De los bailarines

El flamenco, cuando lo hacen bailarines y no bailaores, es distinto, y es l¨®gico que as¨ª sea. Ver unas buler¨ªas bailadas por toda la compa?¨ªa del Ballet Nacional de Espa?a, con movimientos de grupos, etc¨¦tera, es en cierto modo un contrasentido. Incluso en las partes individuales, ejecutadas por algunos de los bailarines solistas con muy buena voluntad y derroche de virtuosismo danzante, lo flamenco apenas se salva.Es l¨®gico que as¨ª sea, repito, porque el flamenco y el baile culto son dos est¨¦ticas distintas, por no decir dispares. Lo observamos una vez m¨¢s en esta parte del flamenco que hace el Ballet Nacional en su actual programa, aunque debo dejar constancia de que, pese a ello, lo hace con una calidad y una dignidad que se agradece. Pero en verdad lo aut¨¦nticamente flamenco estuvo solo en el cante y el toque atr¨¢s, excelentes, y en el baile por sole¨¢ de Merche Esmeralda, esta s¨ª, bailaora, quien hizo una creaci¨®n llena de empaque y belleza, delicada, a veces exquisita hasta lo sofisticado, y creo que en este af¨¢n excesivo de refinamiento es donde podr¨ªa pon¨¦rsele alg¨²n reparo. Jos¨¦ Antonio hizo unas romeras muy en bailar¨ªn, desvirtu¨¢ndolas; l¨¢stima, porque en alguna ocasi¨®n anterior hemos visto a este artista un baile verdaderamente flamenco.

La primera parte fue interesante, con un Laberinto coreografiado y bailado por Jos¨¦ Antonio sobre m¨²sica de Montsalvatge de enorme complejidad y belleza, en que el bailar¨ªn dio su extraordinaria medida como creador y como int¨¦rprete. Las Sonatas de Scarlatti fueron una delicia formal. Ana Gonz¨¢lez, en fin, se mostr¨® vers¨¢til y solvente en la dif¨ªcil versi¨®n de la Danza Novena de Granados.