¢lidos F¨ªsicos, el primero en Espa?a de estas caracter¨ªsticas y ambiciosos fines y con contados precedentes en Europa. Pues bien, entre las muchas solicitudes y llamadas a la colaboraci¨®n que llevamos hechas a personas e instituciones (tambi¨¦n EL PA?S sabe de esto) estaba la petici¨®n al Ayuntamiento de un aparcamiento de coches en la puerta del edificio para uso exclusivo correspondiente de la calle de Eugenio Salazar (lugar donde se encuentra situado el centro), y de inmediato nos concedi¨® el espacio de calzada que le solicit¨¢bamos.Como es f¨¢cil de comprender, durante el tiempo que nos ha llevado dar los ¨²ltimos retoques a las instalaciones del centro ha sido poco utilizado el aparcamiento. Mientras tanto, los vecinos han aparcado sus coches en el espacio disponible, cosa l¨®gica y comprensible. Lo que ya no es tan l¨®gico y, cuesta trabajo comprender es que ahora que necesitamos el aparcamiento algunos de estos vecinos contin¨²en estacionando all¨ª sus coches sin atender ni a nuestros ruegos ni a la advertencia de que nos veremos obligados a llamar a la gr¨²a municipal; por el contrario, se nos amenaza con pinchar las ruedas de nuestros coches... o algo peor (?). El caso es que tocamos a bronca diaria.
Nos dec¨ªa en cierta ocasi¨®n el presidente del Gobierno que ¨¦l cre¨ªa que la soluci¨®n a algunos de nuestros problemas no era s¨®lo cuesti¨®n de dinero, sino tambi¨¦n de sensibilizar a algunos sectores de la sociedad. Gran verdad. He aqu¨ª varios ejemplos: algunos ayuntamientos est¨¢n construyendo vados en las aceras para que los ciegos, grandes inv¨¢lidos, ancianos y cochecitos de beb¨¦ puedan transitar m¨¢s c¨®modamente; pero raro es encontrar uno de estos vados sin un coche aparcado que lo inutiliza. Disponemos de una ley que reserva viviendas de protecci¨®n oficial para los minusv¨¢lidos, otra ley que obliga a suprimir barreras arquitect¨®nicas en los edificios oficiales, otra que reserva puestos de trabajo en empresas, etc¨¦tera; todas se cumplen deficientemente o no se cumplen.
Siempre se tropieza al aplicarlas con la desidia, la picaresca o, como en el caso que motiva esta carta, la insolidaridad.
Para terminar, perm¨ªtasenos decir a nuestros vecinos de la calle de Eugenio Salazar que los minusv¨¢lidos no queremos privilegios; s¨®lo
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