La voluntad de ganar
Hoy se cumplen 50 a?os del comienzo de la guerra civil espa?ola, sin duda el acontecimiento militar, pol¨ªtico, econ¨®mico y social m¨¢s importante del presiente siglo para nuestro pa¨ªs. Cuatro de los protagonistas de la contienda ofrecen sus recuerdos personales y reflexiones pol¨ªticas, con la peculiaridad de que todos ellos siguieron ocupando puestos relevantes en distintos ¨¢mbitos: desde la pol¨ªtica al pensamiento, y desde aquel 18 de julio de 1936 a nuestros d¨ªas, con la dolorosa salvedad de Antonio Tovar. Probablemente el denominador com¨²n de estos textos, escritos por contendiente! enfrentados en su d¨ªa, sea su esperanza en la condici¨®n humana.Cada d¨ªa que pasa se hace m¨¢s evidente que el inter¨¦s por la guerra civil de Espa?a aumenta, as¨ª como su bibliograf¨ªa. Todo nos induce a pensar que ello seguir¨¢ siendo, as¨ª durante mucho tiempo y que esto nos ayudar¨¢ a juzgar m¨¢s serenamente, con mejor claridad, y a enjuiciar con rigor que no es contrario a la voluntad de di¨¢logo los acontecimientos que tuvieron lugar.A mi entender, sin embargo, existe un hecho que incomprensiblemente ha sido demasiado olvidado y que fue determinante. ?ste fue la consecuencia de la constituci¨®n, en agosto de 1936, del Consejo de Econom¨ªa de Catalu?a y, d¨ªas m¨¢s tarde, de la firma del decreto de colectivizaciones. Me parece que sin estas disposiciones nuestro combate habr¨ªa durado muy poco, pues constituyeron en toda Espa?a un acicate en la lucha para conseguir nuestros fervorosos anhelos.
Nadie deber¨ªa ignorar que la victoria que obtuvimos los primeros d¨ªas de la sublevaci¨®n no habr¨ªa dado resultados positivos y duraderos sin tos profundos cambios que se operaron en nuestra. econom¨ªa. Era preciso dar a la nueva estructura pol¨ªtica y social del pa¨ªs un contenido que hiciera posible fortalecer la nueva situaci¨®n con el, fin de que no se perturbara su marcha.. Esto era lo que pretend¨ªan una y otra disposici¨®n, para que en ning¨²n momento faltara el soporte a. nuestro Ej¨¦rcito, al mismo tiempo que se inspirara confianza a la retaguardia.
Siempre me ha parecido que era un poco excesivo el hecho de que: los historiadores y comentaristas, tanto espa?oles como extranjeros, hayan insistido, muy a menudo tendenciosamente, en comentar los hechos militares y las an¨¦cdotas, y no el contenido pol¨ªtico y social que representaba la sublevaci¨®n, su fracaso y especialmente la audacia, el sentido de responsabilidad y el ¨¦xito de las fuerzas que se opusieron a ella y su triunfo.
Es preciso tener presente en todo momento que en el norte de Espa?a estaba la gran industria metal¨²rgica y sider¨²rgica, y que, por tanto, ¨¦sta estaba aislada de Madrid y del resto de la Pen¨ªnsula. Solamente Catalu?a pod¨ªa aportar su poder¨ªo industrial y lo mejor de sus esfuerzos para conseguir el ¨¦xito. Por encima de todo era necesario realizar una acci¨®n que en ning¨²n momento dejara de aportar el m¨¢ximo esfuerzo y ayuda a los frentes de combate, sin olvidar las profundas convulsiones pol¨ªticas y sociales en que esta acci¨®n ten¨ªa lugar.
Quiero reafirmar en este momento que todo cuanto acabo de decir representaba entonces la firme voluntad de ganar la guerra. Me permito se?alar el esfuerzo enorme de la clase obrera e incluso de una parte de la burgues¨ªa, trabajando con el fin de colaborar para consegluirlo.
Al mismo tiempo, pero en otro sentido, contribuy¨® a. que no cayera sobre nuestro pueblo el estigma de que, una vez salvada nuestra situaci¨®n, la guerra se hubiera podido perder por nuestra falta de fe o debido a a debilidades imperdonables o a tina demagogia suicida.
Me parece que no exagero si afiirmo que el Gobierno de la Generalitat pudo realizar una tarea que fue eficiente y determinante debido a la constituci¨®n de un Gobierno que incorpor¨® en su seno a todas las fuerzas pol¨ªticas y sociales que en aquellos momentos defend¨ªan nuestros derechos.
Era preciso que en la retaguardia hubiese orden dentro de las grandes convulsiones que comport¨® la sublevaci¨®n. Se necesitaba crear, por las razones que antes he aducido, un.a industria de guerra eficiente y que ¨¦sta estuviera dirigida y controIada en cierta manera por el propio Gobierno, y dejando aparte actuaciones partidistas y naturalmente condenadas al fracaso.
Gracias a la unanimidad de pareceres que se produjo entre los sindicatos y el Gobierno acerca de la prioridad de luchar y de fabricar material de guerra triunfamos en Catalu?a y en el frente de Arag¨®n. Resistimos y avanzamos gracias tambi¨¦n a esta aportaci¨®n, y no solamente fue posible el triunfo, sino que todav¨ªa nos quedaron fuerzas, despu¨¦s de la movilizaci¨®n del Ej¨¦rcito, para poder enviar refuerzos a Extremadura, Mallorca y Madrid.
Pero lo esencial fue el esfuerzo de la clase obrera y de los t¨¦cnicos trabajando con el elevado sentido de responsabilidad que les caracteriz¨®, y que hizo posible un mejor rendimiento y control de la nueva pol¨ªtica social y econ¨®mica que se iba desarrollando.
Conf¨ªo en que llegar¨¢ un d¨ªa en que se podr¨¢ estudiar con profundidad todo lo que se refiere a una guerra que en algunos aspectos los historiadores han convertido en t¨®picos, unas veces positivos y otras difusos y negativos, y de unos hechos reales que hicieron posible que nuestro pueblo no perdiera la fe en la causa que defend¨ªa y mantuviera la voluntad de verla triunfar.
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